Crítica de No tengas miedo
Si algún pecado podemos achacarle a Montxo Armendáriz es el formar parte y contribuir a la cimentación de un cierto star system cinematográfico patrio que orbita entorno a una camarilla de creadores caracterizados por un conformismo de asiento fijo, poco riesgo y menos ganas. Acusación totalmente injusta, ni que decir tiene. Porque bien es cierto que títulos como «Tasio», «Secretos del corazón» o «Silencio roto» han contribuido a otorgar a Armendáriz el título de vaca sagrada de nuestro cine del que hoy goza, y lo han mantenido siempre (o casi: su carrera contiene algunos deslices) flotando un palmo sobre las cabezas de muchos de sus coetáneos. Y eso sería insensato negárselo. Menos aún con esta nueva reválida, de título «No tengas miedo» y que, a la postre, se perfila ahora como una de las mejores propuestas nacionales del año.
Porque aunque tiene sus más y sus menos, de una cosa va sobrada «No tengas miedo», y eso es valentía. Rareza por estos pagos. Un tema como el que trata (el abuso infantil por parte de padre) sólo tiene dos. Arrojarse al vacío o morir en el intento, y de las formas más lastimeras posibles: por tibieza, por frivolidad o por llana y simple espectacularización artificiosa. No es el caso de Armendáriz, claro.
Siempre inquieto por los «pasos intermedios», los intersticios de la vida, los nexos entre edades que luego desembocan en las grandes etapas de la persona (siempre se ha preocupado más en mostrar seres a medio camino, en plena cocción, que personajes que ya han llegado a su destino), el director navarro se lanza a la piscina con un tema tan candente como espinoso. Y lo hace desde la franqueza y el arrojo. A resultas, «No tengas miedo» termina siendo terrible, hablando de frente, pero sin por ello hipotecar el respeto, el tacto, la responsabilidad autoral.
Y es esa una responsabilidad, cuidado, que no pasa tanto por exponer una problemática social y limitarse a dar cuenta de ella (esa especie de habitual remordimiento de consciencia), como por ser consecuente con lo que narra y acompañar a sus, su personaje sin posicionarse por encima de él; sin lecturas paternalistas. Toda la película se construye a partir de detalles de sensibilidad que marcan esa responsabilidad autoral; por ejemplo, en todo momento sitúa Armendáriz su cámara a la altura de los ojos de Silvia, sacrificando de buenas a primeras los planos cerrados de los personajes adultos. Una sincera y sencilla herramienta de conexión directa personaje-director-espectador que además le sirve formalmente para acentuar esa separación entre niños y adultos que, en este caso y por raciones obvias, se plantea abismal.
Más detalles, la cadencia morosa de la planificación y el montaje. Rehuyendo de artificios y dinámicas sensacionalistas, el realizador «pule» el momento mediante el uso de planos alargados en el tiempo, siempre siguiendo físicamente (cámara al hombro) y haciendo lado simbólicamente a la joven protagonista. O, más determinante aún, practicando el rechazo frontal de lo pornográfico del «objetivo que todo lo ve» a través de un off que llega en el momento más crítico de toda la película. Un fuera de campo que vale su peso en oro.
Y del mismo modo, ese mimo por el detalle se hace extensivo a la pura descripción y evolución de los dos personajes principales. Silvia y su padre. La primera, a través de silencios y miradas llenas de significación. El segundo, a partir de pequeños detalles, gestos o palabras aparentemente casuales. Así se va construyendo el monstruo, aun siempre a una escala humana (que no indulgente). Al final, este queda como una sombra, una amenaza acechante que va haciendo apariciones estelares en determinados momentos. Y Silvia, en cuanto alcanza la adolescencia y va acercándose a la edad adulta termina con su vida convertida en un simulacro de la misma: miente por sistema, sufre ataques de ansiedad por motivos sepultados en la memoria y narcotizados por los fármacos, se inclina hacia la ludopatía, mina sus relaciones sexuales con capas y capas de remordimiento, su entorno se le hace esquivo (con una madre cada vez más ausente) y, para colmo, termina desarrollando la peor de las dependencias.
Respeto, clase y buen gusto formal.
Pero también es cierto que «No tengas miedo» no es relojería suiza. Y otras cosas no terminan de cuajar tanto. No deja de ser voluntarioso el recurrir a un estilo cuasi-documental para dar cuenta de los testimonios reales a través de actores que hablan casi a cámara e interpelan de modo indirecto a la conciencia, los prejuicios y la moral del espectador. Bien, el problema quizá se encuentra en la poca fuerza visual que desprenden esos momentos, rematados por unas interpretaciones poco creíbles. Esforzadas, pero interpretaciones al fin y al cabo. Esa fotografía aséptica, en un entorno visualmente casi esterilizado, que tan bien le sienta (por contraste) al resto de la película, diluye el impacto de unas secuencias de presunta apertura emocional que rompen con la sutileza y la intimidad de la historia de Silvia: no necesitaba Armendáriz universalizar el mal que atenaza a su protagonista para exponer el problema en toda su magnitud.
Nos bastaba con paladear los silencios, soportar el peso del dolor contenido y sufrir las humanas contradicciones de una Michelle Jenner espléndida que, por si todo lo anterior fuera poco, se termina llevando la película por delante.
7’5/10
Eso de comentarios poco creibles, no se porque lo diras, pero si te hubieras informado un poco más te habrías dado cuenta que parte del GAM, Grupo de Ayuda Mutua que se presenta en la película han sido verdaderas víctimas de ASI, Abusos Sexuales en la Infancia. Asi que, si son poco creibles testimonios de personas abusadas en la realidad, …. mal vamos para acabar con esta lacra social.
Gracias por darme la razón. Las "verdaderas víctimas" NO son actores. El problema que se presenta es real, doloroso, injustificable y su erradicación se hace totalmente necesaria.
Pero esto es una película de ficción, no un documental. Y una película de ficción la hacen ACTORES o, paradójicamente, pierde toda su credibilidad. Es el caso: "No tengas miedo", repito, en líneas generales GRAN película, resulta muchísimo más creíble cuando se centra en los PERSONAJES que cuando fija su mirada en esas personas que dices que son víctimas reales. Ya digo, suena paradójico pero es así.
Joder, cuánta hostilidad y qué cansinos sois los que entráis siempre al trapo
La película no es buena. Ni está bien presentada la evolución, ni me parece que transmita emociones de ningún tipo. La base es desagradable a más no poder, y esa es la única emoción. La base, la historia, pero jamás la forma de contarlo. Michelle Jenner floja, flojita, flojita. No transmite.
Intenta ser una película q remueva conciencia y no lo consigue. Se centra en un tema horrible, pero no hace ningún tipo de mérito al presentar las emociones ni las situaciones. Ni siqueira muestra bien la ambivalencia de la víctima. Mezcla ritmos, ahora muy despacio, ahora muy deprisa…
No la recomendaría.
Respecto al uso de la cámara, de acuerdo, bien hecho. Y ya, no le veo mérito mayor.
Uf, yo lo siento, pero alguien que empieza con un categórico "La película NO es buena" creo que pierde toda la credibilidad de buenas a primeras. Esa es tu opinión, yo soy de la opinión de mi colega, somos dos contra uno, pero es que insisto, aquí se habla de opiniones, no de rotundas afirmaciones, no crees?