Crítica de La noche devora el mundo
Marchando uno de los mejores ejemplos de lo que se puede hacer con el cine de zombies. Marchando una de esas películas que tienen la labor de darnos a todos en los morros y decirnos que de agotado, el género, ni hablar. Que mientras se sigan las directrices básicas que tan bien esculpió George A. Romero, seguirá teniendo sentido poner a gente babeando, caminando raro y queriendo comer cerebros, frente a la cámara.
La noche devora el mundo es una película sobre la soledad y la incomunicación, sobre la imposibilidad de pertenecer al mundo que nos rodea. Y también sobre la supervivencia, a uno mismo entre otras cosas. Un chico despierta un buen día y se ve obligado a encerrarse en su casa: la ciudad está infestada de muertos vivientes. Así de sencilla es la premisa, así de fácil interpretar tanto los mensajes reales de este teórico film de terror; como lo es adivinar el rollito que se va a cascar la propuesta del desconocido Dominique Rocher: cine indie francés de bajo presupuesto, mayormente rodado en interiores y con un solo actor en pantalla. Es obvio, pues, que esto va a ser una experiencia más poética que gore, más arty que mainstream. Y claro, los zombies son una metáfora, y como tal, su presencia es más pasiva que otra cosa. Vamos, a olvidarse de fuegos artificiales tocan. Bueno, originalidad por bandera. Todo bien, ¿no?
Pues sí… y no. Por un lado, el esfuerzo por desmarcarse está ahí, se nota, y se agradece. Rocher es capaz de construir una atmósfera de lo más sugestiva, y de sumir por tanto al espectador en un estado de inquietud y aprensión pese a no ocurrir absolutamente nada en pantalla. La noche devora el mundo es lo suficientemente hábil como para hacernos palpar en nuestras carnes la soledad del protagonista (convincente Anders Danielsen Lie), sus flirteos con la locura (fundamental la presencia de Denis Lavant), sus esperanzas, sus acojones cuando salen mal dadas. O sea, que sí.
Y no, porque en verdad, de lo que se desmarca es de la versión más pirotécnica del género (y hasta cierto punto). Pero no supone disrupción alguna, nada de lo que hay en ella es realmente nuevo ni especialmente revelador. Por lo que a poco que el espectador se va acostumbrando y adelantándose a lo que se le viene encima, puede relajarse e ir apagando neuronas. ¿Hasta quedarse frito? No, no nos pasemos… aunque bien cierto es que el ritmo de la propuesta es de lo más asincopado. Pero sí puede evadirse más de la cuenta, y salir de la sala de proyección consciente de haber disfrutado, pero sin absolutamente nada que recordar salvo, a lo sumo, un único giro de guión relativamente inesperado, y unos pasajes finales con ideas resueltas la mar de bien.
O sea, que sí, que La noche devora el mundo es todo lo que el cine de zombies debería ser, refresca un poco un estado de ánimo dado a la repetición ad nauseam. Y es una buena carta de bienvenida de un director con recursos. Pero no, la supuesta revolución no pasa de la superficie ni el film de curiosidad y poco más. Recomendada para completistas del cine de terror de auteur y poco más.
Trailer de La noche devora el mundo
Valoración de La Casa
En pocas palabras
La película de zombies que el cine necesita… sobre el papel. La noche devora el mundo tiene buenas intenciones, que se traducen en sólo algunas ideas buenas, siendo el cómputo total un correcto pero intrascendente entretenimiento.