Crítica de Nunca me abandones

Han tenido que pasar varios años antes de que Mark Romanek nos ofreciera algo que llevarnos a la boca tras la muy estimulante «Retratos de una obsesión», que ya apuntaba las maneras de una carrera muy prometedora perdida sin embargo por los mundos de los videoclips o similares. «Nunca me abandones» constituye su tercer trabajo hasta la fecha (debutó, en 1985, con «Static»), y como en toda progresión profesional lógica apunta más alto con una propuesta que es a la vez drama personal y sentimental, descripción de diversas fases de una generación, una sociedad y un grupo de personajes, y en menor medida un arma arrojadiza contra ciertas temáticas que aún levantan ampollas. Una distopía ideada por Kazuo Ishiguro (autor de «Lo que queda del día») en su novela homónima constituye la columna vertebral sobre la que Romanek y Alex Garland (guionista) tejen una historia que arranca en 1978, año en que tres niños coinciden en el aparentemente idílico orfanato inglés. Acabarán convirtiéndose en Carey Mulligan, Andrew Garfield y Keira Knightley, pero antes les veremos crecer y formarse normalmente, al tiempo que germinan las tribulaciones esperadas en una relación entre un chico y dos chicas (tímida una y desvergonzada la otra) forzados a verse día tras día durante toda su vida. Claro que, también, descubriremos un secreto inenarrable que esconden los muros del hospicio, y que condicionará de manera inapelable las vidas del grupo protagónico y del resto de sus compañeros. Y a partir de entonces, la película afectará al espectador de manera totalmente distinta a lo esperado.
Obviamente, una bomba argumental del calibre de la que nos ocupa (prometo no revelarla) puede alterar de forma ostentosa la percepción de un largometraje y, de hecho, el caso de «Nunca me abandones» podría servir como paradigma de tal situación. Durante los primeros veinte minutos se juega a un juego concreto (y poco apetecible) de historias infantiles y amores y desamores entre niños, y tan sólo el prólogo ubicado en una sala de operaciones de la actualidad evita que uno recoja bártulos y salga del cine temiendo la hecatombe romántica de turno. Triple salto mortal de espaldas: para echar más leña al fuego aparece en pantalla Sally Hawkins, habitante fija de una categoría de películas de difícil degustación («Happy. Un cuento sobre la felicidad» es tan sólo un ejemplo), y durante algunos instantes casi parece que vaya a tener más protagonismo del temido. Irónico, por tanto, que antes de desaparecer del mapa sea justamente ella quien active el mecanismo explosivo. Pero eso no cambia en absoluto reglas, tablero o jugadores. Los niños, porque son niños, reciben la impacto sin prestar atención; no pueden comprender lo que se les viene encima y se mantienen más pendientes de sus aventurillas varias que de la gravedad del asunto. Y la película les sigue a ellos en su maduración exactamente igual que había hecho hasta el momento, sin variar un ápice de su esmero por la normalidad e incluso, la apatía de su día a día. Salvo por una banda sonora excesiva y algo desfasada, «Nunca me abandones» aboga por la frialdad más absoluta que corresponde a unas vidas tirando a aburridas, y de hecho, hasta se le podría reprochar a su director cierta falta de riesgo artístico.

 

 

Los niños se convierten en chicos, salto temporal mediante, y todo sigue igual: lo que le interesa es ver su acoplamiento a la vida que les rodea, el descubrimiento de la tele, del sexo y de los amigos, mientras se desarrolla ese triángulo sentimental que los une. Pero hay algo ahí detrás, un poso de opresión subyacente que puja por salir y que evita que la de Romanek pueda considerarse de todas todas como un historia de personajes. No, el suyo sigue siendo un relato de terror, de ciencia ficción y, en todo caso, un drama enorme, gélido. Todo por culpa de aquello que desvela la Hawkins y que, por supuesto, acaba finalmente desatado en el tercer acto del film. A partir de ahí, ya puede cantar misa, que su director no puede (ni quiere, obvio) evitar que el espectador se lleve el corazón al puño. Las secuelas de ese ataque inicial se despojan de todo revestimiento, y la película adquiere una nueva dimensión: es una lucha contra el reloj, el destino y el horror. Así la viven los protagonistas y así quien los ve desde su butaca, deseoso por salir de esa pesadilla demoledora a la que en verdad ha asistido sin darse cuenta. Unos compases finales de muy intensas emociones constituyen un broche que sería de oro de no ser por un ataque de enajenación repentino de la banda sonora (llevaba toda la película agazapada, esperando el momento en que meter ostentosamente la pata), y al final «Nunca me abandones» acaba alcanzando sus objetivos con maquiavélica plenitud. Sí, nos ha contado una historia de valores humanos, de la fuerza del amor y la amistad; pero también ha conseguido tocarnos algo de dentro, un click que afecta más de lo esperado, que perdura en nuestras vísceras, y que acaba haciendo de ella una película notable y tan emotiva como sorprendente.
7,5/10
En diciembre de 2006 me dio por arrancar mi vida online por vía de un blog: lacasadeloshorrores. Empezó como blog de cine de terror, pero poco a poco se fue abriendo a otros géneros, formatos y autores. Más de una década después, por aquí seguimos, porque al final, ver películas y series es lo que mejor sé hacer (jeh) y me gusta hablar de ello. Como normalmente se tiende a hablar más de fútbol o de prensa rosa, necesito mantener en activo esta web para seguir dando rienda suelta a mis opiniones. Esperando recibir feedback, claro. Una película: Jurassic Park Una serie: Perdidos

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Comentarios

  1. Hummm buena pinta.

  2. Saludos. A mí esto me recuerda a "Sleepers" ¿me equivoco?. En fin ya veremos… Bueno, este comentario es una excusa para recordar aquí lo que dijo jeremy Clarkson, el inefable presentador de Top Gear, sobre Kaira Knithley: "no es más que una cara pegada a una tabla de planchar. Pero funciona". Genial.

  3. Nita, intenta verla, que vale la pena!

    huang bai, juas, no tiene mucho nada que ver, pero eh! tú a tu rollo :P Sobre lo de la Knightley… pues quién fuera plancha, la verdad

  4. Good morning,Mr. Captain: perdón por lo de Sleepers, pero es que yo no frecuento la literatura del señor Ishiguro (no me fío de los apellidos japoneses). Me quedé en Tom Sharpe. Otra cosa: a mí me encanta planchar ;) Así que reproduciré otro comentario del sr. Clarckson sobre Keira: estaba probando un coche y dijo que conducirlo era "omo lamer el cuerpo de Keira Knightley untado en miel".Acto seguido, se puso a lamer el volante como un poseso. Pos eso.

  5. no me fío de los apellidos japoneses: ya somos dos, Hay uno ahora que está muy en boca de todos, un tal Myrayaki? Del que no me fío ni un pelo!
    De lo otro… casi que sobran las palabras. O sea… qué?? XD

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