Crítica de Objetivo: La Casa Blanca (Olympus Has Fallen)
No deja de llamar la atención que, en un buen momento de popularidad del gabinete del Presidente de los Estados Unidos entre las clases artísticas norteamericanas, surjan no una sino dos propuestas como la que nos ocupa. La representación de un ataque virulento hacia el estamento presidencial, evidencia de una hipotética vulnerabilidad de las más altas esferas que, por extensión, incluiría también al pueblo llano. No es sólo la lata de gusanos que se abrió en septiembre de 2001, es la continua revisitación de esas ideas de vulnerabilidad que se han revalidado y recrudecido desde entonces y hasta anteayer mismo. Recuérdese Boston. Pero como decimos, la presidencia de Barack Obama garantiza un periodo de contento generalizado en un ámbito, el del cine, poblado mayoritariamente por demócratas. Así que la llegada de esta propuesta y, en unos meses, de su respuesta high-budget(1) no deja de hacerse un tanto extraña, quizá explicable bajo un prisma de (muy relativa) experimentación con las expectativas del público, dispuesto a dejarse aterrorizar hasta el tuétano con amenazas cada día más plausibles. Tanto como que aquí los terroristas que devastan medio centro neurálgico de Washington DC y culminan una operación ofensiva masiva con la toma hostil de la Casa Blanca son norcoreanos.
Da un poco igual, la nacionalidad de los terroristas en cuestión no debería dejar de ser un macguffin para acoger la historia, tópica y trillada, pero casualmente pertenecen a un país que en las últimas semanas ha estado apunto de ajustar un minuto más en el doomsday clock a golpe de vacilada nuclear. Y por ahí van los tiros, nunca mejor dicho. Nukes. La amenaza atómica regresa una vez más a la agenda de los productores de Hollywood para enlazar esta nueva propuesta con los actioners más o menos canónicos de los 80. Loable intentona de rescate estilístico si no fuera primero porque en los últimos meses ya hemos tenido varias de estas que al contrario que la que nos ocupa no han obviado el barniz postmoderno inevitable que debe aplicarse a cualquier tipo de producción de esta clase. Y segundo porque a partir de esa premisa la película hace aguas por casi todas partes.
Por lo menos si se la toma uno como algo más que un pasatiempo idiota, que tampoco es una cualidad que haya que despreciar muy a la ligera, visto como están las cosas. Dicho de otro modo, si uno es capaz de abstraerse de la cantidad de marcianadas lógicas, absurdidades crónicas y estupideces vertebrales que contiene Objetivo: La Casa Blanca, podrá obtener un rato dilatado de distracción vía el viejo truco de la lobotomización por encadenado. Se trata de engarzar secuencias hipercinéticas una tras otra para que el ruido de los motores, los pistones y las cadenas impida el raciocinio. Y ello tampoco es fácil, ojo: de entre todo lo malo que puede decirse del director Antoine Fuqua (de este Antoine Fuqua; recordemos que su currículum incluye desastres como Shooter, pero también algún film aceptable: Training Day, Los amos de Brooklyn), también cabe reconocerle una buena mano para hacer las cosas fáciles. Para narrar de la manera más anodina pero también más efectiva. Si se trata de saber rodar una historia de acción de manera dinámica y comprensiva, directa e inequívoca, es innegable que lo logra.
No así todo lo demás. Empezando por intentar pergeñar una historia que aporte algo nuevo al muy desgastado panorama del cine de mamporros y explosiones. No. No debemos, como decíamos, confundir homenaje a un cine ya añejo muy artesanal al que desde luego se circunscribe Objetivo: La Casa Blanca con simple pereza narrativa. Aquí la sucesión de clichés es tal que no dejan espacio para absolutamente nada original, fresco o fuera de lo esperado. Y del mismo modo, tanto la descripción de los personajes (de una sola pieza, sin ninguna arista) como el diseño de los diálogos no se despegan en ningún momento del ámbito de la mediocridad más absoluta.
Para colmo de males, y como solía ser costumbre, el discurso ideológico de la película está construido en base al ensalzamiento cabezachorlitesco de la indivisible supremacía del espíritu americano. Obviamente, estamos ante una película de buenos muy buenos y malos muy malos, organizados los primeros entorno al órgano gubernamental yanki y los segundos a partir de una suerte de anarquía descabezada. Pero la pervivencia del clásico héroe fascistoide -aquí Gerard Butler- en este tipo de relatos debe ser aplicada ya bajo un prisma crítico, mientras que aquí todo se nos presenta, insisto, sin rastros de ironía, sin ninguna clase de matices y sin posibilidad de apertura hacia nuevos relativismos acordes al mundo más global que, en treinta años, se ha ido imponiendo paulatinamente. En principio, ninguna pega a todo ello, las rupturas del main stream de pensamiento pueden dar lugar a excitantes y retadores juegos morales y desafíos de la expectativa… Excepto en caso de minimización de -casi- cualquier valor cinematográfico en favor del enardecimiento de la acción directa y unilateral patriotera. Que es justo lo que ocurre aquí.
Pero como decimos el cuerpo de la película, superada la perplejidad que genera su atroz guión, es una cantidad de ruido y furia, de tiros, explosiones y exhibición de poderío militar muy Bay (especialmente en su primer y aturdidor tercio) tan ensordecedoras que imposibilitan cualquier otra cosa que no sea echar de menos los tiempos en que era Jack Bauer quien vivía un asalto a la Casa Blanca mucho más tenso en implicaciones hacia su propio juego serializado (el sistema de causa-consecuencia alcanzaba en 24 cotas de paroxismo… y maestría). O la socarronería de un John McClane que, a pesar de que ahora no viva su mejor momento, nunca perdió de vista la truculencia de un espectáculo cómico básicamente slapstick. O, en fin, el resto de action heroes de los 80 y 90 que no se habían salido de la década que les correspondía para ejemplificar un contexto aún naíf, maniqueo e ideológicamente simple, el de los enfrentamientos de Estados Unidos con el resto del mundo. Pero es que era en aquella época cuando esas historias podían permitirse ser naíf, maniqueas e ideológicamente simples. Hoy son directamente un auténtico desajuste cronológico. O dicho de otra manera, una chorrada pasada de moda. Y eso en la más generosa de las valoraciones críticas.
(1) Nos referimos a Asalto a la Casa Blanca, dirigida por Roland Emmerich en uno de esos extraños movimientos empresariales que nos retrotraen a aquella moda añeja en virtud de la cual todo blockbuster tenía su contrapartida de segunda división con sólo unos meses de diferencia mediando entre ambos estrenos.
Valoración de La Casa
En pocas palabras
Guión lamentable y mucho ruido y pocas nueces. Eso es lo (poco) que tiene que ofrecer este supuesto entretenimiento para gloria de Gerard Butler. Mediocre y gracias.
Madre mia…no esperaba gran cosa de esta peli, pero la pones a caer de un burro…o peor aún,jeje.
De todas formas ni se me habia pasado por la cabeza ir al cine a verla. No le encontré nada al trailer…
Es la prima pobre de la protagonizada por Tatum y Foxx.
Si esta es la prima pobre… ¿dónde dejamos a la versión de Asylum? xD
(contigo: no pensaba ir a verla, pero después de leer la crítica, menos!)
Y cuál es la de Asylum? The House is Down, o así? The Roof is on Fire, quizá?
Asylum no son pobres, solo son… austeros.
Y saludos, Ash! Te dejas ver poco, bastardo