Crítica de On the Rocks
Que Sofia Coppola no volverá a hacernunca más un Lost in Translation se debería dar por hecho. Ella al menos parece darlo, y por eso, para su esperadísima reunión con Bill Murray, cambia totalmente de tercio. Con On the Rocks rebaja exigencias y miras, se plantea el noble objetivo de entretener por vía de una comedia ligerísima, y a partir de ahí, eso sí, a hacerlo lo mejor posible. Vaya, que nada de grandes ambiciones, pero sí de reflexiones sobre la vida, en concreto las de una escritora que no consigue sacar tiempo ni inspiración para su siguiente novela, ya pactada con la editorial… sonaría autobiográfico. Claro, es por dedicarse en cuerpo y alma a sus hijas, cosa que también afecta, presume, a la relación con un marido que empieza a flirtear allende el matrimonio. O quizá sean imaginaciones suyas, causadas en gran parte por un padre que es un Casanova y, a su avanzada edad, no para de meter ficha. Oh sí, Bill Murray en estado puro.
No pretendía adelantarme, ni restar méritos al resto de factores que hacen de On the Rocks un éxito total en lo que se propone. Realmente, los 90 y pocos minutos de la propuesta pasan en un suspiro, dan para explorarse un poco a uno mismo, replantearse ciertas cosas acaso, y soltar alguna que otra risotada. Coppola controla a la perfección los tempos, alternando íntimos retratos familiares con pasajes cercanos al slapstick, diálogos casi allenianos con otros que harían las delicias de Judd Apatow. Por su parte, Rashida Jones está perfecta, su personaje es cálido y creíble. Y puede que no se trate de la premisa más original de la historia, y que conforme progresa se vaya alejando voluntariamente de la realidad (para dar paso a una estrafalaria historieta de espías). Pero lo dicho, da en la diana. Este juguete sobre padre e hija que desconfían tanto del marido de ella como para empezar a espiarle es, desde ya, candidato a comedia del año.
Pero claro, es que además cuenta con un valor añadido de agárrate y no te menees, como es la mejor versión de Bill Murray desde… ¿Flores rotas? Casi como si de una evolución (o involución, más bien) del personaje de dicha película se tratara, Murray se muestra seductor, coqueto, mujeriego, gracioso, de vuelta de todo. Compone un personaje de antología con momentos genuinamente desternillantes. Evidentemente, la persecución en el coche rojo es fruto del guion; pero la retahíla de expresiones faciales que convierten al personaje en un padre protector, un galán, un niño y un anciano a la vez a lo largo de la misma, ya no tanto. Estamos ante el Bill Murray que justifica toda esa mitología que ronda sobre su persona. Y eso que su personaje, sobre el papel, es lo peor de lo peor. La magia del cine, oigan.
De manera que, no: quien busque en On the Rocks el regreso de Sofia Coppola a la senda de Lost in Translation que vaya cambiando de idea, que a lo sumo encontrará uno o dos guiños (precioso el del reloj al final, por cierto). Quien busque una comedia que, pese a su honesta ligereza, no se olvide de la calidad cinematográfica, tenga algo que aportar, demuestre que ha sido pensada y concebida con gusto artístico, que se anime. Pero sobre todo, quien sea fan de Murray o quiera entender el porqué de tanto fanatismo alrededor del cazafantasmas, que se la marque a fuego en su agenda. Sin pretensiones, pero sin caer en lo banal, On the Rocks es una gozada, vaya.
Trailer de On the Rocks
Reseña de On the Rocks
En pocas palabras
Quizá cuatro estrellas suenen a mucho, pero oíd, si una comedia que sólo pretende entretener con dignidad al respetable, cumple totalmente con su objetivo, al César lo que es del César. Y si encima cuenta con un Bill Murray en estado de gracia, pues mejor que mejor. De lo mejor del año en materia cómica.