Crítica de Operación U.N.C.L.E. (The Man from U.N.C.L.E.)
Es época de remakes, de superhéroes, y de agentes secretos. Se lleva lo retro, los trajes y el lujo. Es una moda que durará más o menos, pero a cuya ola todos se quieren subir. Y luego está el estilo Guy Ritchie, que parece una tendencia más duradera aunque, curiosamente, cualquiera diría que es de lo más efímero. Nada más lejos: se siguen reivindicando (y bien que se hace) películas como Lock & Stock o Snatch: Cerdos y diamantes, y el montaje hipervitaminado a ritmo de videoclip crea escuela, se explota y/o se reinventa una vez tras otra, haciendo de alumnos maestros, y viceversa. Llega un punto en el que uno ya no sabe qué le debe quién a quién (¿Alguien dijo Danny Boyle? ¿Matthew Vaughn?). En fin, pues Ritchie se ha sumado al carro: reinvención de una serie clásica sobre espías como es El agente de C.I.P.O.L., buddy action-movie en plena Guerra Fría, y agotamiento vía saturación visual por bandera. Haciendo de Operación U.N.C.L.E., en conjunto, una propuesta a la orden del día, pero también a englobar en ese plan maestro del director de Revolver por pulir su peculiar estilo. Bien para los aficionados al género y para los consumidores de palomitas. Especialmente estimulante para los seguidores de un cineasta mucho más trascendente para el séptimo arte de hoy de lo que se quiera admitir; seguidores que van necesitados de pruebas para defender tal postura tras la gélida secuela de Sherlock Holmes.
…Y seguramente en Operación U.N.C.L.E. no las encuentren. Puesto que no es la más radical de sus propuestas, ni mucho menos. Tampoco parecen haber sido esas las intenciones del inglés a la hora de concebir (junto a los guionistas Scott Z. Burns y David C. Wilson) este divertimento que se antoja más necesario para su propia salud anímica que otra cosa. Ritchie se relaja, se lo pasa bien y se limita a jugar con viejos conocidos en un marco ligeramente distinto: ahora ya no estamos en bajos fondos ingleses actuales, sino en altas esferas europeas inmediatamente posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Los protagonistas no son quinquis o mafiosos, sino guapos y guapas incontestables. Pero por lo demás, volvemos a los planos de décimas de segundo a ritmo de atronadora banda sonora; a los flash-backs inmediatos con barridos constantes; a las pantallas divididas y a las persecuciones y explosiones en montajes imposibles. Como de costumbre, los personajes son excesivos hasta rozar el esperpento, y el guion va y viene una vez más, siendo capaz de irse por las ramas hasta lo indecible con tal de exponer el background de algún secundario con gracia, o de huir hacia una posición muy secundaria en pos de una set piece de acción pasada de rosca. ¿La diferencia? Que echa el freno. Si RocknRolla había sido (díptico Holmes y chuminada para lucimiento de Madonna al margen) el máximo exponente de una filmografía en ascenso en lo que a ritmo, lanzamiento de mensajes, y acumulación de entramados entre enormes y minúsculos se refiere, U.N.C.L.E. se queda por debajo.
Aquí priman con descaro, en detrimento de una historia de espionaje con chicha, la virguería visual y la pirueta técnica por un lado, el chiste por el otro. Resulta en una comedia de acción mucho más honesta con dicho género (es, seguramente, la más divertida del cineasta hasta la fecha); y es, también, la más agradecida a la vista (la atención al detalle, la fotografía, los cachivaches tecnológicos, la saturación de los colores, la concatenación de planos). Pero a su vez la más endeble a nivel argumental, hecho que la condena puntualmente a bajones rítmicos que, en el subidón global que pretende ser, quedan demasiado expuestos. Alguna contrapartida tenía que tener una propuesta que, para quien esto escribe, suena más a terapia que a otra cosa.
Por eso no vale como abanderada de su director, pese a tratarse de la opción mucho más personal de los últimos años. Operación U.N.C.L.E. no es redonda en términos ritchianos por ser muy sencilla. El habitual puzle de tramas se descubre como un juego de niños, decepcionante (si se quiere) en comparación a otras cintas de espías recientes. Pero a su vez es anárquica, loca, surrealista y condenadamente divertida. Desde un prisma mucho más ¿mainstream? ¿relajado a secas? sus piezas funcionan a la perfección, química entre protagonistas incluida: revive a Armie Hammer, confirma que Henry Cavill sigue siendo expresivo pese a El hombre de acero, y abre las puertas de par en par a la explosión de Alicia Vikander . Pero sobre todo, significa el retorno de Guy Ritchie tras los cuatro años de silencio que llevaba. No ha sido con su mejor obra, pero sí con una excelente recuperación de sensaciones. Candidata a blockbuster del verano desde ya.
7/10
Hola que tal? La visteis ayer en el Phenomena?
Yes! Estabas por ahí?