Crítica de Otel·lo
Casualidades de la vida y, sobre todo, del cine: en un brevísimo periodo de tiempo fueron a coincidir por nuestros lares los estrenos de César debe morir y Otel•lo, ahora disponible en DVD. Sendas adaptaciones de Shakespeare y sendos experimentos cinematográficos, uno transalpino y a cargo de los hermanos Taviani, el otro salido del Escac, y dirigido por uno de sus profesores, Hammudi Al-Rahmoun Font. Lo curioso es que en ambos casos se busca un discurso metalingüístico, cine dentro de cine, varias artes (literatura, teatro, gran pantalla) en simbiosis, y lo más llamativo: la recitación de las obras a adaptar por parte de actores amateur… o ni siquiera actores, directamente. Empate en todos los sentidos pero sólo sobre el papel, puesto que si bien empiecen de igual modo y compartan incluso pasajes idénticos entre sí, allá donde la transalpina apuesta por llevar hasta la última consecuencia las cartas que tiene sobre la mesa (y no es para menos: quienes interpretan Julio César son prisioneros reales de una cárcel romana), la catalana tarda poco en virar hacia otros derroteros, desnortándose con ello, y rebajando por tanto el impacto de un invento que de otro modo hubiera podido calar hondo en la historia del cine catalán (y español) reciente.
La propuesta sigue siendo, en todo caso, loable. Lo que Al-Rahmoun investiga, mediante el supuesto rodaje de una nueva versión de Otelo con actores noveles (convincentes Ann M. Perelló y Youcef Allaoui, por cierto), son los límites entre ficción y realidad, cuyas fronteras puede romper tan alegremente el cine. La idea pasa por someter al espectador a un juego en el que nadie sepa la realidad salvo el propio director: por un lado está la pareja de intérpretes no profesionales, con quienes juega alegremente con tal de sacar resultados emocionalmente intensos aun a costa de sus vidas fuera del plató; por otro el propio rodaje, cuya justificación, no digamos ya forma en general, nunca acaba de quedar del todo clara; y finalmente está el espectador, a quien se le obliga a pensar que, a priori, todo lo que sucede en pantalla es real, si bien numerosos indicios inviten a pensar lo contrario. Oh, pero hete aquí el problema: se diría que esos indicios no siempre (más bien nunca) son voluntarios. Que a la teórica trampa que hilvana el cineasta con su ópera prima, se le ven las costuras. De ahí que cuando en los minutos finales se haga patente la verdad, confirmando con ello el discurso que en realidad se pretendía extraer de todo el juego, el impacto de su punch quede muy por debajo de lo deseado y, de hecho, suponga más una decepción que otra cosa al constatar que las miras del film son mucho más limitadas de lo que podían haber sido. La de los Taviani, por tanto, gana la batalla por ser infinitamente más estimulante desde su rigurosa naturalidad, incluso espontaneidad (ya sea aparente o no), y por acabar hilvanando un mensaje de mayor calado.
Y no, no es que se haya establecido necesariamente una pelea entre ambas películas, pero sí es cierto que citar de nuevo a César debe morir viene que ni pintado para un nuevo punto en común entre ellas, ahora traducido en su estética: si los italianos apuestan por el blanco y negro durante prácticamente todo el metraje, el director de la que nos ocupa, de la mano del director de fotografía Pau Esteve, opta por una película oscura, entre íntima y agobiante, claustrofóbica. Como si quisiera a la vez sumirnos en su universo pequeñito, único y exclusivo, y hacernos sentir culpables por meternos en un mundo excluyente. Un acierto más, al que sumar la banda sonora de Pau Loewe, o alguno de sus pasajes de indudable fuerza dramática… que sin embargo al final siguen pecando de lo mismo: se les ve demasiado el truco. Un coitus interruptus, un sí pero no (o no del todo, tampoco seamos alarmistas) que hacen de Otel•lo una propuesta de indudable interés, tan arriesgada como disfrutable y más que satisfactoria, máxime si se tiene en cuenta que la carrera de Al-Rahmoun recién arranca. Pero que a la postre, acaba descubriendo una sustancia, un núcleo, mucho más simple de lo que cabía esperar.
6,5/10
Y en el DVD…
Cameo presenta una edición en DVD de la película francamente interesante en cuanto a contenido adicional. Por una parte, incorpora el corto Casting (unos 15 minutos de duración) en el que ya se pueden ver los primeros pinitos del director en sus jueguecillos meta (alguna de las herramientas que emplea en el corto se repiten en la cinta). Además, el disco cuenta con un Cómo se hizo (Rodando Otel•lo) de 45 minutos francamente generosos, así como un audiocomentario del director. Interesantes extras que se acompañan de la presentación del film en Sevilla (con la presencia del director), un trailer, una galería de fotos y las acostumbradas fichas técnica y artística. Completísima carpeta de material añadido para acompañar a una película cuya edición doméstica hace lo que puede con el material de partida, habida cuenta del audio improvisado y la imagen… complicada. La única pega es la imposibilidad de poder seleccionar subtítulos en catalán, habiendo únicamente castellano, francés e inglés como opciones a acompañar el audio (v.o. catalana).