Crítica de Ouija
Ciertamente, cuando toca acercarse a una de terror que provenga de Hollywood y su fecha de estreno sea posterior a 1999 (quizá el último gran año para el género, pues coincidieron ejemplos de gran calidad tanto desde lo mainstream –El sexto sentido, que pese a lo que ahora se diga de ella, en su momento acojonó a todo el mundo- como desde lo indie –El proyecto de la bruja de Blair), ya se sabe que hay que hacerlo con pies de plomo, rebajando expectativas a su mínima expresión y relajando actividades neuronales hasta que casi ni se muevan. Que luego te llevas una sorpresa, pues bienvenida sea; pero por lo general, espera un pasarratos olvidable que, con suerte, te provoque algún sobresalto, y poco más. Con semejante ánimo se acercaba un servidor a Ouija, no sin cierto porcentaje de placer culpable de por medio: y es que, hablando en plata, una de terror de usar y tirar me vale perfectamente si el ánimo está para ello. Ni por esas. Nadie dirige, nadie escribe, nadie protagoniza, pero sí producen los mismos de siempre (de lo que farda el póster: de los productores de La matanza de Texas, The Purge: La noche de las bestias, Paranormal Activity e Insidious…) que no tienen miramiento alguno a la hora de insultar abiertamente al espectador con un subproducto con un solo propósito: el de robar a la platea para embolsarse una millonada a cambio de una herida mortal al género, al cine, y al buen gusto en general. De vergüenza.
De vergüenza todo: ya desde los primeros tres minutos quedan expuestas muchas de las carencias de un film que se torna sonrojante por no haber tenido a nadie a los mandos con la voluntad por disimular el desaguisado. Y hay para repartir a todos los niveles. Desde una dirección y montaje que copian plano por plano la estructura de todos y cada uno de los exploits similares más terroristas, de manera que el espectador sabe qué encuadre llegará y cuándo cortará el plano, intuyendo (sin margen de error) tanto los supuestos sustos como lo que sucederá a continuación; a una fotografía aséptica y tintada en azules-como-siempre. Pasando, por supuesto, por una banda sonora a base de violines agudos y repentinos truenos; y por un reparto de inefables rostros mono-expresivos, que da vida a personajes unidimensionales (como mucho) y encorsetados en las frases de siempre, los roles de siempre, las personalidades irritantes de siempre. Frases del calibre de “ella sigue aquí, en tu corazón” se encargan de abrir un espectáculo deplorable al que ya puestos, se apunta hasta el iluminador: atención al risible efecto de luz que ilumina el rostro de la protagonista cuando ésta mira fijamente hacia las llamas. Literalmente, una bombilla que se enciende y se apaga.
Bien, pues mirad, aun con esos males, que no son pocos precisamente, con las esperanzas debidamente recalculadas Ouija podría haber tenido un pase como mero, merísimo entretenimiento con el que pasar la hora y veinte de la siesta de un domingo tonto. Pero es que su desgana es tal, que se acaba contagiando con mortíferas consecuencias. Ya no es que esté mal hecha e interpretada, es que circula por todos los clichés habidos y por haber (incluye canguro/señora de la limpieza de origen suramericano que, por tanto, es experta en materia paranormal, y niña que desapareció en el pasado y que vivía en la casa donde juegan a la ouija los protagonistas), convirtiéndose en un mugriento ejercicio de repetición de lo más trasnochado. Trasnochado y aburrido: si al menos hubiera contado con algo de chicha… Nada más lejos: durante prácticamente una hora entera de metraje no hay interés ni por generar una atmósfera digna, ni por acelerar en materia de ir eliminando a los personajes uno por uno. Apenas un sobresalto puede registrarse, con suerte, allá por el minuto 50, entre intentos fallidos de asustar por los habituales sonidos de pasos en el desván, bombillas que amenazan con apagarse (¿serían las empleadas para el efecto del fuego sobre la cara antes comentado?) y demás lindezas.
Claro que tal vez, más que de desinterés quizá fuera más justo hablar de incapacidad. No parece ser tan fácil asustar al respetable, esa es la moraleja que se desprende de una película que o no quiere, o no puede. Un ejemplo no deja lugar a dudas: la escena en la que, vía efectos digitales, se le cose la boca a una de las protagonistas, puede ser uno de los mejores ejemplos de nulidad cinematográfica. Hay CGI de por medio, sí, pero no parece haber salido bien, por lo que se abusa del montaje con un corte que clama al cielo y por tanto, más que asustar, lo que consigue ese supuesto momento climático es descolocar a quien por esas alturas siga despierto. Quizá fuera bueno que el director de Ouija entonase eso de zapatero…
1/10
Y en el Blu-Ray…
La Universal edita esta película en Blu-Ray con el mismo desinterés que se desprende de su visionado: audio y vídeo correctos pero no excelentes (el sonido parece un punto más apagado de lo necesario, impidiendo que la banda sonora consiga ese efecto de sobresalto que tan desesperadamente busca; y hay bastante grano en muchas de sus escenas, sobre todo en las oscuras) y apenas tres clips como material añadido que desaparecen, por cierto, de la versión en DVD: unos intrascendentes y muy genéricos La tabla del espíritu: Una evolución, Adaptando el miedo e Icono de lo desconocido. Por otra parte, ¿qué esperábamos?