Crítica de Paintball

De entrada, a todos aquellos que alguna vez hemos tenido sueños húmedos vinculados a la creación de películas «Paintball» debería caernos en gracia: director y guionista noveles logran llamar la atención de un gran estudio como es Filmax, se hacen con un reparto prácticamente desconocido y se van a rodar al Parc de Collserola (Barcelona) una película en inglés sobre el deporte que da nombre al título y que mezcla terror, guerra, acción y más palabras malsonantes que Quentin Tarantino en estado de gracia.
Por si fuera poco, recibe una promoción notable tanto a nivel nacional como internacional (pasando por el festival de Tribeca), y su director goza de plena libertad para darle la forma que más le plazca. Propuestas así merecen el apoyo de todo aficionado… pero ay, madre, qué difícil nos lo ponen a veces.

Ciertamente, la idea principal de «Paintball», que centra el interés de la primera mitad de la película, no deja de resultar apetecible pese a no albergar demasiada sorpresa debido a su desgaste. Que en un ¿inocente? juego donde se simula una guerra aparezcan armas de verdad tiene suficiente potencial para gustar, y si a ello se le añade una peligro invisible, siempre presente pero nunca expuesto, ya hay motivos más que de sobra para que el espectador se interese por el típico grupo multiétnico y quiera saber cómo se las apaña para sobrevivir (o morir de la manera más dolorosa posible, allá cada uno).
A todas estas, su joven director, Daniel Benmayor, parece haber sido un estudiante destacado en esto de hacer cine, y lo demuestra aplicando esa norma tácita que dice que la mejor manera de hacer partícipe al espectador -en una película de estas características- es mediante el uso de cámara en mano, rodando en plan documental y alargando secuencias.
El resultado de todo ello son unos primeros minutos sumamente halagüeños donde, a caballo entre «Salvar al Soldado Ryan» y «Battle Royale», «Paintball» parece que dará lo prometido: un producto de sofisticada serie B, de mucha acción y toques de terror, con la curiosidad por saber qué estará pasando aunque sin que haya que preocuparse demasiado por prestarle atención.
Lamentablemente, tales vibraciones no tardan en caer en saco roto.

Ignoro si la virtud de ese primer tramo reside en que nadie parece tomarse excesivamente en serio a sí mismo, con personajes dibujados a trazos gruesos, hilarantes diálogos (del estilo de «Fuck you, fucker… fuck!»), dirección entre el homejane-plagio y la burla y constantes referencias entre las que se encuentran, además de las recientemente citadas, «Dog Soldiers», «The Descent», «Aliens», «Depredador», «Starship Troopers» y un largo etcétera. Lo cierto es que la suma de estos ingredientes hace que el espectador no sepa si se encuentra ante un producto serio o una gran broma la mar de cachonda, y mientras se sigue por estos derroteros es cuando mejor funciona la película.

El problema es que ni Benmayor ni Mario Schoendorff (el guionista) son capaces de mantener oculto al enemigo y no tardan en mostrarlo, de manera gradual pero no por ello menos precipitada, hundiéndose más y más en la miseria a medida que se van desvelando todos los secretos que lo rodean.
Como suele suceder en muchos de los videojuegos shoot ‘em up actuales, a un punto de partida plausible se corresponde un devenir absolutamente demencial y aquí (ojo, que viene un posible SPOILER) la cosa se transforma en una especie de mix barato entre «Martyrs» y «Hostel» absolutamente desalentador (Fin del SPOILER).

Así las cosas, el interés no tarda en desaparecer por completo y de un estado anímico relativamente activo se pasa a la total apatía, a la espera de ver cómo morirá el siguiente protagonista y cuánto sufrirá.
¿Y es que no es a eso a lo que hay que atenerse cuando una película falla en todo lo demás?
Si se le pregunta a Benmayor, seguramente diga que no: sin necesidad alguna por mucha justificación (gratuita y ridícula, por supuesto) que se le dé al final de la cinta, todo conato de violencia visual explícita queda censurado al pasarse a través de una visión térmica que lo convierte todo en diferentes tonalidades de gris. Así, poco importa la originalidad con que van teniendo lugar los asesinatos, la sensación de coitus interruptus permanece inamovible y acaba por echar por tierra toda esperanza restante.

Tan sólo en sus últimos minutos, cuando todo el pescado está vendido y lo único que queda por saber es si acabará bien o mal para nuestros héroes (los que quedan, al menos), el espectador puede encontrar un punto de empatía con «Paintball», máxime gracias a las varias interpretaciones que pueden surgir de la última, ultimísima escena.

Lamentablemente, mucho me temo que lo único que despertará dicha conclusión será una gran risotada o resoplido, pues de aquellos primeros compases tan prometedores, con aquel magnífico ataque inicial, tan sólo quedan las palabrotas. Y es que, a buen seguro, «Paintball» hará historia por convertirse en una de las películas con mayor empleo del término fuck por segundo. Para todo lo demás, mejor será que vayamos nosotros mismos a montaros nuestras películas en los campos de paintball más cercanos…
3,5/10

En diciembre de 2006 me dio por arrancar mi vida online por vía de un blog: lacasadeloshorrores. Empezó como blog de cine de terror, pero poco a poco se fue abriendo a otros géneros, formatos y autores. Más de una década después, por aquí seguimos, porque al final, ver películas y series es lo que mejor sé hacer (jeh) y me gusta hablar de ello. Como normalmente se tiende a hablar más de fútbol o de prensa rosa, necesito mantener en activo esta web para seguir dando rienda suelta a mis opiniones. Esperando recibir feedback, claro. Una película: Jurassic Park Una serie: Perdidos

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Comentarios

  1. Desde Cali – Colombia. Soy jugador de Paintball Escenario He visto la película por partes en Youtube, ya que no ha llegado a las salas de Cine. Como jugador profesional de PB, puedo decir que la película es una burla al Paintball. Como es posible que se use marcadoras de Airsoft que es otro tipo de arma para usar en una modalidad de juego totalmente diferente a las de Paintball, empezando por el tipo de bolas que se usan, que son de un calibre totalmente diferente. Y como es posible que se usen hopper de diferentes tamaños en las marcadoras que se usan en las películas, si en un juego largo se usa normalmente hopper de 200 bolas y no de 50. Y lo mas delicado, como se permite utilizar solamente gafas como única protección ante un bolazo que te puede dejar sin dientes. Me parece que los elementos como tema para la Película han sido utilizados de manera muy irresponsable y creando desinformación a las personas interesadas en llegar a practicar esta modalidad de juego.

    DIEGO LEON

  2. er… patidifuso me he quedado! ok, apuntado queda, otro punto negativo para una película ya de por sí bastante malilla…

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