Crítica de Una paloma se posó en una rama a reflexionar sobre la existencia

A lo largo de catorce años y a intervalos de siete en siete, Roy Andersson ha llevado a cabo una obra descomunal: una trilogía anárquica con todo excepto sus propias normas, centrada en sketches o historias cruzadas que en conjunto, buscan hablar sobre el ser humano. Muy especialmente sobre las diversas miserias que lo acompañan desde el comienzo del nuevo milenio: soledad, trabajos de mierda, incomunicación, fachadas, insatisfacción sexual. Todo ello merece un análisis crítico, pero a su vez se presta a la burla: si hemos sido tan lerdos como para llegar a estos extremos casi surrealistas de insatisfacción, mejor será reírnos de ello. Ya lo pensaron muchos, desde los griegos a los Monty Python con un sentido de la vida que en Una paloma se posó en una rama a reflexionar sobre la existencia (así como en la seminal Canciones del segundo piso y la segunda entrega, La comedia de la vida) tiene tanta presencia como cualquier otro referente de corte más elevado que al espectador se le pueda venir a la cabeza mientras deguste su metraje. Hay alguno evidente, como el obligado Bergman o un Edward Hopper de quien Andersson se confiesa fan. Otros (desde Chaplin a Bresson o Buñuel; casi natural sale pensar en un Cavestany de cuya existencia el sueco seguramente no esté al corriente, pero con quien comparte inquietudes parejas a varios niveles) pueden ir apareciendo como medida de socorro para ubicar en algún contexto una propuesta que es más bien un desafío: como los protagonistas de los tres films, como los payasos, uno puede reírse por fuera, pero por dentro no le va a quedar otra que llorar. Quizá no al instante, pero dejad que se pose unos minutos después de su visionado.

Andersson propone un mundo granguiñolesco y claustrofóbico: todo es exagerado e irreal, y a la vez hiperreal. Es casi como un aviso de un futuro inminente, o una realidad próxima pero alternativa, de la que sin embargo se podría tocar cada gramo de grasa en exceso del sueco gordo que permanece sentado en su cama mirando al vacío; se podría respirar el hollín del incendio de la primera entrega, tragar el polvo del museo con que se abre la tercera. Una gran depresión sueca (y universal) que no progresa con el paso del tiempo: pasan los años, catorce en total, y la cámara se mueve tres veces a lo largo de toda la saga; de ellas, ni una sola en Una paloma…. No, si ya decía que el reto para el espectador era de aúpa; como que la película sólo seguía unas reglas, las de la propia saga. Tan sólo se nota la evolución a nivel formal: cuestiones más baladíes como pueden ser una fotografía más depurada, un mejor maquillaje o una (aún) más exacta economía de planos, o del tempo. De hecho, tras la sorpresa que supuso Canciones… y el mínimo paso atrás de la continuación, la que nos ocupa recupera todo el esplendor e incluso se puede considerar tranquilamente como la mejor de las tres. Aunque dicha categorización esté de más.

Una paloma se posó en una rama a reflexionar sobre la existencia es tan sólo una extremidad más de un organismo que debe verse en conjunto para acabar de entender su magnitud. Por separado, queda como un divertimento capcioso, una sátira sobre la penuria del ser humano que puede costar más o menos en función de lo preparado que esté el espectador a una propuesta tan extrema (en lo formal y lo argumental: difícil encontrar un hilo conductor, no digamos los tres actos o el arco de este o aquél personaje, que puede volver a aparecer a lo largo del metraje como desaparecer tras una única escena). Vista como culminación de la obra en su totalidad, adquiere una envergadura directamente incalculable. Por la opción os recomendamos que os decantéis, pero sea como sea, debe verse. En serio.

8/10

Y en el DVD…
Cameo edita la película con una edición sencilla en DVD, disponible tan sólo en versión original subtitulada (5.1, eso sí), y con apenas un tráiler y las fichas técnica y artística como extras. La calidad de la imagen, por eso, es inapelable, explotando al máximo las limitaciones del formato y permitiendo por ello disfrutar de la peculiar selección cromática del film, casi digna de un cuadro de Hopper (ejem, como de un catálogo de Ikea).

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En diciembre de 2006 me dio por arrancar mi vida online por vía de un blog: lacasadeloshorrores. Empezó como blog de cine de terror, pero poco a poco se fue abriendo a otros géneros, formatos y autores. Más de una década después, por aquí seguimos, porque al final, ver películas y series es lo que mejor sé hacer (jeh) y me gusta hablar de ello. Como normalmente se tiende a hablar más de fútbol o de prensa rosa, necesito mantener en activo esta web para seguir dando rienda suelta a mis opiniones. Esperando recibir feedback, claro. Una película: Jurassic Park Una serie: Perdidos

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