Crítica de Paranormal Activity 4
Iba a pasar tarde o temprano. Que de tanto estirarlo, el chicle iba a acabar reventándose. Hace unos años, Paranormal Activity empezó de manera oficial la moda del found footage, y a partir de ahí, este particular recurso estilístico se explotó hasta el punto de verse convertido en todo un subgénero. La mayoría de ejemplares no pasaban de lo infecto: producciones cinematográficas de medio pelo que aprovechaban el filón para invertir cantidades mínimas de dinero y recuperar descomunales beneficios en taquilla. La saga Rec fue la primera en ver que la cosa se agotaba a ritmo vertiginoso, y ya abandonó el recurso en su tercera entrega. Pero Paranormal Activity conseguía sobrevivir echándole morro: cuando no se sacaba de la chistera giros argumentales imposibles, se divertía explorando (y explotando) todas las posibilidades que el formato ofrecía. Sólo que las naves, claro, se iban quemando a cada minuto. Y ha tenido que ser la cuarta entrega, la que en principio supone el fin de la primera saga paranormal antes de marcharse en forma de spin-off a Sudamérica, la que acabara plagando los platos rotos. ¿Justicia divina?
Desde luego, tiene delito. Tras llegar al punto más alto de la serie, los directores Henry Joost y Ariel Schulman han echado por tierra todo su trabajo previo acomodándose en la butaca más mullida pero roñosa a la vez. Lejos de los experimentos llevados a cabo en CatFish, y de los jugueteos con las diversas cámaras de que hacían uso en Paranormal Activity 3, aquí han tomado como referente el primer capítulo de la franquicia, recurriendo a cámaras estáticas colocadas en diversos puntos de la casa sin mayor enjundia, y a lo que un actor u otro pueda tener más a mano, ya sea una digital o el portátil. Visualmente, por tanto, esta entrega no tiene novedad alguna, salvo el empleo de la visión nocturna para detectar, en la más profunda oscuridad, los puntos que proyecta el Kinect para captar el movimiento de los que jueguen con ella. Mera anécdota que a la mínima que aparece ya quema su gracia, pues no puede ir más allá de descubrir figuras en movimiento invisibles para el ojo humano. Punto.
Ese no es el mayor problema. Lo más grave de este Paranormal Activity 4 es que a la falta de innovación visual se corresponde otro tanto para su guión, insultante repetición de esquemas que retoma entramados conocidos y aquello de asustar mediante la aparición repentina de algún personaje en pantalla, o de una sombra cruzando por delante de la cámara. Decíamos, cuando hablábamos de la primera años ha, que la gracia residía en hacernos subir una escalera hacia el terror, empezando desde el punto más bajo y subiendo escalón a escalón mediante la autosugestión: primero un plano en que no pasa nada, luego una lámpara que se mueve, luego una puerta que se cierra, luego una cama en la que se introduce una presencia invisible… Así hasta llegar a uno de los clímax más intensos que se recuerdan. Por su parte, la segunda y la tercera tiraron hacia otros derroteros (argumentos descabellados), por lo que se daba por hecho que ya habíamos llegado al final de esa escalera, y no hubiera necesidad de bajarla y subirla de nuevo. Bien, pues a saber por qué demonios aquí sí se cree conveniente empezar de cero, volver a proponer el juego al que ya hemos jugado, en los últimos años, en innumerables ocasiones. Un juego al que, simplemente, no queremos volver a jugar.
Máxime cuando nada invita a ello: conforme pasan los minutos, Paranormal Activity 4 se va descubriendo como el tedioso retrato de una familia, sin que prácticamente nada más ocurra y, por tanto, con una esperanza menguante de que se retome el hilo argumental de la entrega anterior. Se empieza de cero, se presentan personajes nuevos (especialmente desafortunados, además), pero se introducen en un marco que ya conocemos, desde el que se vuelve a contar una nada estimulante historia de fantasmas siguiendo todos los lugares comunes del género. Para colmar el vaso, lo poco que se cuenta se hace de manera torpe y desganada, sin saber cuándo se está hablando de fantasmas y cuándo de vecinos locos. Pero eso sí, trampas tiene para parar un tren. Trampas de las que sólo cuela la primera (la cámara girando de repente para encontrarse con alguno de sus personajes a un palmo de distancia), siendo el resto una repetición irritante de la misma.
Vamos, que nos toman por tontos. Por eso, pretenden que nos traguemos los rollos de siempre. Y por eso, pretenden que volvamos a tirar de autosugestión para asustarnos con lo que ya quedó obsoleto allá por 2007. No se palpa ningún esfuerzo por intentar sorprender y generar nuevos miedos y así, el resultado es un auténtico de órdago. Un despropósito, una muy mala película con un muy mal guión y un mucho peor argumento, y una sucesión de falsos sustos que no tardan en provocar, incluso, el rechazo de los fans. El eslogan promocional de Paranormal Activity 4 dice que toda la actividad ha llevado a esto.
Debería, por tanto, tomarse como un fin de ciclo, un cierre: ya está, hasta aquí ha llegado el found footage. Quien fuera su principal abanderado ha emprendido ya la retirada, el chicle no da más de sí. Ese sería el único valor positivo de la película que nos ocupa. Pero que al final de sus títulos de crédito aparezcan ya las primeras imágenes de su spin-off demuestran que aquí, hasta que el espectador no rechace en masa tales atracos a mano armada, van a seguir llegándonos. O sea que se ríen de nosotros, y encima en nuestra cara, qué triste. Ojalá los sonoros abucheos que se llevó en el festival de Sitges sirvan para algo…
2/10
Sí señor, indignante basura en la que NADIE debería invertir un duro ni un sólo minuto de su vida. Se puede hacer películas mejores o peores, pero lo que no se puede hacer es engañar a la gente de esta manera. Que un puñado de magnates en algún punto de Hollywood se rían de nosotros mientras se compran más yates con nuestro dinero es directamente inadmisible.
¿Puedo contar el caso de anoche, Carlos?
No contentos con ofrecernos semejante despropósito, antes de la proyección se nos informó, sin ningún tipo de vergüenza ni dignidad, que íbmos a ser grabados durante la película, para fines promocionales. Sin avisar antes de entrar en la sala, por supuesto. La estrategia, según se nos informó por meganofnía, consiste en que Paramount Pictures te graba y puede utilizar esas imágenes en las que aparece TU rostro para, básicamente LO QUE LES DÉ LA GANA y, ojo, A PERPETUIDAD. Esto último, textual. Esto es, no sólo te dan, con perdón, por culo con la película sino que luego encima te utilizan para que les hagas tú promoción. Y no gratis, no, remunerada POR TI. En otras palabras: entras, pagas por la entrada y también porque promocionen su infecto producto.
"Hola, te voy a mender una mierda, me vas a pagar por ella y además me voy a aprovechar de ti para venderle la mierda a otra gente".
Por supuesto, junto con esto informaban que quien no estuviera conforme con las cláusulas, podía salir del cine en ese momento. Claro que sí, pero ¿acaso te devuelven el dinero? Ni por asomo, de eso no se dijo absolutamente nada. En otras palabras: rotundamente NO. Si entras en la sala te jodes: o pierdes tu dignidad quedándote o pierdes tu dinero marchándote.
Sólo me consuela la sonora pitada que indica Carlos en su crítica: no es que vaya a tener ningún efecto, pero por lo menos quedó bien grabadita en las tarjetas de memoria de las cámaras que colocaron los sátrapas de Paramount.
Basta ya.
Por cierto, estupenda crítica, dude… :P
Post cabreo: me releo mi comentario más en modo relax y me doy cuenta de la cantidad de cagadas tipográficas que contiene, algunas francamente cachondas: "meganofnía"
Good job, yo!
Añadamos más leña al fuego. Ya han salido las primeras reacciones grabadas, vía youtube. Te has fijado? Al final no ha salido ninguna de Sitges, festival en que, confirmamos, el espectador iba libre de "presiones" (pases/invitaciones como las que se ven de EEUU, Japón, Alemania etc siempre cuentan con un plus, en plan "animad el cotarro que os estamos invitando")… por qué será?
Basta ya de manipular, coño!