Crítica de Passengers

Rodrigo García, director y escritor de la mayoría de capítulos de «Carnivàle» e «In Treatment» (además de «A Dos Metros Bajo Tierra»), así como de «Cosas que diría con solo mirarla» o «Nueve Vidas», toma las riendas de «Passengers», thriller con tintes sobrenaturales que supone el debut de la jovencísima Anne Hathaway como protagonista absoluta en un film serio. Completan el interesante cartel Patrick Wilson («Hard Candy»), David Morse («16 Calles«), Clea DuVall («Héroes»), Dianne Wiest («In Treatment»), y Andre Braugher («La Niebla de Stephen King«).Un avión se estrella y tan sólo sobreviven siete personas. Claire, una joven psicóloga, deberá ayudar a los supervivientes a superar el trauma. Pero, poco a poco, éstos empiezan a desaparecer misteriosamente. Con la ayuda de Eric, uno de los pasajeros, Claire intentará descubrir qué ocurrió realmente durante el vuelo.

Antes de nada, me veo en la obligación de avisar al lector de que, aunque no pienso revelar el final, mucho me temo que éste se intuirá fácilmente debido a las obligadas comparaciones entre esta película y otra conocida universalmente (e imposible de olvidar). Y debido a que es justamente su conclusión lo único mínimamente interesante de «Passengers», dejo a vuestra cuenta y riesgo la lectura de lo que sigue.

Crudo lo tiene Anne Hathaway para reivindicarse como actriz de peso si los papeles protagonistas que recibe pertenecen a films como este que nos propone Rodrigo García.
Engañosamente camuflado de thriller catastrofista de investigaciones y/o conspiraciones, «Passengers» no tarda en agotar todos sus atractivos, descubriéndose como una pseudo-romántica historia de amor sumamente apática y previsible, relegando a un casi invisible segundo plano todo lo referente a los supervivientes del accidente aéreo y sus diferentes versiones sobre lo acontecido, que dicho de paso tendría el suficiente jugo como para convertirse en un, cuanto menos, digestible guión de mentiras, pistas y sospechosos digno de cierto devaneo cerebral.
En vista de que a dicha vía argumental se le dedican apenas cuatro líneas en favor de la mencionada trama de amor (también desaprovechada) entre paciente y psicóloga, lo que queda es un supuesto batiburrillo de sensaciones chocantes entre sí que van de la emoción a la intriga y al terror, acabando irremediablemente en el tedio más absoluto.

De este modo, el espectador comienza a enervarse al sentir el peso de cada minuto de metraje como si de una hora se tratara, pues absolutamente nada parece suceder en pantalla más allá de la forzada evolución sentimental de los dos protagonistas, que solo sirve para confirmar la poca (por no decir nula) química entre ellos. De esas misteriosas desapariciones de los supervivientes apenas se habla, y los encuentros entre ellos apenas tienen algo digno de mención. Ayuda a potenciar la sensación de hastío una banda sonora compuesta por una partitura lenta hasta el paroxismo, capaz de aletargar de antemano cualquier momento supuestamente excitante.
Tan solo aquí y allá aparecen meras pinceladas que hacen pensar en una subtrama palpitante, tales como conversaciones un tanto extrañas o la aparición de personajes perturbadores (como el de David Morse, del que nunca se sabe demasiado y todo parece indicar que se encuentra tras el desastre).
Sin embargo, aquí es donde, sin lugar a dudas, reside el fallo más grave de «Passengers».

Desde que allá por el año 1999 M. Night Shyamalan cambiara la historia del cine con «El Sexto Sentido», son pocos los espectadores que ante el más mínimo indicio (por infundado que sea) de sobrenaturalidad, fantasmas o muertes no reconocidas, no se plantean una serie de posibilidades referentes a los personajes, tratando de adelantarse a los hechos y descubriendo el pastel antes de tiempo. Es imposible calcular la de veces que se nos ha pasado por la cabeza eso de ‘en realidad todos están muertos’, y la culpa de tal comportamiento la tienen no solo Bruce Willis y compañía, sino la inacabable lista de productos sucesivos que bebieron descaradamente del mismo manantial, como «El Último Escalón» o «Identidad», por solo citar un par de ejemplos, que crearon una moda a la que se apuntaron muchos, demasiados cineastas, llevando en seguida al completo agotamiento de la fórmula.
Pues bien, García y Ronnie Christensen (guionista del film) parecen haber despertado de un largo letargo sin enterarse de tal evolución, y se han empeñado en caminar paso a paso tan abandonado y manido camino, convirtiendo su «Passengers» en la enésima, y esperemos que última, fotocopia de «El Sexto Sentido».
Dicho de otro modo, desde que Wilson, a los cinco minutos de metraje, habla con Hathaway diciéndole cierta frase inquietante, el espectador ya comienza a elucubrar y jugar con las opciones más imposibles, intuyendo y acertando pese a ello todo el cotarro.
Pero si hace unos años ése era motivo de satisfacción, en este caso se vuelve en contra del film, pues lo que se espera de él (así como de todos los que se atrevan a tratar con temas similares) es un final que contradiga precisamente dichas teorías, algo que aquí no solo no ocurre, sino que además se resuelve de la peor de las maneras, con la ya clásica explicación de tres al cuarto masticándolo todo hasta que lo pueda entender el niño más desatento de la sala.

Para rematar la faena, «Passengers» se convierte en sus últimos minutos en una especie de mensaje reconfortante para el que haya perdido a un ser querido en un accidente aéreo, algo a mi entender bastante desafortunado tras los terribles acontecimientos acaecidos recientemente en Barajas, sobretodo por el modo en que está tratado (aunque obviamente, la culpa de ello no la tiene la película en sí). Y es que no solo puede resultar estremecedora para los más aprensivos la recreación del incidente, sino que el tono happy ending con el que concluye definitivamente la película, que por cierto ata los últimos cabos de manera más que somera y gratuita, acaba por resultar incluso insultante. Parece como si el guionista haya vivido en sus carnes una experiencia similar, y haga de todo para autoayudarse y complacerse con ñoños idilios absolutamente fuera de madre.

En resumen pues, «Passengers» es una película en el mejor de los casos desafortunada. Mal interpretada, mal dirigida y peor escrita, no cuenta con nada que justifique su estreno en salas, más allá del morbo que supone ver una película sobre aviones siniestrados con el vivo recuerdo de la tragedia de Madrid. Y de hecho, puede que ese sea el motivo por el que la película llega a nuestras pantallas antes incluso que en su país de origen, Estados Unidos…
2,5/10

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En diciembre de 2006 me dio por arrancar mi vida online por vía de un blog: lacasadeloshorrores. Empezó como blog de cine de terror, pero poco a poco se fue abriendo a otros géneros, formatos y autores. Más de una década después, por aquí seguimos, porque al final, ver películas y series es lo que mejor sé hacer (jeh) y me gusta hablar de ello. Como normalmente se tiende a hablar más de fútbol o de prensa rosa, necesito mantener en activo esta web para seguir dando rienda suelta a mis opiniones. Esperando recibir feedback, claro. Una película: Jurassic Park Una serie: Perdidos

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Comentarios

  1. Acabo de pasar por el blog de Goethemola y ya veo que más o menos opinais lo mismo. Me arriesgaré con ella pero ya que es la segunda que iría a ver al cine de estreno tras un mes y medio con pases de prensa y lo que adelanté por internet (la otra será esta semana Vicky Cristina Barcelona, a ver esa también que tal).

    Por cierto, te invito a que pases por mi blog para ver….¿EL PRIMER BUKAKKE DE MEGAN FOX?

  2. juas juas ésta me la apunto… un 2 en Sin pelos… y un 2,5 en La casa de los horrores… debe de ser buenísima!!!!!

  3. chacal tío, cada día estás peor, jajaja! sobre ésta… yo que tú no iría eh?

    marchelo, jeje, en realidad a goethemola le gustó, pero para no quedar mal… XD

  4. Un buen cinéfilo tiene que estar preparado para todo… para lo bueno y para lo malo.;)

  5. juas, si tú lo dices…..

  6. Te das cuenta de que el cartel dice «10 supervivientes»…

    Chico yo ya no sé si contar y spoilear es trabajo de los cartelistas.

    Por cierto, ni enseñando culete el wilson se salva el tema, ¡Qué triste!

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