Crítica de Paulina
Aunque debutó hace ahora diez años con la coral El amor (primera parte), el nombre del director argentino Santiago Mitre llegó a los oídos del gran público con la muy interesante El estudiante (2011), en la que presentaba las principales virtudes (y defectos) de su cine: un guion robusto y complejo y una gran capacidad de remover conciencias y de reflexionar sobre conceptos intangibles mediante imágenes e historias concretas.
Si El estudiante era una disección sobre la política y la responsabilidad que conlleva ejercerla, en Paulina, remake de La Patota (Daniel Tynaire, 1961), Mitre pone el foco sobre la justicia y su significado en un mundo injusto, obligándonos a pensar sobre un tema, el de las líneas que separan lo legal y lo moral, que muchas veces damos por sentado.
Premio FIPRESCI en la semana de la crítica de Cannes y aclamada en San Sebastián, Paulina está protagonizada por Dolores Fonzi, que confirma con una actuación de altura los visos de gran actriz que demostraba en su El aura o Truman. La actriz argentina interpreta en esta ocasión a Paulina, una prometedora y comprometida abogada que se traslada desde Buenos Aires a una zona rural cerca de Paraguay para ejercer de profesora en un proyecto social.
Densa y muy calculada, hay tantos temas a destacar en esta película que sería difícil mencionarlos todos en una crítica. Entre ellos, el inevitable choque entre ideales y realidad, la hipocresía y las apariencias necesarias para vivir en sociedad o el choque generacional entre la juventud idealista y la vejez conservadora. También nos sirve a los admiradores del cine argentino para alejarnos de la tan manida Buenos Aires y adentrarnos en una región raramente vista en el cine, donde los rostros son más indígenas que blancos y es más común la lengua indígena que el español.
Como en la magnífica Elefante blanco, dirigida por Pablo Trapero pero en donde Mitre participa en el guion, Paulina no rehuye de un realismo que recuerda al de los hermanos Dardenne, presentando la violencia tal y como es, sin intentar esconderla ni hacer hincapié en un morbo innecesario.
Lo peor de Paulina, y lo que puede lastrar su conjunto final, es un excesivo subrayado de su tema principal. No es una película de personajes, de los que apenas conocemos sus antecedentes (sirva como ejemplo el caso del novio de la protagonista, cuya presencia testimonial resulta especialmente ilógica), sino más bien teórica, una especie de tesis doctoral. Este aspecto, unido a un montaje con un ritmo demasiado irregular, hacen que en algunos fragmentos de la película tengamos la sensación de estar ante un artículo de revista cultural y no tanto una pieza fílmica capaz de agitar nuestras emociones más primarias.
Trailer de Paulina
Valoración de La Casa
En pocas palabras
Interesante película con infinidad de mensajes y disertaciones, que se ve afectada por un ritmo irregular y, quizá, un discurso principal manido en exceso. Con todo, notable.