Crítica de Perdidos en la nieve (Into the White)
En 1940, en plena II Guerra Mundial el avance nazi llevó a, entre otros delirios colonialistas, pugnar por el control del territorio noruego. La batalla se libró en la nieve, pero también en los cielos, entre aviadores de la RAF y pilotos de la Luftwaffe dirimiendo el conflicto desde sus cazas y protagonizando sangrientas peleas sobre máquinas aladas. En dicho contexto, solo que varios miles de pies por debajo, se sitúa esta Perdidos en la nieve, drama en hábitat bélico a medio camino entre la aventura interior, el survival intimista y la historia de camaradería. Según se nos cuenta, la historia narrada parte de un suceso real, la caída de dos aviones enemigos cuyos pilotos y copilotos, alemanes e ingleses, quedaron varados en una cabaña en la nieve, obligados a entenderse, forzados a cooperar para sobrevivir en medio de la nada. Y ni más ni menos ofrece la película de Petter Naess. Una historia con pretensiones de drama de cámara y resultados visualmente competentes que se aferra a las convenciones genéricas y al espíritu de las aventuras intemporales.
Esto es como una especie de reedición de El vuelo del Fénix cruzado con ¡Viven! y visto por un Peter Weir que se ha cansado de su habitual celebración del movimiento. Una historia que parte de un guión de estructura muy clásica en el que, entiéndase como se quiera, no falta nada. En el que los personajes responden a unos perfiles calculados y sus arcos de transformación se ajustan a lo esperable. Nadie va a sorprenderse cuando vea la evolución de las relaciones entre ellos porque al fin y al cabo de eso es de lo que se trata. No en vano esto es una típica y tópica historia de supervivencia, cooperación, alianza y -finalmente- amistad en la que un puñado de hombres son retornados a un estado primigenio para volver a aprender a sobrevivir. Nada del otro jueves. La enésima historia de la lucha eterna entre hombre y naturaleza no exenta de lugares comunes y giros previsibles, pero definitivamente agradable.
Quizá lo más interesante de todo ello sea precisamente ese retorno a las esencias. Perdidos en la nieve está despojada de artificios y propone un redescubrimiento de la pureza de la aventura y, con ella, de las imágenes: los paisajes están fotografiados con sencillez y sin preciosismo estéril, y precisamente por ello resultan más bellos. Los interiores están planificados a través de una cierta austeridad, perfectamente calculada. Y a pesar de que apenas se aprecian cambios escénicos (básicamente de fotografía) en progresión paralela con la evolución psicológica de la historia, la idiosincrasia formal va totalmente acorde con el mensaje de la película, esa obligada reducción a lo más puro. Evitando felizmente la complacencia y el almíbar la película juega muy bien sus cartas éticas; aquí no hay soldados sino hombres. No hay nazis sino gente que han vivido en un lugar y un momento demasiado concreto. No hay ideología sino simple solidaridad. Un mensaje, en fin, humanista no muy habitual entre este tipo de producciones que a ratos logra translucir una rara sinceridad.
No debemos dejar que la garantía de la realidad, la promesa de que todo esto «es así porque así ocurrió» legitime unos postulados que, trasladados al ámbito cinematográfico, resultan excesivamente reconocibles, demasiado cercanos al constructo ficcionado en una confusión entre el aliento clásico y el simple cliché. Pero el espectáculo, como tal, es innegablemente solvente y efectivo, bien realizado e interpretado, escrito con soltura y un cierto amor por un tipo de cine muy concreto. Una película «como las de antes», en todo lo bueno y lo malo que eso conlleva.
6’5/10
Muy linda la crítica y muy clara. Me apetece. Para un día caluroso: mola ver a los demás currar un huevo por sobrevivir en la nieve mientras tú estás tirá en el sofá de tu casa con el ventilador (eso sí, de aquí tres meses, pero todavía hará calor).
Ahora me abro el póster para ver a los actores y me entero que sale el Ron de Harry Potter! ¿Pero cómo no nos dices eso, alma de cántaro? Me lo voy a pasar teta viendo esta peli. Caretos ridículos de sufrimiento marca Rupert Grint, y en un survival bélico con rollo brit-patriot… Yo esto no me lo pierdo!