Crítica de Perfect Sense

Perfect Sense

Uno tiene que ser consecuente con su carrera, y si viene de rodar algo como American Playboy, quizá debería plantearse su siguiente proyecto desde la mayor de las humildades. Máxime cuando sendos títulos son tan distintos entre sí. Máxime, cuando este nuevo trabajo ofrece explorar unos derroteros tan estimulantes. Porque Perfect Sense va de un megavirus, o megacontagio, o megaataque alienígena o divino, que hace que la humanidad vaya perdiendo, progresivamente, los sentidos; y va de una historia de amor íntima en medio de todo este drama global. Da para mucho, y hay muchas formas de acercarse a ello. Lamentablemente, David Mackenzie opta por la vía más cuestionable, y le otorga a su proyecto una relevancia y una altivez que, a la postre, acaban jugando en su contra. Y el (ir)responsable de American Playboy, repito. Cuestionable decisión, pues, por dos motivos: ante todo, porque ir de trascendental por la vida requiere hilar muy fino y dar explicaciones rigurosas a acontecimientos cuanto menos surrealistas, saltos de fe que caen en lo ridículo mientras que aplicando un tono más distendido, bien podrían haber pasado con total normalidad. Y segundo, porque es más difícil permitir el disfrute en condiciones de un producto de estas características, si éste no es el primero en ser consciente de sus propias limitaciones. Para hacerse una idea, en manos de Soderbergh el mismo proyecto puede contener la mezcolanza entre cine con firma y cine-entretenimiento perfecta para cotas de goce muy elevadas. En manos de Mackenzie, se peca de exceso en lo primero y de carencia en lo segundo. Y así es muy difícil.

Cuidado, en ningún caso puede decirse que el desaguisado sea completo ni mucho menos. Pero la sensación, por decirlo de alguna manera, es la de una película que progresa a dos ritmos netamente distintos y descompensados entre sí; de dos marchas que provocan contrastes emocionales demasiado evidentes. Se nota, sobre todo, una gran diferencia entre las ideas que desde un primer momento han estado ahí, potentes puntos fuertes del guion de Kim Fupz Aakeson, y lo que se ha ido añadiendo después para justificar la duración de un largometraje (a duras penas llega a los 80 minutos y se le notan los liftings por todos lados). Lo cual provoca a su vez ese encontronazo entre situaciones que pretenden ser hiperrealistas y otras propias de la ficción más increíble. Pero como decíamos, este problema es única y exclusivamente atribuible a un director encantado de conocerse, que le otorga una gravedad innecesaria al film mediante un estilo obsesionado con sobresalir. De este modo, Mackenzie trata de imponer su condición de auteur a base de un estilo cambiante, entre videoclipero y aséptico, muy afectado por delirios de grandeza deudores de Boyle y compañía. Estilo que se remata por un montaje exagerado para una cinta que por si fuera poco no duda en saltar a diversas geografías de todo el mundo en un afán de convertir su discurso en una moraleja universal por encima del bien y del mal. Vamos, que parece que Dios en persona nos esté hablando a nosotros, vulgares y pecaminosos espectadores (no por nada, una de las posibles teorías de la catástrofe es que se trate todo de una amonestación divina). Y sin embargo, luego es incapaz de justificar auténticas patilladas de guion que saltan a la vista por romper esa pretenciosa aura de rigor que tanto busca.

Perfect Sense

En esa doble marcha, Perfect Sense adopta también las formas de un acordeón que se estira hasta hablar (señalar) a toda la humanidad y luego se encoge hasta seguir únicamente a dos personas, chicha-conoce-chico, y vaya chica y vaya chico: Ewan McGregor y Eva Green son los protagonistas de este drama con moraleja que también es historia de amor, y que de nuevo, no acaba de encajar bien sus piezas. Su relación es apasionada únicamente porque los dos actores se entregan a ella en alma y sobre todo en cuerpo. Pero por lo demás, es muy difícil sentir realmente la extrema degradación por la que pasan sus alter egos, ante los titubeos del film por rebajarse a las mundanas cotas del género romántico (evidentemente impropio de un director tan endiosado) y combinarlo después con la pérdida de oído, olfato, etcétera. De verdad, Mackenzie no sabe la suerte que tiene de contar con una historia tan interesante de por sí, pues en caso contrario, el rechazo hubiera sido uniforme.

Y es que a la postre, queda una propuesta que despierta la curiosidad del espectador pese a todo. Y que por tanto, se sigue con interés moderado e irregular, pero sin llegar a perderse del todo en ningún momento. Aunque eso es peor, puesto que de esta manera resulta imposible no sentir una profunda lástima al pensar en lo que hubiera pasado si hubiera contado con una personalidad más sobria detrás de las cámaras. Quién sabe, quizá ahora mismo estaríamos hablando del exponente de cine apocalíptico/vírico no hollywoodiense definitivo, en lugar de hablar de una medianía tan peculiar en su premisa como olvidable al poco rato….
5/10

Y en el DVD…
Cameo edita la película en formato doméstico de la mano de Versus Entertainment, y lo hace en una sencillita edición en DVD de imagen demasiado afectada por las manías de su cineasta, y audio correcto (5.1 tanto en inglés como en castellano) pero mejorable. Un trailer y las fichas técnico-artísticas habituales completan el espacio sobrante del disco.

En diciembre de 2006 me dio por arrancar mi vida online por vía de un blog: lacasadeloshorrores. Empezó como blog de cine de terror, pero poco a poco se fue abriendo a otros géneros, formatos y autores. Más de una década después, por aquí seguimos, porque al final, ver películas y series es lo que mejor sé hacer (jeh) y me gusta hablar de ello. Como normalmente se tiende a hablar más de fútbol o de prensa rosa, necesito mantener en activo esta web para seguir dando rienda suelta a mis opiniones. Esperando recibir feedback, claro. Una película: Jurassic Park Una serie: Perdidos

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