Crítica de Pesadillas (Goosebumps)
Cuando Robin Williams falleció, se generaron en seguida dos corrientes ideológicas para sus panegíricos: había quienes lo recordaban por sus roles serios (quizá algo sobrevalorados) y quienes se acordaban del Robin Williams idiota. Y por idiota quiero decir: el humorista total (bastante infravalorado) especialmente dado a las comedias entre infantiles y familiares y cuyos roles, al margen de la calidad de las películas, siempre contaban con un plus de humanidad. A la chita callando, Williams fue uno de los protagonistas principales de la infancia de muchos de los que nos curtimos en los noventa. Ahí están La señora Doubtfire, Hook (de todo un Spielberg, recuerden) o Jumanji. Dichosos los astros que han ido a reunir en pleno 2015, veinte años después de su estreno y uno y medio de la muerte de su protagonistas, el espíritu de ese juego de la oca loco con el actor que a todas luces se postula como sustituto natural de Williams: Jack Black. Y más aún: a la fórmula han añadido otro icono noventero esta vez de la literatura juvenil, como es la saga Pesadillas de R.L. Stine. Precisamente así, Pesadillas, se titula este divertimento familiar en el que unos chicos abren el manuscrito original de una de las novelas de Stine, liberando a una de sus bestias protagonistas, quien a su vez libera a otra, y a otra más, hasta que la ciudad de Madison se ve invadida por bestias de todo tipo, desde hombres lobo a enanitos de jardín cabrones, mantis religiosas gigantes o momias.
Leída la premisa y atendiendo al público objetivo (y a la fecha de estreno) de la película que nos ocupa, pocas dudas puede albergar su mecanismo. Esta es una comedia de aventuras juvenil de moraleja evidente y entramado teledirigido, blanca como ella sola y abiertamente deudora de Jumanji tanto como de cualquier otra película que tenga a protagonistas menores de 18 (aquí: Zach Cooper y Odeya Rush). Estamos de acuerdo en que no va a descubrir la pólvora ni en lo argumental, ni en lo teórico, ni en lo práctico: (dudoso) CGI en vena, abuso de las tres dimensiones, planos demasiado condicionados por el croma. Desde luego, Pesadillas no se incluirá en ninguna lista de imprescindibles 2015. Lo bueno es que todos parecen conscientes de ello.
Por ese motivo se apuesta por un tono sumamente desenfadado desde el principio, con un humor que vendría a ser una suerte de Supersalidos para todos los públicos gentileza de actores de probada vis cómica (Black, pero también Amy Ryan, Ken Marino o Ryan Lee, visto en Super 8). Al mismo tiempo, no hay intención alguna por ocultar cartas, mostrándose sumamente honesta y permitiendo con ello que el espectador adquiera una posición de relación obligada: hey, esto es lo que hay, si no te gusta ya te estás largando. Posición que se consigue desde su mera premisa, en la que madre e hijo se mudan de la gran ciudad a un pueblecillo apartado para superar la reciente pérdida de su padre. Eso, cuatro gags facilones (pero solventes) y algún guiño complaciente a los más desfasados lugares comunes del terror, hoy en día entrañables pero totalmente carentes de impacto.
Establecidas intenciones, prismas, posturas y tonos, el impersonal pero habilidoso cineasta Rob Letterman construye una aventura en constante crecimiento, que se acaba tornando adictiva. Un no parar de escenas de acción y aventuras con un buen puñado de gags acertados (a su honestidad me vuelvo a remitir para justificar el éxito de los mismos) para echarle salero a un metraje precipitado a propósito, y bienvenido sea. Es cierto que se profundiza lo justo en los conflictos de sus personajes (por no decir nada) y que varios cabos quedan por atar. Cabos que a nadie le importan y que tan sólo servirían para ahondar un poco más en una vulgaridad de la que sorprendentemente, Pesadillas consigue huir.
Sin prejuicios, a sabiendas de lo que una comedia familiar con Jack Black implica para el espectador, y con el mero ánimo de devorar palomitas a ritmo de vértigo, resulta que la nueva película del director de El espantatiburones da exactamente en el centro de la diana a la que apuntaba: si lo que se busca para la noche de San Esteban es una aventura ligera y condenadamente entretenida, con espacio para la sonrisa, la risa incluso, y mucho de ablandamiento emocional: es imposible que quien haya crecido con las novelas de Stine no se reblandezca como un flan, le ría sus chistes relacionados con Stephen King, ni sepa traerse de mucho tiempo atrás algún que otro recuerdo de escalofrío juvenil; como es imposible que los que hayan consumido todas las películas que realmente catapultaron a la fama a Robin Williams, escondan una mueca a medio camino entre la ternura y la añoranza.
Sea como sea, tenemos divertimento navideño para toda la familia.
Trailer de Pesadillas
https://www.youtube.com/watch?v=s3Fqt-S2ITk
Valoración de La Casa
En pocas palabras
Una amable chorrada que servirá para desconectar un poco y entretenerse tanto si se es adulto como si no. Guilty pleasure, incluso.