Crítica de Philomena
Philomena Lee, interna en su juventud en una de las infames lavanderías de la Magdalena, se veía obligada a dar su hijo en adopción en los años 50 a una familia anónima para no volver a verlo en las siguientes décadas. Una terrible situación que se repetía con lamentable asiduidad en dichos centros católicos, que desde la independencia de Irlanda en los años 20 y hasta bien entrados los 90 obligaron a trabajar a cerca de diez mil mujeres y las despojaron de su libertad, su dignidad y, de paso, su descendencia. Cuatro décadas más tarde de la tragedia de Lee, el periodista británico Martin Sixsmith emprendía junto a ella la búsqueda de su vástago robado, una peripecia que quedaría posteriormente plasmada en un libro, punto de origen para la película que nos ocupa. Relato desde el que ha partido Steve Coogan, aquí en funciones interpretativas pero también de coguionista (junto a Jeff Pope), y Stephen Frears, máximos responsables de esta Philomena, drama cómico (y a la inversa) y suerte de road movie otoñal de bolsillo que sirve además como tour de force intretpretativo entre le propio Coogan y una Judi Dench que, como suele ser, está estupenda. Así de sencilla y así de llana es la propuesta del director de Mi hermosa lavandería, que pretende mostrarse despojado de artificios para apelar al corazón, tanto de la historia como de sus espectadores.
Y esa es la mayor virtud de una película que vuelve a flirtear con la supuesta legitimidad automática del «sucedió de verdad» bordeando el peligro de caer en lo inconsistente. No es el caso, claro, porque, guión a parte, Frears es desde hace lustros un narrador experimentado, un hombre que ha encontrado una parcela propia de autenticidad a la que accede por la vía de la emotividad sin cargar las tintas: su mirada suele ser más quirúrgica que exuberante y sus palabras suelen ser tan seguras y tan firmes que acaba siendo mínimo el peligro de descarrilar la historia y despeñarla melodrama de sobremesa abajo. En este caso eso se traduce a una exposición de la narración firme y coherente con el texto pero no por ello necesariamente capada de emotividad. O así es gran parte del tiempo. Porque a pesar de que parece que estemos ante una película honesta, tampoco es menos cierto que el riesgo que emprende es muy relativo, por no decir casi inexistente. Muy al gusto del gran público (lo que no es necesariamente malo de entrada), Philomena juega la carta de su propia emotividad sensata y acusa un ligero exceso de cálculo. Sus ingredientes -comedia traviesa, drama geriátrico, búsqueda de la justicia- parecen excesivamente medidos.
Así a pesar de que, insisto, estemos ante una película medianamente honesta e indiscutiblemente agradable, Coogan y Frears no son capaces de soslayar por completo sus propias contradicciones. La película está planteada como una mirada despiadada (que no cruel) sobre algunos ítems de calibre más o menos humanista: primero el estilo de vida americano, en choque frontal con el de la campiña inglesa -bellamente fotografiada, por cierto-. Segundo la intrusión de la vida religiosa sobre la libertad de la persona, estableciendo una escala de grises que termina posicionada del lado del relativismo: en las luchas de fe contra lógica escéptica y fanatismo religioso contra espiritualidad tolerante sale ganando esta última. Y tercero la sátira entorno a la simplicidad maniquea de los medios de comunicación: Coogan y Frears vierten bastante ácido sobre los comportamientos despiadados de periodismo de impacto. Pero, aquí el problema, me temo que no puede evitar caer en su propia trampa: la caracterización inicial de los personajes es un tanto obvia (especialmente la de él, un cínico más bien sin escrúpulos), y los objetivos del sentimentalismo durante el desarrollo de la película, en exceso evidentes. De modo que queda un tanto empañado el tema final de la película, que se articula en dos vías paralelas: por un lado la búsqueda de la objetividad informativa para sacar a la luz una realidad que siempre ha sido maquillada o directamente escondida. Por el otro la búsqueda de la verdad de la propia Philomena, único camino posible para su paz espiritual.
Al final, Philomena se va como llegó, haciendo poco ruido pero apostando por el impacto emocional. Dependerá de la tolerancia de cada uno, pero incluso los más cínicos deberían apreciar las bondades de un relato narrado con profesionalidad, rigor y buen gusto. Un producto muy entretenido, bien intencionado en su voluntad de despertar reacciones sinápticas en el espectador y, especialmente, interpretado maravillosamente por una pareja de actores de robusta compenetración. Judi Dench y Steve Coogan, son el auténtico centro neurálgico y emotivo de la película y con ellos -más que con la sensación de haber sido teledirigido- se queda uno tras bastante rato después de que los créditos hayan terminado de desfilar.
7/10
"Dependerá de la tolerancia de cada uno", perfecto ahí pues la película coquetea con el exceso de sentimentalismo, pero para mi también fueron mayores sus valías, destacando el humor. Magnífica crítica, ya que coincidimos en la mayor parte, si no, no lo pondría, xD.
Un saludo.
Jeje, pues gracias por tu comentario, Ki_wi…
Al final la base de lo que hacemos es un poco esto, ¿no? Damos unas claves y unas opiniones basadas en parámetros objetivos, pero al final quien tiene que decidir es el espectador y lo que le hace decidir es su predisposición y tolerancia a lo que se le cuenta. Creo yo…
Lo dicho, ¡muchas gracias por pasarte! ;)
Un saludo