Crítica de Pinocchio
Vale, creo que se puede decir que esta también ha salido mal. No tan, TAN mal como cuando lo intentó Benigni, que hundió su carrera justo después de haber alcanzado la gloria (tras La vida es bella, el italiano se puso en la piel de Pinocho en la película italiana más cara hasta la fecha… pegándose un batacazo histórico). Pero no sé si este Pinocchio le ha quedado, a Matteo Garrone, tal y como él esperaba. Aunque sí puede que se le acerque bastante, que ya es. Y es que además de la citada versión de 2002 perpetrada por Roberto Benigni, la marioneta de madera que quiere ser un niño de verdad ha visto una versión de terror, una animada y futurista, una con Martin Landau… y todas ellas han sido un desastre. Ni dos maestros de la talla de Kubrick y Spielberg pudieron darle al tronco viviente el empaque que tenían pensado, por mucho que lo convirtieran en un robot con la cara de Haley Joel Osment.
Por si fuera poco, además el director de Gomorra arriesga y de qué manera, con una nueva intentona de público incierto en todos los sentidos. Este nuevo Pinocchio es un retrato costumbrista italiano, y además (ni que sea para recuperar lo invertido) una película con vocación internacional. Es un cuento infantil, pero dirigido a un público adulto, cuando en verdad es un coming of age para adolescentes (que probablemente ignoren la película porque los adolescentes no van al cine). Más que una adaptación, es una revisión que no quiere atarse a los pasajes más icónicos del cuento original, pero debe pasar por ellos de un modo u otro, así que lo hace sin demasiado ahínco, para sorpresa del respetable (y enfado del purista). Desde luego, el conflicto de la película es mayor del de cualquiera de los personajes que pululan por ella.
El resultado de todo este imposible batiburrillo es, sorpresa, una película extrañísima. Este Pinocchio está sumamente bien hecho: efectos especiales sorprendentes, maquillaje aún mejor, y una fotografía preciosa de naturaleza y parajes italianos campestres semi abandonados. Garrone dirige un espectáculo cinematográficamente perfecto, al combinar tales elementos con un planteamiento elegante, sin florituras de autor ni nada remotamente cercano. Y sin embargo, la suya es una propuesta voluntariamente feísta: ciertos personajes son horripilantes, otros más creepy incluso que Benigni (sí, presente en este Pinocchio, en calidad de Geppetto esta vez) y su malrollera veneración a su muñeco. Y todo es sucio, pobre. Claro, la voluntad es clara: Garrone está retratando, en verdad, lo más bajo de la sociedad: mentirosos, ladrones, ladrones de niños… asesinos de niños incluso. Y alguna escena, de verdad, resulta turbadora como poco. El féretro cargado por cuatro seres, el ahorcamiento o el momento burros, quizá los que se llevan la palma.
A su vez, se trata de una película de alma rabiosamente italiana, por así decirlo (y ya tocaba, teniendo en cuenta que el cuento original es del toscano Carlo Collodi). Por mucho que se trate de animales y trozos de madera parlanchines, acaban dibujando una sociedad italiana en la que pesan la religión, la vida en el campo, las formas (nadie sale de plano sin haberse despedido previamente)… Al final, resulta que por muy alejada que esté en teoría, a la postre esta nueva propuesta de Garrone no se aleja demasiado de su filmografía, tan centrada en la sociedad italiana.
De todo este caldo de cultivo no puede sino salir una peli de culto con todas sus letras. Pero lo dicho: en realidad, no ha salido del todo bien. Porque el ritmo va y viene, se estanca demasiado en más de una ocasión; ese modo acordeón que se acerca y se aleja de la obra original descoloca más que otra cosa, y plantea preguntas que no deberían venir al caso; sus pasajes de humor infantil parecen metidos con calzador en una trama más cercana a la pesadilla que a otra cosa; y algunos personajes no acaban de dar con la tecla: Pinocho está bien, Geppetto en realidad también (ojo a los pasajes iniciales en los que parecería hacerse mofa del estado actual de la carrera de Benigni, con gente pidiéndole que deje de dar la brasa si quiere ganarse el pan)… pero secundarios como el gato y el zorro, o el mismísimo Pepito Grillo, chirrían y claman por un buen tijeretazo.
Así que no sé si atreverme a recomendarla, y por lo que leo por las redes, hay tanta disparidad de opiniones que no soy el único al que le da cierto reparo. Ahora bien, por lo que a mí respecta, debe ser aplaudido todo el que arriesga en un universo, el séptimo arte, tan saturado de producciones homogéneas y faltas de alma. Y este Pinocchio puede que no enamore, que no divierta lo que debería ni emocione. Pero respira, todo él, atrevimiento. Y de alguna manera, una personalidad inconfundible. Y a lo tonto, son estas las películas que perduran. Si os va el riesgo, no lo dudéis, uníos al culto.
Trailer de Pinocchio
Valoración de Pinocchio
En pocas palabras
Película probablemente fallida, pero que de alguna manera logra hacerse con una personalidad propia, a base de reimaginar el cuento clásico haciendo hincapié en su condición de coming of age, retratar a una sociedad muy peculiar, y apostar por un estilo malrollero no apto para niños ni, en verdad, para adultos. Candidata a película de culto del año.