pinocho de guillermo del toro

Crítica de Pinocho de Guillermo del Toro

En cualquier otra circunstancia, tildaríamos el título de la película que nos ocupa de pretencioso y ególatra. Para empezar, Pinocho no es de nadie más que del autor del siglo XIX Carlo Collodi. Y además ya sabemos que a Del Toro, el protagonismo le va (en la serie El gabinete de curiosidades de Guillermo del Toro no hay ningún capítulo dirigido por él, que sin embargo presenta cada uno de ellos pretendiendo ser el Hitchcock de nuestra generación). Y aunque muy probablemente, el objetivo de llamar así a su nueva obra no fuera otro que seguir sacando a relucir sus partes nobles, lo cierto es que va a haber que perdonárselo, e incluso agradecérselo. Porque entre estrenos pandémicos y plataformas avariciosas, en el último par de años hemos visto ya al menos tres, con esta, revisiones del mítico títere de madera, siendo flagrante el encuentro, a escasas semanas de diferencia, de la que nos ocupa y de la de Disney. O lo que es lo mismo: una con algo que aportar, la otra, el ya acostumbrado lavado de cara de la máquina de hacer dinero más implacable del momento. Importantísimo, pues, que se puedan distinguir claramente, y que se sepa que la que cuenta con mayor voluntad autoral sea, precisamente, la que viene con firma: Pinocho de Guillermo del Toro. Ahora, que el de Hellboy se esté marcando «unos Tim Burtons» y relegando a un segundísimo plano al co-director de la película, el animador Mark Gustafson, ya tal.

Cierto es que esta revisión del clásico de Collodi tiene mucho del director mexicano. Por vía de la animación en stop-motion, su Pinocho remite de inmediato a los faunos y formas del agua marca de la casa. De alguna manera, el bestiaro Del Toro encaja a la perfección con el original, así como con la no menos reconocible fotografía parduzca. Habitual es ya su paleta de colores entre marrón y gris, que no evita que el apartado visual sea exquisito, vistoso y, sí, luminoso. Al menos, cuando tiene que serlo. La película cuenta con pasajes en los que se ennegrecen ánimos y pantalla a la vez, y que suponen la segunda gran muestra de la presencia del director. De una manera que no se desvelará en estas líneas, conecta inesperadamente con El espinazo del diablo (y por lo tanto, también con El laberinto del fauno), reinventando alegremente un pasaje importante del original y llevándoselo al terreno más comprometido y revisionista de un director siempre dado a mezclar fantasía con acontecimientos reales. Es aquí cuando Pinocho de Guillermo del Toro encuentra su verdadera razón de ser; cuando demuestra que los remakes pueden tener algo que decir; y cuando, ya de paso, deja en evidencia la cuestionable estrategia remakeadora de Disney, limitada a sacar brillo a sus clásicos sin alterarlos lo más mínimo. En la que nos ocupa hay riesgo, hay intención, hay personalidad y hay mensaje. Y el mensaje invita a una reflexión bastante terrorífica, en verdad.

Lecturas que, claro, difícilmente leerá el público más pequeño, más centrado en la fiesta generalizada. Y que ensombrecen al más adulto, pero sin llegar al extremo de deformar las sensaciones generales de una fábula luminosa y espectacular, consciente en todo momento de ser, por encima de todo, un cuento de niños. Un cuento de niños, eso sí, sorprendente y gratificante a partes iguales. Y, por encima de todo, emotivo. Nunca hasta la fecha, el director de La forma del agua había sido capaz de conectar con el espectador de una manera tan salvaje como lo hace con Pinocho; con, ya digo, una película que no se esconde de ser infantil abusando sin miramientos de la voz en off de Pepito Grillo (que es, ojo, la de Ewan McGregor), o tirando incluso de la que acaba siendo la única excepción en que la versión Disney sigue siendo vencedora: los pasajes musicales. Alguna que otra canción menos y algún que otro minuto recortado aquí y allá, y estaríamos hablando de la mejor película de animación en años. No lo es, pero desde luego, no se aleja mucho tampoco.

Trailer de Pinocho de Guillermo del Toro

Pinocho de Guillermo del Toro: así sí se hacen los remakes
  • Carlos Giacomelli
4

Por qué ver Pinocho de Guillermo del Toro

Guillermo del Toro se ríe en la cara de Disney estrenando para Netflix su versión de Pinocho a escasas semanas de que lo hiciera el canal de Mickey Mouse, e impartiendo de paso una lección sobre cómo deberían hacerse los remakes: con ideas, con riesgo, y sobre todo, con algo nuevo que decir. El Pinocho de Del Toro supone una pequeña revolución que deja extasiado y emocionado a partes iguales.

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En diciembre de 2006 me dio por arrancar mi vida online por vía de un blog: lacasadeloshorrores. Empezó como blog de cine de terror, pero poco a poco se fue abriendo a otros géneros, formatos y autores. Más de una década después, por aquí seguimos, porque al final, ver películas y series es lo que mejor sé hacer (jeh) y me gusta hablar de ello. Como normalmente se tiende a hablar más de fútbol o de prensa rosa, necesito mantener en activo esta web para seguir dando rienda suelta a mis opiniones. Esperando recibir feedback, claro. Una película: Jurassic Park Una serie: Perdidos

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