Crítica de La pintora y el ladrón
Cada cierto tiempo aparece en el mundo del documental un título de aquellos que rebasan sus propios límites. Searching for Sugar Man descubría su propia trama conforme se iba gestando; la serie The Jinx arrojaba luz sobre nuevas pistas nunca antes reveladas conforme se rodaba. La pintora y el ladrón genera una relación entre una artista y quien se cuela en su galería y le roba una de sus obras. Ignoro, porque la verdad es que prefiero no saberlo, cuánto de forzado hay en todo ello, y cuánto de genuina casuística. Porque sea como sea, el nuevo documental de Benjamin Ree crece exponencialmente desde que se da el primer encuentro entre ambos, rebasando toda expectativa y toda barrera; convirtiéndose en una potentísima conexión entre dos seres humanos que evoluciona hacia la necesidad, la dependencia del uno en el otro y viceversa, el altruismo, el interés, la amistad… Y por el camino, un buen puñado de temas para la reflexión, para seguir añadiendo capas a una película rica en dimensiones y lecturas.
La pintora y el ladrón nos hace partícipes de una intimísima relación en la que, a sus respectivas maneras, pintora y ladrón se van desnudando y mostrando luces y sombras de sus vidas y estados vitales. Ella, artista que en verdad tampoco parece tener muy clara su senda; él, malhechor con tendencia a la autodestrucción. Que se sus vidas se hayan cruzado suena casi a una cuestión del destino. Porque a partir de dicho encuentro, acontecido en el interior de un tribunal y por tanto sin que podamos siquiera verlo (lo cual le da incluso más fuerza a esta relación privada que se nos permite espiar), la película se convierte en una simbiosis donde se aferran el uno al otro para seguir para delante por difícil que sea. Y el resultado es, sencillamente, maravilloso. Todo metraje de Ree es una sucesión de momentos para enmarcar, conforme ella le exige a él que pose para sus siguientes obras como compensación por el hurto. Desde una conversación sobre expectativas vitales a una simple mirada. Cada uno de sus abrazos transmite una fuerza abrumadora: se aferran el uno al otro, en el sentido más estricto de la palabra. Y mientras tanto, el drama que se mantiene agazapado, forzando que nuestra sonrisa constante no disimule que en verdad tenemos el corazón en un puño.
Y como decía, este documental crece y crece conforme progresa. La historia se acaba haciendo más grande de lo esperado, las emociones se disparan con algún que otro giro, y la ocasión es aprovechada con una narración de los acontecimientos alterada por vía del montaje. O sea, que al margen de la suerte que La pintora y el ladrón haya podido tener con este encuentro, tiene suficientes valores cinematográficos para que se valga por sí misma. En definitiva, justa valedora de las alabanzas recibidas en el pasado festival de Sundance, una de las grandes sorpresas de la temporada, y desde luego, plato fuerte del Atlàntida Film Festival 2020, que marca su estreno en territorio español.
Trailer de La pintora y el modelo
Valoración de La Casa
En pocas palabras
Un documental maravilloso que empieza a crecer y crecer hasta desbordar todos sus límites y expectativas, desde algo tan sencillo como una relación entre dos seres humanos más necesitados el uno del otro de lo que creían.