Crítica de Possessor
Hace algunos años, un tipo canadiense empezó a hacer películas que ahondaban, desde un punto de vista eminentemente fantacientífico, en las obsesiones del ser humano, los misterios de la mente, el poder vampírico que unos (o algos) ejercen sobre otros. De hombres que se convierten en moscas a gemelos con intenciones cuestionables, pasando por televisores que absorben a humanos, controladores de cerebros o incluso gente que se excita con prótesis y cicatrices, de todo hay en la filmografía de David Cronenberg con un denominador común: llegar a los límites de la psique humana… y ver hasta dónde puede ser corrompida.
Oh, por el camino tuvo un hijo, Brandon, cuya carta de presentación apuntaba maneras: Antiviral era una elongación de las filias y fobias paternales, pasadas por un filtro algo más arty, y añadiendo (aún más) dosis de mal rollo.
Bien, pues su segunda película, Possessor, ya es el no va más.
Su nuevo largometraje es un salto hacia delante en muchos aspectos, siendo el primero la personalidad. No a nivel existencial, puesto que si acaso, Possessor se acerca aún más a la filmografía de su padre que la anterior. Pero sí halla un estilo suyo, que a veces se asoma a Lynch y a veces al videoarte, pero que consigue brillar con luz propia y, más importante aún, intensificar las sensaciones y emociones que influye en el espectador. Y son muy chungas.
Sí, porque lo nuevo de Brandon Cronenberg es una pesadilla sobre gente que controla a otra gente, por vía de una suerte de posesión tecnológica, que ríete tú de Black Mirror. Y principalmente para hacer de todo menos el bien, dicho sea de paso. En medio de este Cómo ser John Malkovich a lo basto, una de las mejores especialistas en posesión (Andrea Riseborough, la Mandy de Mandy) empieza a gustarse demasiado, en especial cuando se mete en la piel de Christopher Abbott (Girls). Y ahí empieza esta truculenta historia de conflictos morales versus responsabilidades sociales, identidades robadas o perdidas, y chorretones de sangre. Una historia donde nadie es plenamente consciente de sus actos, pensamientos, ni conciencia. Ni de su propio cuerpo.
El dúo protagonista plasma tan perfectamente bien este duelo de distintas personalidades en distintos cuerpos (¿duelo? Cruenta batalla, más bien), que el espectador se descubre siguiendo a un protagonista que ni siquiera tiene del todo claro quién es, o cuánto de él queda (y eso, creedme, acojona lo suyo). Mientras tanto, Brandon Cronenberg pone toda la carne en el asador para seguir alejándonos de nuestra zona de confort. Possessor es desagradable, cruda, y difícil: el montaje nos zarandea de un lado (subconsciente) a otro (…¿consciente?) hasta obligarnos a desconfiar de todo lo que vemos. A destacar alguna ensoñación francamente perturbadora donde ni las partes del cuerpo quedan claras.
Ojo, sí hay una persona plenamente a cargo de las riendas del asunto, y es su responsable. No debe confundirse un planteamiento voluntariamente retador, difícil de digerir, con una película mal hecha (o fea incluso). Al contrario: Possessor es un ejercicio artístico de aúpa, el salto hacia delante del director es evidente. Y lo mismo vale para el devenir de una película que pese a su locura enferma, está estudiada al dedillo para no pasarse de frenada prácticamente nunca. No, ni siquiera cuando nos sitúa frente al precipicio y nos empuja para que saltemos. Ni siquiera cuando el gore domina la función. Siempre hay una segunda lectura, una intención, o un nuevo ataque por parte de una u otra parte de este ser bicéfalo cuyos límites son imaginables.
No gustará a todo el mundo. Habrá quien, simplemente, rechace su exacerbada violencia. Pues vale, casi mejor para que el culo a Possessor vaya tomando forma. De lo más revientacabezas que he visto recientemente en el género. Larga vida a la nueva, nueva carne.
Trailer de Possessor
Reseña de Possessor
Possessor en pocas palabras
Segunda incursión en el cine del hijo de David Cronenberg, y segunda pesadilla a la altura de los momentos más turbulentos de su padre. Possessor propone una guerra brutal entre dos personas, después de que una posea a la otra y se dedique a echar por tierra toda concepción moral que pudiera concebir. Gore, chunga, exigente, pero obligatoria para los adoradores de la nueva carne en sus múltiples derivaciones.
Hace años que me he vuelto adepto a buscar películas de terror, tanto independientes como comerciales, porque me encanta el género, y siempre s genial descubrir nuevas historias que directores. Eso sí, me he llevado más decepciones que sorpresas para bien. Ahora, gracias a esta crítica, tengo ganas de ver Possesor y ver por mí mismo si vale la pena. Así que gracias por la recomendación.
Por cierto, el blog es muy interesante, definitivamente me pasaré a leer por aquí más a menudo. ¿Quedan películas nuevas que reseñar antes de que se acaba el 2020?
Hola Leyendas Brasileñas,
Gracias por tu comentario, ya dirás si te gusta la peli. Dudo que pases más por aquí ya que has dejado tu comentario con tu enlace y santas pascuas, pero por si acaso, busca Host y Relic, de este año. Saludos!