Crítica de Potiche, mujeres al poder

La filmografía de François Ozon es así. A veces explora, a veces inventa y a veces reinventa; a veces enloquece, a veces se exige, a veces respira y a veces se divierte. Por eso no debería extrañarle a nadie que tras aparecer con una fábula social sobre un niño con alas, saltase al drama de una mujer a punto de dar a luz en medio de una vorágine de mala vida y redención, para ir a parar después a «Potiche, mujeres al poder». Entre la comedia, el retrato histórico-social y la sátira navega la nueva película del galo, que presenta a una mujer adinerada de finales de los 70, casada con el dueño de una fábrica de paraguas que apenas le presta atención ni la respeta demasiado como persona, pero sí la anula (inconscientemente y según dictaban los cánones burgueses de la época, claro) y la cohíbe, forzándola a una vida tan aparentemente brillante como realmente triste. Con dos hijos mayores, uno de izquierdas y otra de derechas, la vida de la mujer toma un giro inesperado cuando una serie de acontecimientos la llevan a hacerse cargo de la empresa, momento en que descubre que su existencia (y la del sexo femenino en general) puede servir para algo más que para hacer de florero. Palabra de la que se sirve Ozon para titular su última obra, protagonizada por cierto, por la única actriz capaz de cargar a sus espaldas con el movimiento feminista de su país siendo a la vez mujer aburguesada reconvertida a importante mandataria: el gran icono de Francia por excelencia y principal abanderada (viva) de su cinematografía, Catherine Deneuve.

Sobre ella gira prácticamente todo el guión de un Ozon que se muestra esta vez de lo más juguetón, tanto en la caracterización de sus personajes como a la hora de retratar la década de los (casi) 80. Sin ocultar los orígenes teatrales del film (se basa en la obra de Pierre Barillet y Jean-Pierre Grédy), quienes lo habitan pululan a caballo entre el cliché y lo granguiñolesco por un lado, y lo humano y familiar por el otro, dando como resultado una serie de personalidades tan surrealistas como creíbles a la vez, tan imposibles como cercanas. Y de lo más divertidas, ojo, que de sus bocas sale una ingente cantidad de frases de auténtica antología humorística. Por su parte, el argumento juega a su vez en terrenos similares, derrocha humanidad en la imagen general de la familia protagonista y las diversas situaciones que los reúnen, y luego toma enrevesados twists sentimentales desternillantes, haciendo de todo ello una gran mofa. Cierto es que en no pocas ocasiones se abusa del cliché y del esperpento, pero de este modo “Potiche” no tarda en convertirse en una comedia francamente acertada por desenfadada y refrescante por atípica, con no pocos desvíos hacia temas de cierta profundidad pero sin que por ello se pierda el espíritu de puro jolgorio que despierta de inmediato en el espectador.

Y que se deja sentir también a través del puro empaque audiovisual que emplea su cineasta. Demostrando habérselo pasado teta durante su rodaje, François Ozon recurre a un sinfín de trucos típicos de las cintas (de serie B para más inri) más míticas de hace unas cuantas décadas, y lo mismo emplea trasnochados zooms, que tiñe de vivos y horteras colores la imagen (mediante un vestuario deliciosamente kitsch), la divide para mostrar los dos lados de una conversación telefónica, o redondea exageradamente sus bordes. Por su parte, la banda sonora no le va a la zaga y se empapa de clásicos (hasta los Bee Gees suenan como quien no quiere la cosa) al tiempo que suenan efectos propios de la enésima entrega de una saga de serial killers.

De todo ello, el resultado es una comedia sumamente entretenida, desbordante de buen gusto y mejor humor, así como de situaciones para enmarcar (ojo a la escena de la discoteca, o a la del camionero con rostro más que reconocible por parte del público español…). Y de paso, significa la mejor oda reciente al feminismo que un servidor recuerda. Seguramente le sobren unos diez minutos, y en puntuales ocasiones pueda tornarse excesiva, dando cierta sensación de dispersión; pero se trata de males menores que no le resta méritos al último divertimento, porque sólo así debería tomarse, de un Ozon que le debe buena parte del éxito a su musa. Y así lo reconoce en los segundos finales (imperdibles) de “Potiche”.
7/10
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En diciembre de 2006 me dio por arrancar mi vida online por vía de un blog: lacasadeloshorrores. Empezó como blog de cine de terror, pero poco a poco se fue abriendo a otros géneros, formatos y autores. Más de una década después, por aquí seguimos, porque al final, ver películas y series es lo que mejor sé hacer (jeh) y me gusta hablar de ello. Como normalmente se tiende a hablar más de fútbol o de prensa rosa, necesito mantener en activo esta web para seguir dando rienda suelta a mis opiniones. Esperando recibir feedback, claro. Una película: Jurassic Park Una serie: Perdidos

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Comentarios

  1. Bona nit a tothom. Lo único que yo conozco de monsieur Ozon (fijaros en la polivalencia de mi poliglotismo, propio de un chino criado en los "Todo a 1 euro" de media Europa) era aquello de "8mujeres" (o 7, ya no recuerdo), y la ví, sobre todo, por Virginie Ledoyen, así que no puedo opinar sobre lo que será esta otraa peli. Ahora bien, por si a alguien le interesa, diré que con las comedias francesas pasa un poco como con los melones, que o son miel, o son un pepino. Pues eso, que o te partes la caja ( la cena de los idiotas, verbigratia), o son un auténtico truño. Es decir, que sólo se ríen ellos, que pa eso son franceses. he dicho. Bye, my fellows.

  2. esta es divertida. y sofisticada. Mejor que La cena de los idiotas, hombre!! :P

    A mí con la Ledoyen me ha pasado en muchas ocasiones, eso de ir a ver pelis por ella. Además, era garantía de destete!

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