Crítica de Pozos de ambición
En primer lugar, debe destacarse el fantástico (e infinito) guión, escrito por el mismo Anderson que se basa en la novela «Oil!» de Upton Sinclair. «Pozos de Ambición» es un drama descorazonador en que se asiste a la paulatina destrucción de una persona que sin percatarse se va abandonando a manos de la codicia, conforme el petróleo fluye por sus venas. Apenas es consciente de lo que suponen algunas de sus decisiones, y mientras aumenta su estatus social y se convierte poco a poco en uno de los personajes más influyentes de Norteamérica, su alma se va empequeñeciendo, haciéndose más mezquino, insoportable e intransigente. Y del mismo modo, suave y casi inconscientemente, es como el espectador percibe esa progresión, ya que el guión evita en todo momento bruscos acontecimientos y opta por fluir de manera coherente y sin grandes aspavientos, dibujando a su personaje capa a capa, pincelada tras pincelada hasta llegar al inevitable terrible final (momento en el que el guión cambia radicalmente de registro y se transforma en un arriesgado epílogo que gustará tanto como se odiará).
Por supuesto, la magia es posible gracias a la labor de Daniel Day-lewis, que es sin duda uno de los mejores actores del panorama actual, y para esta ocasión realiza una labor sentida y maravillosa, casi incluso demasiado perfecta, con la única pega de recordar en más de una ocasión a Bill ‘El Carnicero’, al que dio vida con genialidad en la incomprendida «Gangs of New York».
Como decía anteriormente, «Pozos de Ambición» es perfecta en casi todos sus aspectos, por lo que a estos elementos habría que añadir los que componen su exquisito envoltorio, tales como la fotografía, música, o vestuario, conformando un diseño de producción elegante, precioso y potente.
Y por supuesto, mención especial merece la dirección de Anderson, que compone su mejor película hasta la fecha a base de planos precisos y preciosos, mezclando unos grandilocuentes con otros minimalistas con una facilitad casi insultante, y lo que es más importante, rehusando de efectos modernos y montajes desenfrenados. Con ello, consigue que la extravagancia de la propuesta se mantenga siempre perfectamente encauzada dentro de los límites de un cine de sabor añejo absolutamente cautivador.
Tal vez solo pueda recriminársele una pega, y esta es su duración. Es cierto que ni un solo fotograma sobra, y cada minuto es necesario para la historia. Incluso se trata de una película que en ningún momento se hace pesada o tediosa, ni mucho menos, ya que el interés del espectador no hace más que aumentar y aumentar. Pero aún así, más de dos horas y cuarenta y cinco minutos siguen antojándose tan excesivos como, en el fondo, es «Pozos de Ambición».
9/10 (empate técnico entre esta y la obra maestra de los Coen, aunque para ser sinceros, un servidor sigue decantándose por la de los geniales hermanos…).
Y en el BluRay…