Crítica de Premature
Tomad Atrapado por su pasado (comúnmente conocida como El día de la marmota) y quitadle todo el encanto. Ahora, id a por American Pie, descartad su primera parte, y quedaos con los momentos más bajos, por soeces, de la saga en continua degeneración. Sumad ambos valores a un aura tipo Glee, y no os dejéis engañar por quienes dicen que se recoge aquí el relevo de Porky’s o de Desmadre a la americana. Esta cosa, este Premature que nos trae Dan Beers como escritor y co-guionista (junto a Mathew Harawitz) no tiene nada de ninguno de los títulos generacionales recién mentados (incluyendo la primera entrega juvenil con pasteles de manzana de por medio). No lo tiene por su tremebundo mal gusto, y no solamente a nivel argumental que de eso, con perdón, tenemos los huevos pelados precisamente a base de alguno de dichos ejemplos. No, Premature es una bosta descomunal porque ante todo, ni siquiera parece una película: su calidad cinematográfica palidece ante un sketch cualquiera de las horas más bajas de Saturday Night Live; sus intérpretes parecerían contratados por la obtención de las ayudas del estado a empresas con personal discapacitado; su guión pretende ser un acercamiento ¿posmoderno? ¿autoparódico? a todo cliché imaginable cuando de niñatos obsesionados con el sexo se refiere, pero acaba cayendo en su propia trampa pretendiendo, o creyendo ser mucho más divertido de lo que es… En fin, una perla.
A todas estas, atención a su argumento, dechado de brillantez donde los haya: un chico se despierta con el resultado de una polución nocturna. A partir de ahí empieza un día que podría tildarse de habitual en la vida de un chico joven, tirando a empollón, y poquita cosa en general: tiene una amiga que en verdad está secretamente enamorado de él, hay una chica en el cole que es el deseo sexual de todos, compañeros que se meten con él y otros que le hacen las veces de consejeros del sexo (o algo). El día llega a su fin y se le presenta la oportunidad de correrse (…), lo hace, y de golpe ¡sorpresa! Vuelve a estar en la cama, con los calzoncillos mojados. A repetir el día tocan, y luego otra vez, y luego multitud de enredos, y así. Todo, desde un guión obsesionado hasta lo compulsivo con el sexo, llegando a aborrecer de la mitad en adelante cada una de las veces en que se menta (y se menciona siempre. Siempre). Ni que decir tiene, al margen de haber visto o no los evidentes referentes de este pseudo-remake, que todo lo que debería ser una sorpresa para el final es adivinable desde el minuto uno, lo cual no deja de ser un engorro habida cuenta de que no hay nada más a lo que aferrarse para tratar de simpatizar con la película. Culpa de un guión idiota o unos actores pésimos, difícil lo tendrá Premature para encontrar algún espectador que simpatice con sus personajes. Y si no hay empatía, no hay risas generadas por sus gags (uno puede llegar a reírse un par de veces a lo sumo). Y si no hay risas no hay ritmo…
En fin, que no se puede decir más claro. Nos encontramos aquí ante un zurullo de tamaños bíblicos. Un desastre a evitar a toda costa capaz de despertar en el espectador únicamente unas ganas irrefrenables de abandonar la sala. Premature es tan mala que no hay huevos ni de recomendársela a tu peor némesis, y un servidor sólo siente una pena infinita por quienes acudan al festival de Sitges para verla. Aunque bien pensado, terrorífica es un rato…
1/10