Crítica de La prima cosa bella
Y eso que, cuidado, la cinta que nos ocupa no escapa de ello y, por momentos, al género cómico es al que más parece acercarse. A ese que del dolor sabe sacar humor punzante, para que el espectador ría e inmediatamente después se sienta culpable de ello. E incluso a unos niveles más primitivos, vía banda sonora propia de otras casas. Claro que poco a poco, la gravedad de sus diversas cuestiones (cáncer, drogas, malos tratos, rupturas familiares, madres coraje y hasta sentimientos no correspondidos) acaban pesando demasiado, la opresión latente se abre camino y esa ligereza inicial se desfigura hasta que no se descubre el verdadero pastel (especialmente evidente en sus últimos diez minutos): en verdad, estábamos lidiando con humor humano, de ese que nos sale a veces para paliar golpazos en la vida. Y es precisamente este término el que mejor sirve para describir «La prima cosa bella». Lejos de que su entramado pueda pecar de previsible y de que su desarrollo se antoje trillado hasta la saciedad (no será esta la primera vez en que se asista a un film que habla de reconciliación familiar con la excusa de un miembro moribundo, y se construya a base de flashbacks), Virzì ha sabido hacerse una película 100% humana, y lo ha hecho desde un guión (Francesco Bruni y Francesco Piccolo figuran como co-guionistas) sumamente cuidadoso con su progresivo desfloramiento, a la par que respetuoso con el espectador y la espiral sentimental por la que se ve obligado a pasar.
Claro que también han intervenido otros factores. Desde el costumbrismo italiano al que parece adscribirse formal, estilística y argumentalmente, al trato que reciben algunos de sus leitmotiv (el retorno al pueblo de infancia, la adicción, la madurez…); desde el aspecto físico tan terrenal de sus actores a la contención de (la mayoría de) sus pasajes más dramáticos. Tan esforzada está la cinta en este último aspecto, que se le perdonan e incluso funcionan sus concesiones a lo peliculero (el baile, el rapto de los niños)… salvo en cierto vídeo casero final cuya inclusión en el montaje final sigue siendo un misterio. Al margen de este último pero, todo ello lleva a una comunión prácticamente inmediata entre espectador y pantalla, por así decirlo, e invitan a sentirse identificado ya sea con la totalidad de su historia y sus saltos generacionales, como con los sentimientos por los que puedan pasar sus protagonistas aquí y allá. Camino allanado de sobras para su emotivo final, conclusión brillante, cálida y gélida a la vez, tan entrañable como demoledora, tan bella como hiriente (esa conversación a tres bandas en la cama, ese aguijonazo final protagonizado por la hermana). Vamos, que el pañuelo se saca y se emplea a fondo.
Me reservo un aparte para hablar del estilo de Virzì, cámara en mano la mayor parte del tiempo, rabioso y derrochador de vigor… hasta el punto de pecar de exceso en más de una ocasión y volver una de las apuestas más interesantes del film puntualmente en su contra. Esos borrones sumados a un guión agotador por no hacer nunca uso del silencio, empañan un pelín más de lo esperado el resultado final de «La prima cosa bella», que por todo lo demás raya a un muy alto nivel.
Los premios del cine italiano y algún reconocimiento más a nivel internacional (incluyendo el haber sido escogida para representar a Italia en los Oscar), no hacen sino confirmar las sensaciones que se desprenden de una película de visionado, aprovechando su recuperación para la cartelera española, francamente recomendable.
7,5/10
Esta película tiene buena pinta y si la crítica refrenda esa sensación, habrá que ir a verla sin lugar a dudas. Caterina va in città es una de las películas italianas que más he disfrutado.
Saludos
Argh, me falta! Apuntada queda en el apartado de recomendaciones, que tiene muy buena pinta!
Y esta… pues eso, a ver si te gusta!