Crítica de La profesora de piano (Lara)
Han pasado siete años entre el debut cinematográfico de Jan Ole Gerster y su segunda película como director, esta Lara que en España recibe el desafortunado nombre de La profesora de piano. A lo mejor no daba con la tecla para continuar su carrera tras tan atinada carta de presentación, un Oh Boy para el que escribió el guion y que puso el listón muy alto. ¿Miedo a una decisión equivocada? ¿A caer en la decepción? A lo mejor no ha dirigido más simplemente porque no le ha dado la realísima gana, y quién soy yo para meterme donde no me llaman… Pero no parece casual que el libreto del que se sirve para su segundo largometraje (de Blaz Kutin) hable justamente de ello, entre otras cosas.
El título original no deja demasiada duda: la película va a centrarse en un personaje, Lara (excelente Corinna Harfouch), quien da el pistoletazo de salida oficial a su ocaso. Cumple 60 años, está jubilada… y no parece que nada de ello la haga feliz precisamente. De hecho, el lúgubre planteamiento formal de La profesora de piano parece tenerla apresada por completo, por más que intente encontrar escapatoria en forma de un abrigo rojo pasión que lleva arriba y abajo (pero que esconde, a su vez, un vestido negro). Claro que, a poco que la trama se desarrolla, vamos entendiendo buena parte de los porqués. Y descubrimos su papel influyente en la vida de otras personas, no necesariamente para bien: ahí está por ejemplo, la presión que han recibido algunos, fruto de su estricto y exigente carácter, y traducida ahora en el miedo al fracaso (ahá). Pero claro, ¿de dónde sale esa personalidad tan dura?
La profesora de piano nos invita, en definitiva, a recapacitar sobre algo que puede sernos muy cercano, habida cuenta de la facilidad con la que se puede viciar una relación de poder, ya sea a nivel profesor-alumno, o y sobre todo paternofilial. Habla del poder que tenemos de afectar la toma de decisión de cualquiera que tengamos cerca, y viceversa. Y de cómo se pueden llegar a torcer las cosas como consecuencia de presiones y exigencias.
Reflexión agridulce que se plantea como una suerte de thriller, formalmente deudor de Polanskis, Verhoevens y Hanekes (por momentos, su protagonista recuerda a la Isabelle Huppert de la retorcida, seductora Elle… o de La pianista, justamente), y juguetón a la hora de ir desplegando su argumento. El espectador no sabe muy bien dónde ha caído, por qué asiste de entrada a un tímido amago de suicidio, seguido de una pesquisa policial y de una serie de llamadas telefónicas que sólo consiguen activar el buzón de voz. Sólo después y con sumo cuidado, irá recogiendo las piezas necesarias para montar buena parte del puzzle (el resto las tendremos que imaginar nosotros), y determinar incluso el género al que pertenece la propuesta, de entrada otro misterio más.
Lo que no es ningún misterio es que, de la oleada de estrenos post-COVID, La profesora de piano es una rareza… en cuanto a película que vale la pena. Por fin un estímulo, por fin voluntad artística tras la cámara y ganas de activar las neuronas del espectador. Si el motivo del silencio de Jan Ole Gerster estaba relacionado con el miedo a la decepción, que respire tranquilo. La profesora de piano crece a cada minuto, y continúa haciéndolo después de su visionado. Cada silencio, cada mirada al vacío, cada sonrisa truncada que aparece en pantalla, nos provoca una nueva muesca, hasta que su poderoso tercio final acaba por dejar la marca definitiva.
Trailer de La profesora de piano
Valoración de La Casa
En pocas palabras
Exquisita película que juega al despiste con su aspecto de thriller, para elaborar un discurso chichudo y estimulante sobre las relaciones de poder, las figuras que tomamos de referente, y el miedo a decepcionarlas.