Crítica de Proyecto Nim (Project Nim)
Han tenido que pasar dos años desde su estreno en el festival de Sundance, para que para que al fin podamos ver en nuestras carteleras el nuevo documental del responsable de la oscarizada Man on Wire, James Marsh. Si aquella vez centraba su interés en el funambulista Philippe Petit (que tiró un cable de una torre a otra en el World Trade Center y luego camino sobre él de un edificio al otro) ahora se pasa definitivamente al reino animal para recuperar el popular caso de Nim, aquel chimpancé que sirvió de conejillo de indias para un proyecto (de Herbert S. Terrace) arrancado en la década de los 70, mediante el que se pretendía descubrir si era posible la comunicación por signos entre dicha especie y la nuestra. Par ello, Nim vivió desde edades muy tempranas en el seno de una familia norteamericana, que trató a la criatura como a un hijo más durante sus años mozos, hasta que, como era de esperar, las cosas se torcieron. No, no se deje embaucar el lector por la aparente inocencia de su premisa, que tras ese trasfondo de lírico melodrama animalista hay bastante tela que cortar.
Y es que si bien Proyecto Nim arranca como si de una perorata hippie se tratara, tarda poco en dejar caer gotas amargas que poco a poco van ganando terreno hasta que, a la postre, agrian el poso emocional del espectador. Aunque no lo parezca, es una película demoledora, profundamente crítica hacia la humanidad y su autoimpuesta superioridad en relación al resto de animales. Aflora en seguida la hipocresía que se esconde tras (parte de) los responsables del experimento, todo sonrisas hasta que el desarrollo físico, emocional y hormonal del animal emprende su ritmo natural; y tampoco tarda demasiado en extrapolar su discurso hacia la tortura que reciben los animales en laboratorios y similar (vale, sí, bien pensado, sigue manteniendo un tono muy hippie). Sin renunciar nunca al seguimiento del animal, de Nim, arma de diana segura para mantener en vilo al espectador y llevarle de la mano por todos los estados emocionales que a Marsh le plazca. De manera que Proyecto Nim juega con habilidad en dos frentes, fundiendo en el segundo, apenas citado, la baza del sufrimiento del chimpancé (psicológico, pero también físico) con la esperanza de un experimento que da muestras de progresar y que, en todo caso, sirve para establecer un intenso vínculo afectivo entre «dueños» y «mascota». Y por extensión, entre película y espectador.
Ahora bien, por más que las armas para calar tanto sean las esperables (voces en off, banda sonora), nada en la película parece quedar exento de un control total por parte de su responsable, quien cae en el recurso fácil tan sólo cuando lo cree oportuno, tirando por lo general de un discurso más sobrio que a su vez se sirve de un estilo formal muy marcado: y es que cuando el (habilísimo) montaje de material real lo permite, el director se saca de la manga una serie de entrevistas a varios de los personajes que influyeron de manera más o menos activa en la vida de Nim, les sonsaca toda la información pertinente, y los despide siempre con un movimiento lateral de la cámara, como si se estuviera pasando página. O sea que además de todo, Proyecto Nim parte con la conciencia de ser una producción cinematográfica, y como tal no rehúye de unas formas exquisitas con las que dar rienda suelta al elemento de denuncia que a su vez le infiere el género documental.
Lo que queda, en definitiva, es una película multidimensional. Marsh consigue emocionar y cabrear a partes iguales, divertir y entristecer, concienciar y denunciar, con una propuesta cien por cien animalista que acaba diciendo todo lo que hay que decir sobre la crueldad humana, sin la necesidad de mostrar las imágenes de tortura extrema a la que llegan otras más radicales, aprensivas hasta el exceso y, por tanto, difícilmente recomendables (si bien fundamentales, caso de Earthlings) propuestas. El responsable de Man on Wire tira de tacto, tira de calidad y aprovecha al máximo el potencial de una historia tremendamente intensa para llevar a buen puerto una película que puede que peque de ventajista o que comparada con otros documentales no sea para tanto, pero francamente, a un servidor se la trae más bien al fresco: como producción cinematográfica raya a un nivel altísimo, y visto el ritmo al que se abandonan y maltratan mascotas hoy en día, su visionado debería ser imprescindible.
8,5/10
Y en el DVD…
A contracorriente ha sido quien se ha atrevido a distribuir esta película por España, y tras su paso por la gran pantalla le toca el turno a un DVD que cumple sobradamente con las exigencias audiovisuales de la cinta. Se presenta en versión original y doblada al castellano (en Dolby Digital 5.1), y goza de una calidad de vídeo perfecta habida cuenta de la cantidad de imágenes de archivo de que se sirve la cinta. Tan sólo se nota la limitación del formato cuando se entrevista a los diversos protagonistas de la historia de Nim, pues fueron rodadas con camaras de alta definición. Nada, ningún problema, en todo caso.
Poco que decir sobre el apartado de extras, queincluye una ficha técnica y el obligado trailer de un documental que ya deberíais estar viendo…