Crítica de Rambo: Last Blood
Cuando se estrenó en su día, John Rambo (Rambo 4, vaya) causó furor, y no es para menos: Sylvester Stallone recuperaba a uno de sus dos personales más relevantes de su carrera colocándose delante y detrás de la cámara, para unos 90 minutos de encefalograma plano y nervios, adrenalina y sangre a raudales. Luego la euforia se rebajó un poquito, pero ahí estaba: un héroe de entonces, en una película como las de antes, y sin la menor preocupación por esa calificación para el mayor público posible que tanto reblandecía (y reblandece) el cine de acción.
De ahí empezaron los rumores sobre su continuación. Se llegó a hablar de un Rambo enfrentado a un hombre biónico, extraterrestre incluso (!). Pero al final, Rambo: Last Blood ha tirado por otros, menos alocados, derroteros.
Apostando otra vez por el cine de acción clásico, la cosa va de una joven de orígenes mexicanos que regresa a su país para buscar a su padre, todo se tuerce y acaba en una red de prostitución, y el bueno de Rambo tiene que ir a salvar/vengar/matar/ondear la bandera norteamericana. Tan desganada y previsible suena (aún más que la entrega anterior), como desganada y previsible se antoja a la vista. Un insulso prólogo que consume agitados planos a ritmo de vértigo, da paso a una suerte de telenovela de baratija con cromas nada disimulados, planos aéreos con iluminación totalmente quemada, y ni una sola idea, ni mucho menos rastro de elegancia o voluntad por hacer las cosas bien.
Tan mal está el asunto, que se tarda poco en empezar a creer que se trata de una parodia, en especial cuando se respira un aroma a Centauros del desierto a la que, si John Wayne levantara cabeza, no dudaría en dar una segunda parte con tal de acabar con todo el tinglado. Pero peor aún es cuando empiezan a poblar la pantalla actores españoles, haciendo de mexicanos. Paz Vega, Óscar Jaenada y Sergio Peris-Mencheta ponen sus mejores acentos y llenan sus frases de órales y pendejos, el pitorreo en ellos es evidente. Lástima que la película no les siga el ritmo cómico. Pero no, Rambo: Last Blood parece querer ir en serio: trufa el metraje de un dramatismo tan exagerado como ridículo (ver a Stallone intentando llorar como en los viejos tiempos es de chiste), y pretende enarbolar un discurso crítico. Y ahí es cuando se pasa de castaño oscuro.
Que el director, Adrian Grunberg, sea el mismo de Vacaciones en el infierno (en su versión original: Get the Gringo), en la que ya se pasaba de frenada “irónicamente” con un Mel Gibson haciendo frente a latinoamericanos malosos, deja poco margen de error a los verdaderos objetivos de la película que nos ocupa. Hagamos las cuentas: salvo la señora del hogar que trabaja para el norteamericano buen samaritano que la ha contratado, todos los mexicanos son violadores, drogadictos, asesinos o traficantes (de droga o mujeres)… Y repito que ni siquiera son oriundos de dichas tierras los actores. Más: todos ellos sólo quieren matar al representante de todos los “buenos valores” USA (Rambo, héroe nacional). Por lo que todos o casi todos ellos morirán de la manera más violenta posible, porque es lo que se merecen y es lo que el espectador quiere. Claro, nada de todo esto hubiera pasado si el muro hubiese sido construido, qué fácil es cruzar la frontera, como bien nos recuerda el film. Veis por dónde voy, ¿no?
Rambo: Last Blood destila un racismo hiriente que no se ve compensado por pruebas sólidas de que todo se trate de una gran broma. Al contrario, todo indica que estamos ante una pueril defensa del muro de Trump, co-escrita por el propio Stallone. Es decir, que Balboa no se salva de la quema por el mero hecho de no dirigir la película. Al menos sí han tenido la decencia de llevarlo a las últimas consecuencias: Last Blood es insultante, pero al menos contenidamente violenta en sus únicos 10 minutos de acción; a la postre, lo único reseñable de una película a la que sólo le queda una pregunta por responder: si tan buenos son los norteamericanos en todo y tan malo el resto, ¿cuánto le habrá tenido que joder a Rambo tener que recurrir a túneles tan del estilo del Vietcong? Sea como sea, esperemos no saberlo nunca en ulteriores continuaciones de una saga que ojalá no hubiese continuado.
TRailer de Rambo: Last Blood
Valoración de La Casa
En pocas palabras
Un auténtico desastre. Malas interpretaciones, peores acabados, ritmo mortecino, y tufo pro-muro que acaba de condenar a una saga que, visto lo visto, hubiera sido mejor que no se hubiera rescatado del limbo de los 80.