Crítica de Rams (El valle de los carneros)
Rams (El valle de los carneros), candidata por Islandia para los Oscars 2016 como Mejor película de habla no inglesa y digna ganadora en varios festivales internacionales, narra la historia de dos hermanos (Gummi y Kiddi) que viven enemistados en un remoto y solitario valle de Islandia. Separados por unos pocos metros de distancia, los dos hermanos se dedican al cuidado de sus ovejas, premiadas como las mejores del país por su antiguo linaje. Todo cambia cuando se descubre que las ovejas de Kiddi sufren Scrapie (una enfermedad letal y muy contagiosa) y los veterinarios ordenan sacrificar todo el ganado del valle. Como era de esperar, esta decisión supone una desgracia para los granjeros de la zona, ya que las ovejas son su principal fuente de ingresos, pero para Gummi y para Kuddi significa mucho más: representa el fin de todo aquello que da sentido a sus vidas.
Con un claro gusto por el detalle y una fotografía exquisita de Brandth Grovlen, Hákonarson se avale de sus dotes como documentalista para retratar la crudeza del trabajo en el campo y la rutina de unos personajes que viven totalmente aislados. De hecho, se recurre al diálogo únicamente cuando es estrictamente necesario y son las imágenes las que toman las riendas de la narración: la acción y las tensiones brotan directamente de la puesta en escena, del uso del fuera de campo, de los silencios y de todo aquello que permanece oculto bajo las apariencias. Pero Hákonarson va más allá y, dentro de esta estética documental (que en ocasiones peca de ser un tanto lenta y reiterativa), introduce, de forma totalmente orgánica, inesperados y divertidísimos momentos de humor negro, cercanos incluso al absurdo, que nos hacen pensar en escenas propias de Aki Kaurismäki y constituyen sin duda el mayor acierto del film.
Llega el invierno, los prados se cubren de nieve y llegan también los problemas. Ante las dificultades y, tras 40 años de silencio, los dos hermanos se ven obligados a unirse para salvar aquello que más quieren y lo único que les queda: sus ovejas. Y si al principio nos parecía un tanto cómico el hecho de que dos hombres pudieran sentir tanto afecto por sus ovejas, de repente nos damos cuenta de lo mucho que significan éstas para Gummi y Kuddi. No sólo son lo único que tienen, sino que junto a la tierra (ahora cubierta de nieve), forman parte de su identidad y razón de ser en el mundo, sin las cuales incluso su enemistad deja de tener sentido.
Es en este punto, durante el último tercio del film, cuando la historia vuelve a brillar: recupera al espectador e incluso consigue su perdón por algún que otro plano demasiado largo y redundante de la primera parte del metraje. Dicho in crescendo culmina en una sobrecogedora escena final, en la que Hákonarson logra mostrar el rostro más salvaje y a la vez tierno del ser humano, dando lugar a una imagen tan bella e impactante que te perseguirá días después de haber visto la película.
Trailer de Rams (El valle de los carneros)
Valoración de La Casa
En pocas palabras
Una película casi más documentalista que narrativa, con algún que otro exceso pero que acaba cuajando como una experiencia que vale la pena vivir.