Crítica de Redención (Tyrannosaur)
Una de las facetas más interesantes del cine proveniente del Reino Unido y alrededores (esta película en concreto, nos llega de Irlanda), es aquella de corte social, generalmente presentada en forma de dramas con más crudeza que otra cosa, y donde el espectador acaba sacando algo de esperanzador a base de porrazos directos al esófago. Montañas de asfixia y dolor psíquico-emocional que es casi físico, para acabar con una recompensa a medias, que no necesariamente está al final del film, ni es necesariamente dulce, sino más bien todo lo contrario. En esta categoría se sitúa, y de hecho prácticamente la capitanea, Redención (Tyrannosaur en su versión original), nueva muestra de la polivalencia de Paddy Considine (debut como director de esta; actor visto en la saga Bourne y en Blitz) y de la calidad de los actores de que disponen en las islas. Esta cruda, violenta y claustrofóbica historia sobre la relación entre un borracho y una mujer maltratada de los bajos fondos no habría sido lo mismo sin Peter Mullan ni Olivia Colman, ni sin Eddie Marsan o Ned Dennehy; todos ellos componen actuaciones de matrícula para remover el dedo que ya se ha metido de lleno en una llaga de aquellas que escuecen, se agrandan, y no hacen sino empeorar con el paso del tiempo. Y es que ya avisamos ahora, si se es mínimamente sensible, Redención es de las películas que marcan. De las que dejan gusto de bilis en la boca hasta bastante tiempo después de haberla visto y ¿digerido?
De hecho, la primera torta nos la llevamos nada más empezar la película, mediante una presentación durísima del personaje central: un borrachuzo más cerca del fin que del principio, se pelea con los jóvenes de un bar para luego, en un acto de enajenación mental, cometer una atrocidad inenarrable. Algo que le marca y lo condena: un tipo así, muy difícil redención va a tener para los ojos del espectador (no digamos otros más elevados), en especial cuando apenas parece interesarse por ello. Claro que difícil lo tiene: cuando hace ademán por reencauzar su infernal vida, la sociedad entera parece ponerse de acuerdo para impedírselo. Y la cerveza es demasiado accesible. Suerte que en medio de esta caída en picado, aparece su ángel de la guarda… Curioso que en un determinado momento, el hombre encuentre como escapatoria una tienda de baratijas de segunda mano, regentada por una mujer infeliz, sometida y maltratada por su marido. Valiente concesión al alivio. La relación que se establece entre ellos, descompuesta y viciada, es el último cabo al que aferrarse. Tanto para ellos como, sobre todo, para nosotros espectadores.
Pero por el camino, las sombras se siguen enrollando a nuestro cuello. La incomodidad no deja de acrecentarse mediante una atmósfera enrarecida, una fotografía siempre nublada, gris, y una sensación de violencia a punto de estallar, que cuando efectivamente lo hace (conatos aquí y allá; eclosión final) se muestra implacable. Nueva atrocidad aún peor que la inicial incluida. Ningún personaje se ofrece como apoyo anímico para el espectador, hay que sudar chorretones para encontrar alguna situación mínimamente distendida, y cuando al fin se vuelven a encender las luces de la sala, la sensación es de alivio. El alivio de constatar que hemos pasado por un infierno helado, un infierno que ni sabemos cómo ha empezado (todo se origina, por cierto, con un cortometraje estrenado hace unos años), ni tenemos del todo claro si ha acabado… ni si hemos salido realmente de él pese a esa palidísima luz que parece entreverse al final de nuestros pasos.
Y lo mejor de todo es que más allá de sus sensacionales intérpretes, tampoco es que Redención tenga nada especialmente obramaéstrico. De hecho, un mero vistazo podría confundirla con cualquier otra muestra de cine social europeo, arma de doble filo donde las haya. Ya digo, otro gallo hubiera cantado de no ser por Mullan y cía, que marcan la diferencia provocando a su vez que se desmarque ese carácter de dureza implacable que venimos definiendo a lo largo de este texto. Pero no será esta la primera vez que se diga que cuando una película es capaz de tocarle a uno bien hondo, de dejar un poso de sensaciones sobre las que reflexionar al final de su visionado, sea como sea el objetivo puede darse por superado. Bien, en este caso, es incluso difícil convertir en palabras lo que le pasa a uno por mente y tripas tan pronto como la cinta echa el cierre, así que vaya si lo consigue.
7,5/10
No me lo veía venir…esperaba un golpe muy duro en otra dirección, pero no. Me ha angustiado menos de lo que esperaba. Eso si la tensión la he tenido durante todos los minutos (solo cuando sale el niño y su acento respiraba). Estoy todavía recapacitando…porque no me lo esperaba…
no es un golpe en plan reverso del guión. Es un golpe que empieza a darte en el minuto 1 y se prolonga hasta el 100. Parece menos intenso que el típico giro dramático inesperado, pero yo creo que es todo lo contrario. No es efectista, pero sí muy efectivo. No me digas que no te hace sentir como una mierda la peliculita xD
Muy de acuerdo contigo en que el giro final no es lo mas acojonante…la escena de la mujer aterrada por volver a casa o cuando el marido se va de la tienda me tocaron la fibra. Lo que me extraño fue la evolución del personaje de Joseph, sinceramente pensaba que tras su presentación se transformara en un monstruo…pero en el fondo tampoco comete grandes errores. Sentirme como una mierda…Si, pero en escenas como la del funeral incluso una sonrisa esperanzadora me salia…
bueno, de ahí el, sic, título en español de redención. Algo de luz al final del túnel se ve… sí…