Crítica de R3sacón (The Hangover. Part III)
Hay quien cuenta con orgullo (aquellos amigos beodos impenitentes que todos tenemos) épicas gestas de borracheras antológicas, encarnizadas batallas contra el sistema hepático en farras grecorromanas. Relatos heroicos de noches salvajes proyectadas en fastforward que desembocan en clímax bautizados por ablución de alcohol dignos de libro de Historia. Pero, hasta donde yo sé, casi nadie habla con cariño o con orgullo de las resacas. Una resaca puede ser el recuerdo de una juerga feliz, el remanente de una época triunfal que se remonta a pocas horas antes. Pero nadie en su sano juicio ha saludado y recibido con honores jamás una resaca machacona, cefaleica e insistentemente cabrona. Las resacas excesivamente largas son un precio a pagar demasiado alto por una farra tan rematadamente fugaz en el recuerdo. Eso fue la fundacional, celebradísima, ya histórica primera incursión del wolfpack en el mundo de la postborrachera destroyer (seminal Resacón en Las Vegas), y lo que nos ha quedado ahora es el riff de bombo de doble pedal en el centro justo del cerebro.
El retumbo pegajoso de algo que se ha alargado demasiado. Ocurrió con la segunda y deslucida entrega, pero ahora ya, con una tercera entre manos, ni eso. Ahora estamos en el momento en que ya nada apetece más que estar sentado en un sofá probablemente emitiendo un sonido gutural monocorde, molesto para los demás e inconsciente para nosotros.
Algunos podrán ver en ello una reflexión involuntaria, apesadumbrada y melancólica sobre el fin de la fiesta. Sobre la llegada a la edad adulta, la morriña por aquel tiempo de bebérselo y fumárselo todo, los achaques de la crisis cuarentera y demás. Y sí, por ahí va la cosa, centrada esta vez en un arco de transformación que vuelve a apelar al Viaje del Héroe para relatarnos la historia épica de un personaje que debe abandonar la adolescencia (una anormalmente prolongada) para abrazar la estabilidad personal. El problema, que eso se nos ha contado ya muchas veces antes y de formas mucho mejores. El problema real, que ello es lo que podemos rascar del fondo de R3sacón si nos ponemos a escarbar en su entramado más o menos alegórico pero, joder, eso no es lo que se nos prometió.
Quizá sea una cuestión de expectativas personales, algo que a la película y sus responsables no debería ni importarles. En virtud de la libertad creativa, de la adscripción a unos códigos (los de la Nueva Comedia Americana, ya no tan nueva) que siempre coquetearon con la melancolía y la reflexión más lúcida o más pastosa y de las (notables) capacidades del director Todd Phillips esto puede ser planteado como y desde el punto de vista que se necesite. Pero uno no puede dejar de sentirse estafado, sea por la garantía que debería ofrecer el sello «Resacón», sea por lo visto hasta ahora en los últimos años en materia de comedia de acción, muchísimo más emocionante e infinitamente más divertido. Porque ese es el problema. R3sacón no resulta ni una cosa ni la otra. En su vertiente más cinética, en esa celebración del movimiento suicida que ofrecía hasta ahora la franquicia (ve hacia adelante o muere), la película se presenta anestesiada, renqueante, temerosa por el desfase, incapaz de mejorar cualquier pirueta pretérita. Y donde debería haber escalada sólo hay apatía, abulia y mecanicismo, tanto narrativo como escénico, a pesar de que Phillips sepa dar un cierto empaque visual al producto.
En cuanto a su cara cómica, los gags -excepto, quizá, el post-créditos- no resultan punzantes, ni abrasivos, ni mínimamente inspirados. O directamente se muestran inexistentes, de modo que se tienen que terminar forzando y con ello se pierde la fluidez, la espontaneidad y el principal rasgo de distinción de la primera entrega: R3sacón renuncia a la imprevisibilidad y a la sorpresa; no parte del descontrol, de la anarquía, de la sensación de cuanto más mejor, o por lo menos cuanto más atrevido más efectivo. Y se sitúa en un terreno monótono y cansino en el que los gags pueden predecirse a un buen rato de que estallen, los cameos ya no se justifican por si mismos (hace tiempo que dejó de hacernos gracia que Melissa McCarthy, simplemente, «apareciera») y ni siquiera las interpretaciones de lo que hasta ahora eran actores solventes llegan a destacar sobre el mustio material de partida.
Especialmente por estar Ed Helms y Bradley Cooper convenientemente apartados -tristemente descuidados- para ceder el foco a un Zach Galifianakis que parece estar agotando su carisma de cruce perfecto entre Peter Sellers y John Belushi. Y que siempre se mostrará más cómodo soportando menos peso cómico, instalado en un segundo plano como secundario gracioso estrella. Todos los demás, incluyendo un resultón John Goodman y un histriónico Ken Jeong, parecen no interesar demasiado a un director empeñado en buscar la parte lacónica de su personaje estrella, sin encontrar finalmente la piedra filosofal de la tragicomedia de altos vuelos.
Así que nos han engañado. Con saña. Nos dijeron que esto sería una coda apoteósica, un cierre por todo lo alto, una nueva prueba de las capacidades de Hollywood por reeditarse y pulverizarse a sí mismo y un arreglo lobotomizador (aquí no ha pasado nada) respecto a su anterior entrega. Y finalmente nos hemos encontrado con un soso, pueril, moribundo e injustificado anexo extra a un díptico cuya mítica forzada empezaba a pesar ya demasiado. Cefalea, nauseas, dolor muscular, hipersensibilidad auditiva y ocular, boca pastosa, sabor desagradable, zapatillas baratas, calzoncillos, sofá, bata de estar por casa. Posibilidad de vómitos, flatulencia y disfunción eréctil. Y una laguna de memoria respecto a todo lo que hubo de bueno en el pasado del tamaño del lago Michigan. Mal, muy mal.
3’5/10
Vaya basura, menudo timo. Es que ni con el JUAS inicil me he reído, oyes. Robo a mano armada
Vaya basura, menudo timo. Es que ni con el JUAS inicil me he reído, oyes. Robo a mano armada
Fíjate cómo me puse tras verla que hasta lo publiqué dos veces… Ya desde una calma menos trolliana, de acuerdo con lo que dices, una decisión equivocada tras otra, interpretaciones mustias (cameos que ídem)… y sobre todo, sensación de engaño, y de los que se perpetran con desfachatez. Nos han timado pero bien: ¿y la apoteosis? ¿y el "it all ends" de su póster?
BAH
Vamos, que no contento con haber resumido con tu primer mensaje la peli mucho mejor que yo con mi crítica, sueltas uno aún más explicativo.
Diana, es mala, es una mierda. Pero esencialmente es un timo, un robo, una estafa. Justo lo contrario de lo que se nos había asegurado que iba a ser.
Así que sí, me alegra saber que estamos en la misma página aquí (ts, como si lo hubiera podido dudar jamás)…
Balance global de la saga: mal, muy mal
Pues sí,la verdad es que no consigo evitar que hasta la 1 me caiga mal ya…