Crítica de El rifle y la Biblia (Rooster Cogburn)

El rifle y la Biblia (Rooster Cogburn)

Toca ponerse en situación antes de entrar a valorar El rifle y la Biblia. Y ni con esas conseguirá expresarse un juicio totalmente objetivo, mucho nos tememos. Porque esto es un western, sí. Pero un western con John Wayne, y no sólo eso, sino que se trata de su penúltima película (un año después, en 1976, estrenaría la última, El último pistolero). Pero además, se trata de la continuación de las aventuras de Rooster Cogburn, su personaje en Valor de ley; que esta última esté un pelín sobrevalorada no quita que forjara un héroe mítico en el western donde los haya. Y para rematar la faena, acompaña a Wayne en este primer acto de su finale una Katharine Hepburn tan vetusta como de armas tomar, en un papel que recordaría, coincidencias caprichosas, al de Shirley MacLaine en Dos mulas y una mujer. Pensándolo bien, no es difícil encontrar más de un parecido entre la de Don Siegel de que hablamos hace algún tiempo, y esta nueva historia que reúne a un pistolero y una mujer de Dios a la caza de un grupo de malhechores. Pero no hagamos comparaciones innecesarias, que ya tienen bastante chicha considerándolas por separado.

Así las cosas, la única forma en que puede rascarse una aproximación alejada e imparcial de la cinta que nos ocupa pasa por, intuyo, ser la primera incursión del espectador en el género, o bien su primer encuentro con el actor. Y así, probablemente se tope con una aventura muy de segunda, y un intérprete de buena presencia física pero demasiado entrado en años y con serias carencias interpretativas. Estaremos de acuerdo en que esta no es la mejor puerta de entrada a las películas del oeste, si bien es cierto que ese teórico neófito tardará poco en intuir el fuerte telón de fondo que la precede. Porque, y ahí está la gracia, El rifle y la Biblia tiene que entenderse como una reunión conmemorativa, como traca y final de fiesta. Todo en ella está pensado para buscar la sonrisa complaciente del curtido en materia, quien con toda probabilidad pase por alto la liviandad de su argumento, el estado de forma (y no sólo físico) de Wayne o los preocupantes temblores de Hepburn.

Ocurre desde el primer minuto. Una banda sonora de corte épico acompaña a los títulos de entrada anunciando su condición de leitmotiv para los oídos, al tiempo que el título original sobreimpreso (simplemente Rooster Cogburn) hace acto de presencia para despejar toda duda: esto va a significar la recuperación de la figura del héroe en su forma más pura, y va a hablar de un héroe muy concreto a quien dará vida el héroe por excelencia. A partir de aquí, festival de referencias (el juicio inicial, el chino y su gato, la necesidad de un hombre de verdadero valor/true grit, la rememoración de la secuencia final) a la anterior entrega que ya constituía un homenaje al género, y desarrollo de un argumento rematadamente clásico trufado de las cuestiones que siempre han atribulado a sheriffs y vaqueros; más que un capítulo conclusivo, El rifle y la Biblia es el glosario al final del libro. Dichos temas alternativos, que circulan en paralelo al ya mentado entramado principal, sospechosos habituales: cambios generacionales (Wayne está aquí aún más viejo y es aún más gruñón), cambios sociales («si algún día las mujeres obtienen derecho a voto, que Dios nos asista»), mestizaje, enfrentamientos entre raciocinio y fe, y ensalzamiento de buenos valores.

Todo ello va teniendo lugar en poco menos de dos horas sobreactuadas e irregulares, con muchos pasajes intrascendentes (alguno de ellos constituyen, en el bloque central, importantes parones rítmicos) en los que al tiempo que se da caza a malosos que dejan muerte y destrucción a su paso, el grupo protagonista va acercando posturas, máxime entre él y ella. Impagables sus momentos de abierto flirteo que se acercan sin pudor a la comedia romántica. Pero aunque parezca lo contrario, su condición de cine de acción, apenas alejado de la buddy movie incluso, sigue ahí. Y explota en su arco final, claro, que tampoco se olvida de esas puntuales punzadas dramáticas que habían ido dándose aquí y allá con mayor intensidad de lo esperado. Definitivamente, El rifle y la Biblia tiene de todo.

Lo decíamos al principio, y lo repetimos ahora, que nadie espere una obra maestra del género, ni mucho menos. La propuesta de Stuart Millar es un western claramente menor que debe verse únicamente después de haberse curtido a base de imprescindibles del oeste. Sólo así se entiende su concepto de leyenda, su forma de reverencia total… su mera concepción. Y sólo así se goza de su visionado, se hace la vista gorda, y se disfruta de la fiesta.

 

Y en el Blu-Ray…
Fiel a su cita con el género, la Universal sigue recuperando clásicos menores del oeste, incluyéndolos en una colección inesperadamente vasta (a la par que agradecida) de cine en alta definición. Se trata de ediciones sencillas: un disco y nada de material añadido. Pero permiten disfrutar de las películas a 1080p, que no es poco. En este caso sólo podemos quejarnos de un exceso de grano, porque por lo demás, este Blu-Ray destaca por la calidad de colores y la definición de sus imágenes, así como de un más que digno audio en 2.0 DTS-HD para su versión original, y un Mono Dolby Surround para su doblaje.

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En diciembre de 2006 me dio por arrancar mi vida online por vía de un blog: lacasadeloshorrores. Empezó como blog de cine de terror, pero poco a poco se fue abriendo a otros géneros, formatos y autores. Más de una década después, por aquí seguimos, porque al final, ver películas y series es lo que mejor sé hacer (jeh) y me gusta hablar de ello. Como normalmente se tiende a hablar más de fútbol o de prensa rosa, necesito mantener en activo esta web para seguir dando rienda suelta a mis opiniones. Esperando recibir feedback, claro. Una película: Jurassic Park Una serie: Perdidos

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