Crítica de Runner Runner
Hay pocas certezas absolutas en el ámbito de la crítica cinematográfica pero, aunque muchos de nosotros nos olvidemos a menudo, esta es una de ellas: cada película tiene su público. Todo, o casi todo producto cinematográfico encuentra un hueco en la masa de espectadores y justifica, en mayor o menor medida, su razón de ser. Y eso está bien, claro, porque sabiéndolo uno no tiene la sensación de desconcierto que producen algunas películas que no son ni buenas ni malas, ni interesantes ni aburridas, ni emocionantes ni abúlicas. Esas películas que obligan al crítico a apartarse un poco, dar cuatro pinceladas al respecto y entonar un «oigan, si les gusta, ahí la tienen, que a mí ni me va ni me viene» y dejar que sea la gente la que juzgue. Puesto en otras palabras, me despierta tan poco esta película mediocre (en el sentido más templado del término) que apenas si sé qué decir al respecto.
Lo nuevo de Brad Furman, a quien se respetó por El inocente, articula una trama de tontos inteligentes que en el fondo son sólo de lo segundo, estafadores listos que luego no lo son tanto, mujeres florero que en determinado momento sueltan alguna frase para aparentar algo -no sé muy bien qué- y polis chulapos. Y se desarrolla en un contexto exótico, una Costa Rica surcada por casinos con dubstep atronando por megafonía, macarras con un pecho sobre el que partir sandías, chicas ajamonadas con ojetes blanqueados y todo ese tipo de cosas que les gusta a los americanos pensar que hay por el mundo. Una vuelta en toda regla, una más, a los thrillers de fulleros de los ochenta y noventa (sí, otra vez), concretamente a esos de los que no se acuerda ni Dios porque de tan formulaicos nos ha dado por recordar uno que los englobara a todos. Uno que podría ir, por ejemplo, de un joven universitario brillante que es captado por un mafioso instalado en Sudamérica que lo introduce en un mundo de corrupción y lo trapichea hasta que el primero dice basta. Also: poli y chica.
De eso va Runner Runner y de esos arquetipos tira, siendo el primero un Justin Timberlake normalillo, el segundo un Ben Affleck fofo que no da ni para lo que parece ser al principio de la historia ni para lo que resulta ser al final, el tercero un Anthony Mackie que se muere por tener más papeles y la cuarta Gemma Arterton autodegradada. Nada malo en todo ello, salvo que uno busque la calidad y la novedad, y en ese caso no las va a encontrar. Tampoco la sutileza, o algún tipo de interés más allá del poco que puedan suscitar estos personajes que más que eso son simples caricaturas sin vida y con un sistema de motivaciones bastante plano. Pero el caso es que hacen cosas, se mueven, parlotean, pegan un par de carreras que se pueden intuir entre los planos excitados y confusos de la cámara de Furman, se timan entre ellos, se tienden trampas y todo ese tipo de cosas que al principio pueden capturar la atención en lo que parece un guión avispado pero que al final desembocan en el inevitable tedio. Es lo que tiene partir de libretos que en el fondo son menos inteligentes de lo que parecen creerse.
El mayor pecado de Runner Runner no es que sea mala. No lo es, en tanto que no es. Pero parece cosas, aunque no es necesario prestar mucha atención para percatarse de que esas cosas en el fondo implican funcionalidad, vulgaridad, simplicidad e inocuidad. Inofensiva e incapaz de transmitir emociones por encima de sus imágenes, puramente mecánicas, Runner Runner plantea un escenario reconocible pero no con el suficiente rigor (sus localizaciones no transmiten el agobio y calor pegajoso que deberían) como para que ese par de disparates argumentales que se intentan colar tengan solidez y credibilidad. Ni tampoco como para que podamos tomarnos nada de todo esto en serio y lo releguemos al lugar donde se merece: en un par de años casi nadie se acordará de la película y entonces ¡bam! esta encontrará de repente su razón de ser y amenizará una sobremesa con un poquito más de pedigrí que lo que suele programarse los domingos después del cafelín.
4/10