Crítica de Saloum
Un grupo de mercenarios se hace con un narco y se lo lleva en una avioneta que consigue hacer despegar justo cuando llegaban las fuerzas militares a detenerlo. A medio camino la avioneta sufre una avería, y sus integrantes deben abandonarla en medio de la nada y proseguir a pie en busca de un lugar en busca de ayuda. Poco tardarán en torcerse las cosas de una manera muy, muy alejada de lo esperado, cuando sedes de venganza y elementos extraños hacen acto de presencia. Suena a americanada dirigida por Michael Bay y protagonizada por Dennis Quaid, pero Saloum es una propuesta senegalesa que dirige y escribe Jean Luc Herbulot. Carente de los inmensos presupuestos de Transformers, pero con unos referentes estilísticos muy claros, la película demuestra que nacionalidades y geografías están de más: que de cualquier sitio puede salir el enésimo videoclip comercial, y sólo el idioma en que esté hablado, puede distinguir a uno de otro.
No se le puede criticar nada a Saloum: arranca como un tiro, con un ritmo picadísimo a base de planos muy breves y un montaje inmediato. Banda sonora discotequera, tiros por aquí y por allá, planos aéreos y chascarrillos para aliviar tensiones. Luego, la película se calma un poco (acaso demasiado) para dar cabida al grueso argumental, a medio camino entre rencillas personales y un toque mágico-sobrenatural… que confluye en un tercer acto similar al primero, con extra de CGI. Todo ello en poco más de hora y veinte. Las vías que opta por recorrer Herbulot están claramente indicadas y las conocemos todos: aquí hay un poco de Boyle, de Ritchie, de Besson o del ya citado Bay. Así que la buena noticia es que, sí: desde Senegal también se puede recibir cine de factura de primera, y el espectador medio, habitualmente reacio a explorar nuevos horizontes cinematográficos, encontrará aquí una buena dosis de realidad.
La mala noticia es que Saloum interesa muy, muy poco a quienes el cine-videoclip, el blockbuster wannabe, la licuadora de recursos manidos hasta la náusea, ya se nos haga bola. Porque no hay una sola idea original en su planteamiento formal. Todo es tan audiovisualmente previsible, que se pueden acertar los recursos de cada momento, desde ralentíes a, incluso, algunos planos que ya hemos visto demasiadas veces. Todo lo que tiene de vistosa, y tiene mucho, es inversamente proporcional a su frescura, y de alguna manera esto la convierte en un artificio tosco, rudo y sin demasiada sutileza. A fin de cuentas, como la mayoría de propuestas de sus referentes, antes citados. Dicha brusquedad invita, incluso, a cuestionar las formas en que Herbulot muestra el elemento fantástico: es vistoso, sí, pero a lo mejor, una o dos vueltas más hubieran podido dar con una idea algo más lírica, sin recurrir a una solución (qué difícil es hacer esto sin spoilers) tan afincada en la zona de confort del espectador. De seguro, cualquier otra opción hubiera cuajado como algo mucho más perturbador.
No ha sido así. Y es que a cada ocasión en que la película se encuentra ante la posibilidad de virar hacia lo formal, autoral, o argumentalmente arriesgado (por poco que sea), le da portazo y no se desvía un ápice de la opción fácil: la de las vías rectas y sin trompicones que se han labrado desde el Hollywood más palomitero. Optando por la acción y el (mínimo) drama más comerciales y simplones posible, y priorizando la pirotecnia por encima de la idea. Bueno, no dudo de que sobresalga en lo que se propone, pero por aquí suena un poco a ocasión desaprovechada…
Trailer de Saloum
Saloum: ruido sin nueces
Por qué ver (o no) Saloum
Saloum es un dechado impoluto de un cine de acción que ya hemos visto en demasiadas ocasiones. Es, por tanto, la confirmación de que no todo lo palomitero debe salir de las latitudes habituales… pero también de que dicho tipo de cine no interesa lo más mínimo si carece de otras inquietudes.