Crítica de Samantha Hudson
Siempre que nos topamos con un documental como el que ahora nos ocupa, Smantha Hudson, toca hacer una aclaración previa (que igualmente nadie tomará en serio y volverán a surgir juicios de valor que nada tienen que ver): aquí no se habla del personaje sobre el que gira la película, sino sobre los valores de la misma como tal. Como pieza de arte, vaya. Dicho de otra manera, no tiene ningún sentido que un servidor exprese su opinión sobre Iván González/Samantha Hudson, sí que lo haga sobre los 60 minutos de la propuesta de Joan Porcel (director) y Álvaro Augusto (guionista). En especial porque antes de verlos, no tenía ni idea de quién era este mallorquín que con muy pocos años ya se ha viralizado hasta convertirse en un artista/influencer reivindicativo y ¿emblema? (ignoro la profundidad de su impacto) de toda una comunidad.
El principal problema del film radica en lo que acabo de comentar: que si bien sirva como carta de presentación, no acaba de esclarecer el impacto social real ni de Iván ni de su alter ego, Samantha. Como tampoco acaba de apuntalar su discurso. La primera escena sirve ya de moraleja del 90% del metraje restante, lo cual hace flaco favor al interés del mismo. Y sólo al final parece asomar la cabeza una variante (sobre la ambigüedad de ciertos comportamientos) que hubiera podido dar mucho juego pero, tal y como se muestra, a penas queda en el recuerdo. Sin discurso ni información relevante, Samantha Hudson se acaba transformando más bien en una oda y poco más, cuya justificación cuesta encontrar. Insisto, más allá de lo que el personaje en sí aporte a la sociedad.
Cómo será de grave la cosa, cuando por mucho que dure lo mismo que un episodio de televisión, su visionado se haga muy cuesta arriba. Y es que pasadas las primeras barrabasadas que se escuchan por boca de alguno de quienes pululan por pantalla, nada hay que desgranar, ninguna reflexión, y de hecho, bastante poca tijera. Dura 60, pero si durara 40 minutos, la película no cambiaría un ápice. Y quizá tampoco lo haría con 30.
En definitiva, y este es otro de esos males endémicos del documental de estas características, lo que más refleja Samantha Hudson, es que a veces no basta con dar con un personaje que mole. Antes de lanzarse a montar un documental a su alrededor, hay que plantearse si hay historia, ideal, debate, reflexión… algo que contar o generar.
Minientrevista a los responsables de Samantha Hudson
Valoración de La Casa
En pocas palabras
Samantha Hudson puede molar, o no. Y quien hay detrás puede ser un buen valor para la sociedad, o no. Esas dudas se resuelven rápido en un documental que, luego, no tiene nada más que aportar.