Crítica de Sarah Plays a Werewolf
Parece que el festival Atlàntida ha descubierto un filón en el cine suizo centrado en adolescentes. Si hace nada nos deshacíamos en elogios hacia Blue My Mind (en la que veíamos hasta las últimas consecuencias los traumas a los que puede someterse una chica que cambia de cole y de ciudad) ahora es Sarah Plays a Werewolf la que plantea un entramado de todo menos fácil para otra adolescente.
Lo que interesa a la directora y co-guionista Katharina Wyss no es, por eso, la fase de cambio, sino más bien la incomunicación. Sarah es una chica normal y corriente, pero no acaba de encajar: no tiene amigos, y cuando los tiene los pierde; no tiene novios, porque ocurre lo mismo que con los amigos. Y que su hermano se haya mudado a otra ciudad la ha roto. Tanto como para decir a unos y otros o bien que el hermano se suicidó, o bien un amigo. Algo ocurre, aunque no no sabemos qué y no nos queda otra que intuir por las pistas que van dejándose caer a lo largo de su metraje. El único lugar en qie la bestia se libera es el escenario de un teatro.
Y por aquí es por donde se descubre el plan más ambicioso de Wyss, y a la vez su arma de doble filo. Sarah Plays a Werewolf juega a difuminar las barreras de lo real y la ficción. Uno nunca sabe en qué momento Sarah está volviéndose turuleta o simplemente está actuando. Así que tampoco sabe bien bien qué de lo que cuenta es cierto, y qué no. El problema está en que a ese espectador, tampoco es que le acabe importando demasiado.
Y es que por cómo se concibe el film (frialdad, ritmo exigente) y cómo se describe a su protagonista (no es que caiga demasiado bien, la verdad) nunca llega a tener cabida una conexión a ambos lados de la pantalla que se antoja fundamental para entrar en el juego. Algo a lo que ayuda poco que si bien todo se muestre contenido, y nunca se conceda espacio al exceso, los primeros compases resultan mucho más impactantes que lo que sucede a lo largo de un segundo acto demasiado irregular. Alguna de las pistas que en él se esconden, sin ir más lejos, son quizá las más relevantes para entender a Sarah, pero la verdad es que pasan demasiado desapercibidas.
Ojo, sigue quedando un trabajo interesante. Los discursos que plantea Katharina Wyss son dignos de una o dos vueltas y/o debates, y los pasajes más acertados de Sarah Plays a Werewolf llegan a cotas de intensidad muy elevadas. La pena es que no haya conseguido mantenerse en estos niveles en todo momento.
Habla la protagonista de Sarah Plays a Werewolf
Valoración de La Casa
En pocas palabras
Un nuevo coming-of-age con toques de género, esta vez centrado en los problemas de la incomunicación. Y a su vez un drama gélido que de haber logrado una mejor conexión entre espectador y protagonista, hubiese sido de digestión mucho más complicada.