Crítica de Seis puntos sobre Emma
parte del cortometrajista Roberto Pérez Toledo, Seis puntos sobre Emma podría
ser el principio del fin. Amigos, hay que aceptarlo, la máquina está
perfectamente engrasada y funcionando, pero, en fin, es la máquina. Y su
trabajo es engullir a esos futuros continuadores de la institución Cine Español
que gastan moderada maña, notable perspicacia y unos objetivos nobles (¿qué
joven no los tiene?), pero aspiraciones un tanto avejentadas. Pero es lo que hay:
no todo el mundo puede ser Vigalondo (y ojo, que los cortos de Pérez Toledo eran muy buenos). De modo que ya le viene bien a la industria que
sus nuevos cachorros hagan las cucamonerías al son que ella tararea. A saber:
desventuras de una ciega que quiere ser madre a toda costa y se tira al
terapeuta -casado, con críos- del grupo de discapacitados al que asiste: parapléjicas, sordas, disminuidos psíquicos.
Política (muchos chistes de bar) is the new Corrección Política, la sinceridad
y el ir de cara no garantiza una buena película de este tipo. Una buena
historia es lo que garantiza una buena película de este tipo.
Y acaso la que
nos propone Pérez Toledo aparece intoxicada por los tics habituales, la acostumbrada verborrea no correspondida con un potente aparato formal y ese
avance a fuerza de personajes un tanto estereotipados. ¿Cine sobre
desfavorecidos? Se necesita un bisturí perfectamente afilado y, especialmente,
esterilizado para semejante operación a corazón abierto. Europa sabe mucho de eso.
tratamiento de las motivaciones y dramas internos de Emma (soberbia Echegui, sí) es medianamente delicado y riguroso. Que a pesar de que los diálogos resultan aparatosos en algunas ocasiones, en otras destilan considerables chorros de verdad
y puntería emocional. Y que aunque no parece sentirse demasiado incómodo con el
uso de algunos artificios melodramáticos, la mirada del realizador, naturalista
y de costumbrismo bien mesurado, se presenta clara y directa. Bien, falta la rabia,
falta la idea brillante, la patada definitiva. Y sobra el academicismo, la
corrección generalizada, la fobia a incomodar de verdad. Pero la conexión, si se quiere
coger esa punta del cable, se produce. Y por lo menos, la distancia entre
pretensiones y logros parece relativamente corta. Lo cual, en un tipo que acaba
de estrenarse a lo grande, significa buenas noticias. Un atinado control del material. Una prematura madurez.
partida en seis capítulos, seis puntos que reflejan el devenir de Emma, su
condición y la asunción de la misma. Seis fases de una misma idea que se
va desarrollando y no estalla hasta el final, acaso el mayor hallazgo de la película. No
es ninguna revelación, todo el rato lo hemos sabido, pero ahora cae como una
losa. Y si esto parecía un drama romántico tirando a vulgar, cuando se precipita el final todo acaba
mutando hacia algo que nunca había dejado de estar presente: una conversación
clave termina esclareciendo el propósito del director y haciendo de Seis puntos sobre Emma algo más oscuro, más humanamente complejo, mejor.
mejor, esto tenía que ser distinto. Esto tenía que confirmar que estas nuevas
generaciones de nuestro cine vienen aquí para quedarse y establecer un nuevo orden.
Roberto Pérez Toledo parece tener voz propia, pero va a tener que gritar más. O, ya sabéis, todo va a seguir igual. O peor.