Crítica de Señales del futuro

A pocos meses de la gran eclosión de la ciencia ficción que pretende ser la esperadísima «Star Trek», aparece a la chita callando «Señales del Futuro», cinta con todas las papeletas para hundirse en la miseria artística (bajo presupuesto, director en dique seco tras «Yo, Robot» -película de encargo y consiguiente fiasco creativo, y la presencia de Nicolas Cage) que sin embargo supone una de las propuestas más interesantes de la presente temporada, y no sólo en lo que al sci-fi se refiere.

Alex Proyas es el encargado de dirigir la película, que se centra en John (Cage), quien en la actualidad deberá luchar contra el destino tras haberle caído entre manos un extraño papel escrito hace cincuenta años, en el que se han previsto todas las catástrofes acaecidas hasta la fecha, a falta de tres más aún por suceder.

Tras este argumento, del que mejor no desvelar nada más, se esconde una hábil mezcla de géneros que pasa del terror al thriller, el drama, el cine catastrófico y la ciencia-ficción. Su principal nexo en común es principalmente un espíritu abierta y honestamente tendente a la serie B, algo de lo que siempre había hecho gala anteriormente Proyas («El Cuervo», «Dark City»), pero que parecía haber perdido en la inefable cinta con Will Smith anteriormente citada.
Afortunadamente, el egipciano parece haber sido el primero en olvidarse de «Yo, Robot», y (¿consciente quizás de la decepción de sus fans?) en «Señales del Futuro» recupera algunos de sus tics, que ya de por sí otorgan un aura diferente en una película aparentemente comercial.
Y digo esto último porque si a alguien no va dirigida la cinta es al público mayoritario, por mucho reclamo que suponga su reparto (al menos, en EEUU).

Como ya ocurriera con «Dark City», de similar estrategia publicitaria, la que ahora nos propone Proyas es una historia oscura y opresiva, de difícil digestión y gran carga moral, por descontado alejada de los lugares comunes de las americanadas al uso.
Por todo ello, su visionado requiere quizás de un esfuerzo por parte del espectador, una voluntad de entrar en su peculiar juego de familias rotas, presencias fantasmales vestidas de negro, premoniciones y siniestros catastróficos. De no estar dispuesto a ello, se corre el riesgo de que el espectáculo se torne en poco más que una mofa risible por su ridiculez (en especial en su tramo final), algo con lo que «Señales del Futuro» flirtea en numerosas ocasiones, como por otra parte sucede con toda película de serie B que se precie, con Shyamalan como principal abanderado.
Si no es este el caso, ciertamente la propuesta tiene grandes posibilidades de ser disfrutada (casi) plenamente.
No sólo por su historia, ya de por sí densa y relativamente atípica (al menos, en su desarrollo), o por su impecable llamada a los sentimientos, capaz de sobrecoger y aterrorizar, pero sobre todo mantener atento al espectador en todo momento pese a la escasez de artificios hollywoodienses; es que además, Proyas compone una labor a nivel visual excelente, incluso geniales en los tres o cuatro Grandes Momentos de la película (así en mayúsculas). La habilidad del director de ir más allá del simple golpe de efecto, de ahondar en lo que se puede uno encontrar más allá del mero impacto espectacular, hace que, por ejemplo, rara vez se hayan visto en un cine escenas como la del accidente aéreo o de metro (atisbadas en el trailer), donde es una vez concluido el siniestro cuando, mediante escenas realmente duras, el espectador comienza a sentir auténtico pavor.

Todo ello para culminar en un tramo final que no admite medias tintas, siendo capaz de echar por tierra todo lo visto hasta el momento, o de ensalzarlo prácticamente hasta la categoría de obra maestra. Lamentablemente, decir una sola palabra más del mismo sería destrozar toda su magia, por lo que una vez más toca dejar la argumentación a medias tintas, y únicamente añadiremos que contiene uno de los espectáculos más impactantes del género catastrófico, que bien vale su visionado en pantalla grande pues esconde y de qué manera su ajustada inversión financiera.

Lo que sí puede mencionarse es que, obviamente, esta no es la película perfecta, y no son pocos los fallos en los que cae de manera más o menos evidente. Se le puede criticar quizás cierta falta de riesgo en determinados momentos del guión, algún cabo suelto, o una banda sonora parcialmente fallida (a cargo de Marco beltrami). Pero sobre todo, cabe criticar la presencia de actores infantes, en papeles tan insoportables como de costumbre por su sabelotodismo y pretendida madurez mental. De no ser por su importancia para el argumento, tanto Chandler Canterbury como Lara Robinson (esta, encima, con doble papel) merecerían un generoso recorte en la sala de (re)montaje de cara al lanzamiento en DVD…

Afortunadamente, esos pequeños tachones no ensucian demasiado el resultado final, una película seria y atípica que supone toda una alegría para los amantes de la ciencia ficción. Cruel y esperanzadora, entretenida y perturbadora, «Señales del Futuro» se convierte en una de las gratas sorpresas del año (pese a lo que muchos digan), un espectáculo absolutamente recomendable e incluso necesario en unos tiempos en los que parece que la mejor manera de llenar salas es idiotizando a sus espectadores. Que a día de hoy sigan apareciendo películas teóricamente comerciales que dan tanto que pensar (sobre todo a varias horas de su visionado) es toda una más que bienvenida noticia.
8/10

PD. Buena carta de recomendación para sus guionistas, pues de los tres que firman el libreto dos de ellos, Juliet Snowden y Stiles White, serán los encargados del remake de «Poltergeist»…

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