Crítica de Señor Manglehorn

Señor Manglehorn

Tercera entrada en el capítulo Indie 2.0 de David Gordon Green, y tercer estudio sobre el norteamericano medio-bajo. Como ya sucediera en las excelentes Prince Avalanche y Joe, el interés principal gira en torno a un hombre vulgar y corriente, curtido a base de tortas de mayor o menor impacto, asestadas por la vida en general. Si en la primera de las mentadas, amable comedia, se establecía una relación de camaradería entre el protagonista principal (Paul Rudd) y un compañero de trabajo (Emile Hirsch) en la soledad de su trabajo común en las montañas, en la segunda, más dramática, un exconvicto (Nicolas Cage) entablaba relación casi de casualidad con un chico de 15 años (Tye Sheridan) en su periplo por el bosque; el giro hacia la soledad es ahora aún más evidente en la tragicomedia que nos ocupa con Al Pacino, un cerrajero entrado en años (el Señor Manglehorn en cuestión) que vive solo con una gata en una casucha de mala muerte en la América profunda. Apenas se habla con su hijo, escribe cartas a un supuesto amor que no sabemos si sigue con vida, le abandonó, o existe siquiera, y sonríe tan sólo cuando se reúne con su nieta de uvas a peras, o cuando acude al banco y es atendido por la cajera (Holly Hunter, por cierto; casi nada).

Cambian los escenarios, pues la que nos ocupa es 100% urbanita, pero el discurso se mantiene y, si acaso, vira hacia parajes más lúgubres: el americano de a pie es un ser con escaso margen para la esperanza. Con tendencia a la soledad, a la locura directamente; oprimido por lo que le rodea y condenado a un estado mental cuestionable. Hay una luz ahí, cada vez más a lo lejos, y a ella debe aferrarse si no quiere echarlo todo a perder. La joven Prince Avalanche aún era luminosa, la ya crecidita Joe tremendamente oscura. Manglehorn, directamente, ida, viciada (a saber cómo será la próxima). Lo que se traduce en incomodidad hacia el espectador: no se trata de una comedia, ni de un drama; es una película canónicamente indie, pero conforme progresa se aleja de las normas del género. Debería ser amable, y en líneas generales es mucho más intrascendente de lo que a ella le gustaría; pero consigue enrarecer lo suficiente el ambiente como para afectar al respetable desde su iluminación flipada y sus voces en off, sus montajes a base de abuso de disoluciones y fundidos, y sus movimientos de cámara lentos y melosos. Rara avis, en definitiva, que quizá no haya salido redonda, pero salta al ruedo con mucha intención.

Hay problemas de ritmo, exceso de lirismo y repetición de mensajes ya sea de forma explícita como a través de alegorías ocasionalmente burdas. Se antoja menos natural que la primera entrega de esta supuesta trilogía minimalista, y menos contundente que la segunda. Y cierto es que a fin de cuentas, es un timo: no cuenta nada nuevo, puesto que se limita a recorrer la senda de siempre que toca hablar de un don nadie en el ocaso de sus días, con deberes pendientes. De hecho, en más ocasiones de lo debido el guion del novato Paul Logan parece chocar con la irreducible personalidad del director, siempre un paso por delante intentando evitar el lugar común y hacer de su anciano un Schmidt cualquiera. El discurso de David Gordon Green no fluye como debería, y de ello, el film se resiente. Con todo, acaba prevaleciendo el arco evolutivo de sus personajes, creíbles, sutiles, humanos; meta imprescindible cuando todo lo demás se tambalea. Señor Manglehorn funciona puesto que a su excesivamente elaborado planteamiento formal, y a su argumento acartonado, se enfrentan dos personas sumamente naturales y tratadas con el suficiente atino como para rebasar los límites de la pantalla. No hay discusión que valga al respecto: Pacino (contenidísimo) y Hunter están perfectos.

Asi que si no se quiere entrar en su juego alucinado, vale. Que el mensaje pueda generar rechazo por ser, a grandes rasgos, el mismo de siempre, vale. Pero que este vehículo para el lucimiento de su protagonista, haya posibilitado la recuperación del actor de El padrino, es un logro a todas luces que bien vale el sacrificio.

6/10

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En diciembre de 2006 me dio por arrancar mi vida online por vía de un blog: lacasadeloshorrores. Empezó como blog de cine de terror, pero poco a poco se fue abriendo a otros géneros, formatos y autores. Más de una década después, por aquí seguimos, porque al final, ver películas y series es lo que mejor sé hacer (jeh) y me gusta hablar de ello. Como normalmente se tiende a hablar más de fútbol o de prensa rosa, necesito mantener en activo esta web para seguir dando rienda suelta a mis opiniones. Esperando recibir feedback, claro. Una película: Jurassic Park Una serie: Perdidos

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