Crítica de El séptimo hijo (Seventh Son)
Bueno, pues a por las lanzas que voy. Buscaré una que no sea demasiado bonita, cuya punta no esté del todo afilada, pero que valga como tal. Y esa será la que partiré en favor de una película que no le ha gustado a absolutamente nadie. Y que sin embargo, o quizá justamente por eso, ha supuesto una inesperada sorpresa para quien esto escribe. Una sorpresa tibia: en ningún momento diré que El séptimo hijo me haya parecido una buena película; pero sí que por difícil que se antoje la hazaña, tratar de acercarse a ella desde una posición cuanto más desprejuiciada mejor, puede suponerle al espectador alguna que otra alegría en forma de entretenimiento camuflado de serie A pero con alma de serie B para abajo, que es este exploit (¿involuntariamente?) paródico de las sagas épico-fantásticas. Charles Leavitt (guionista de la inminente Warcraft) y uno que ya se había curtido en materia (con El imperio del fuego) como es Matt Greenberg, adaptan la novela de Joseph Delaney para el ruso Sergey Bodrov (Mongol), quien por su parte se hace con un reparto infinitamente por encima de sus posibilidades para dar vida a una historia de brujas, hechizos, profecías, dragones, fantasmas, exorcismos y hasta un guardia de noche (pulula por aquí Jon Snow himself): Jeff Bridges y Julianne Moore acaparan los focos de un petardo en toda regla que, según se mire, puede caer en gracia. A mí me pasó.
Es lo que ocurre cuando parece que todo el mundo vaya a una, y esa una sea el cachondeo. Unos quizá conscientes de dónde se estaban metiendo, otros precisamente por todo lo contrario; sea como sea, y con la falta de pretensiones por bandera, consiguen hacer de El séptimo hijo una modesta, desenfadada, idiota película-entretenimiento, ora risible, ora entrañable en su condición de fallida; condición que asumirían sus implicados sin molestarse demasiado, intuyo. Traducción: una nueva muesca en género de la Fantasy Opera (si existe) pero alejada de los habituales tics del mismo. Aquí no hay grandes sentencias, oscuridades anímicas, ni demasiado interés por la generación de una mitología propia. Sino acción a raudales desde el primer minuto, sin apenas margen para la presentación de personajes/situaciones y con un sentimiento de horror vacui CGI que plaga cada fotograma de infinidad de detalles digitales. Semejante falta de pretensiones retóricas o anímicas constituye el contrapunto ideal para una cinta que, por otra parte, se convierte en el paradigma del plagio, en lo que a niveles formales se refiere: planos aéreos a granel, banda sonora épica, violencia aséptica… lo tiene todo para ser una fotocopia más, de usar y tirar (y por tanto, del gusto de un fan tan reticente a los cambios), pero sin ese aura de prepotencia que condena, por hacerlas terriblemente aburridas, a propuestas similares (la trilogía de El hobbit a la cabeza). Nos vale.
Y luego están Moore y Bridges, desternillantes en sus respetivos roles de bruja malvada y… eh… algo así como un Gandalf mezclado con Rooster Cogburn (Valor de ley), Jack Sparrow y Miyagi. Están inesperadamente acertados, porque parecen pasárselo teta a sabiendas, ellos sí, del jardín en el que están con tal de cobrar el cheque. De la boca del segundo salen, para mayor gozo, los mejores chascarrillos, alguno con puntito meta incluido: que aparezca en escena una criatura y él le quite hierro diciendo que sólo es de nivel 6 deja muy poco margen a duda: El séptimo hijo es una broma, sí o sí, y así debe tomarse. Por eso, en verdad sólo puede recriminársele algo con el cuchillo entre los dientes: que busque ponerse seria puntualmente, con alguna subtrama de chicha y nabo que sobraba de todas todas. Ahí, la herida escuece. Por lo demás, lo que tenemos en pantalla es un entretenimiento orgulloso de su caspa, cuya única intención pasa por una noblísima voluntad de entretener al respetable a base de mil y un bichos y otros tantos momentos climáticos; tantos, que se acaban anulando los unos a los otros hasta caer en un resultado… lo dicho, fallido, sí, por qué no. Pero no le hagáis demasiado caso, si tenéis pensado verla, hacedlo con una cerveza en cada mano y la mente en otro sitio. Sin ser ninguna maravilla, tampoco es, como muchos comentarios airados apuntan, la peor película del año. Así que eso, ahí tienen mi lanza, roma y astillada, pero partida en su favor, en todo caso.
5/10
Y en el Blu-Ray…
La Universal, de un tiempo a esta parte, ha decidido sobreimprimir un molesto titular en pleno centro de la pantalla que avisa, apareciendo y desapareciendo, que lo que estamos viendo es, ejem, Propiedad de la Uniersal (gracias por la aclaración). Eso nos impide disfrutar plenamente de las películas que nos envían para el análisis, y en el caso que nos ocupa es especialmente doloroso habida cuenta de la excelente calidad audiovisual que se gasta en su edición en alta definición. Su imagen es impecable, nítida y viva, con una grandísima calidad de cada detalle; y una mención especial merece el master en versión original, que corre en un apabullante DTS-HD 7.1.
Y hay más, en forma de extras de los que por aquí nos encantan. Lejos de chuminadas que no le sirven a nadie, los materiales añadidos de El séptimo hijo incluyen:
- Final alternativo;
- Escenas eliminadas o expandidas, con casi media hora de metraje;
- Así se hizo: interesante material que, en suma, se acerca a los 45 minutos.
Otra sorpresa más para una película a reivindicar por lo bajini.