Crítica de Sex Tape. Algo pasa en la nube
Cine e Internet. Mejor: Internet en el cine. Más allá de los problemas con las descargas y demás, el universo online ofrece una miríada de premisas sobre las que hilvanar argumentos para todos los gustos, y en todos los géneros imaginables. Recientemente Her o 10.000 Km han puesto en evidencia la afección del mundo virtual, para bien y para mal, en la cotidianidad del ser humano, de la misma manera que #Chef (de estreno inminente por aquí) realiza un cuidadísimo estudio sobre las redes sociales y su relevancia como condicionante, oculto en su disfraz de película de corte mucho más clásico. Por supuesto, la comedia también tiene derecho a decir la suya, máxime cuando el humor, en nuestras vidas, pasa hoy en día por el vídeo del tortazo de algún desconocido que alguien haya compartido con nosotros, o del ridículo ajeno que algún otro haya subido a la nube o viralizado de cualquier otra manera. Y Sex Tape. Algo pasa en la nube va de eso precisamente: de los problemas que pueden acompañar a la subida en público de algo privado. O más bien amenazas, ya que en el fondo tampoco es que parezca que a los protagonistas del film, Cameron Díaz y Jason Segel, les ocurra nada demasiado grave por el hecho de colgar por error su vídeo de sexo amateur en la red. Pero es que por otra parte tampoco ocurre nada en general en la película: ni siquiera lo suben a la red propiamente dicha (a la nube de la que hablan en el título español) sino a cuatro tablets sincronizadas entre sí que después. Así que mal vamos.
Poco, muy poco. Nada, prácticamente, es lo que de hecho puede llevarse uno a la boca de este engañoso pastiche que promete hablar de dos cuestiones estimulantes que después apenas si sirven de excusas para un argumento, personalidad, moraleja, y film en general, mucho más rancios y desfasados. Se nos promete sexo y se nos promete Internet, y por tanto se nos invita a pensar en una propuesta con mordiente (se trata del mismo equipo que trajo hace nada Bad Teacher), moderadamente picante (a lo ¿Hacemos una porno?, por ejemplo), y sensaciones del estilo Apatow (escriben el propio Segel y Nicholas Stoller, y juntos han parido Paso de ti, Todo sobre mi desmadre o Los Muppets). Y en cambio se nos da una rácana historieta de buenos valores con un mínimo enredo de andar por casa. Nada de crítica, nada de retrato de la sociedad actual, y mojigatería por bandera a excepción de cuatro palabrejas malsonantes y un ínfimo punto climático que ocurre, para desespero del respetable, en el primer tercio del metraje. Una suerte de sketch alargado con invitado de lujo (Rob Lowe), independiente en relación al film y que lleva a un vacío cósmico, como todo. Y es que lo que más sorprende, que es también lo que más molesta, es la nada absoluta de la que todo parte para ir, en seguida, a la nada más absoluta de nuevo. ¡Qué nube ni qué niño muerto! Sirva precisamente este momento climático, digno de las épocas de Agárralo como puedas (sin ningún plus posmoderno mediante) como botón de muestra: consumo de heroína, promesa del desfase máximo gentileza de Díaz y de Rob… y en un par de minutos ya nadie recuerda el haberse empolvado la nariz. En saco roto, vaya; e igual de superfluo es todo el resto, atención si no al desaprovechamiento del último clavo al que podía aferrarse: cierta visita a cierto centro de operaciones internáuticas con cameo de tres al cuarto incluido.
Superfluo y carente de gracia. Y es que al final, un chiste puede ser de lo más idiota o estar más visto que el tebeo, que si se cuenta bien, las risas se generan igual. Sorprendentemente, Sex Tape. Algo pasa en la nube tiene gravísimos problemas con el ritmo ya no sólo de su mortecina evolución, sino de sus gags, de manera que éstos parece que ocurran a cámara lenta, de forma desganada y rutinaria, y por supuesto anti-humorística. Una lanza puede partirse en favor de Cameron Díaz, quien intenta componer un personaje simpático y expresivo de su hueca, huequísima delineación… pero sus esfuerzos son rápidamente ensombrecidos por el semblante apagado y monótono de Jason Segel, en la que seguramente sea la peor interpretación de su carrera. Y sin química, es imposible.
Recapitulando pues: tenemos una comedia sin ninguna gracia, con un guión engañoso que se olvida de su rompedora propuesta para pasarse rápidamente al tono blanco familiar de los peores y más desfasados ejemplos de comedia reciente hollywoodiense. Tenemos un desaprovechamiento total de temáticas sobre el papel interesantes, en pos de un desarrollo visto en infinidad de ocasiones sin un solo atisbo de originalidad, y afectado por una vertiginosa falta de entereza; a una pareja protagonista sin química, pululando por una acumulación de acontecimientos sin apenas relevancia. Y a todo ello hay que sumar una dirección pobrísima, la de Jake Kasdan, casi más amateur que el vídeo privado que hace las veces de MacGuffin de todo ello. Un desastre, vamos.
3/10
Otra que no bajo. Thanks Caps.2