Crítica de Silencio en la nieve
En Rusia el invierno puede ser eterno si vistes tela barata, el frío es la mejor alternativa a la muerte, y el Mediterráneo de tu vida deja paso al mar blanco de la estepa. Algo así debieron de sentir los españoles que, por convicción o necesidad, se enrolaron en la División Azul y se fueron allí, al otro lado de Europa, a matarse contra un ejército ruso que hizo de la desesperación y la necesidad de victoria sus mejores aliados. Ésos, y el frío.
Tras el desastre que culminó la expedición, los que pudieron volver se encontraron con una Falange cada vez más enfrentada a Franco, y con una dictadura que intentaba sacudirse de encima su pasado filonazi (por utilizar un eufemismo) ante el nuevo escenario internacional. Resultado: aquí no se habla de los años en Rusia, coño, si no es para ensalzarlos, y tampoco nos entusiasmemos que no está el horno para bollos…
No me malinterpretéis, no digo que camine precisamente por su mismo lado de la acera, pero, perdonad el tono, para los soldados rasos debieron ser años muy jodidos, aquí y allí. Y muy cinematográficos ya puestos. Por cierto, entre los que vistieron el rácano uniforme de campaña había personajes tan improbables como Berlanga o Luís Ciges. Las vueltas que da la vida…
Llama la atención el silencio que ha cubierto, mayoritariamente, este periodo de la historia moderna de España. Metidos hasta arriba en un cine que vuelve a menudo sobre los pasos de la memoria histórica, la División Azul seguía siendo una especie de Área 51 en la topografía de la producción reciente. Como mucho, alguna cinta de propaganda franquista. Ya solo por este hecho, llama la atención Silencio en la nieve. El nuevo título del director y productor Gerardo Herrero adapta la novela El tiempo de los emperadores extraños de Ignacio del Valle para llevar a la pantalla un material potente: En un campamento español en el frente ruso empiezan a sucederse asesinatos rituales, con los pechos de las víctimas marcados a cuchillo con extrañas frases. Un antiguo policía y un sargento se encargan de la investigación, solo para descubrir que el silencio sobre el pasado es moneda común en un destacamento cargado de rencillas personales y fantasmas comunes. Todo ello, encima, enmarcado con un diseño de producción creíble, bien desplegado, quizá excesivo por la necesidad de mostrar hasta la saciedad sus posibilidades, pero como se han visto pocos en el cine español.
El esquema se encuentra a medio camino entre El nombre de la Rosa, la ficción detectivesca enmarcada en un contexto alienado, y el universo formal de Enemigo a las puertas y, sobretodo, Stalingrado. Herrero revisita un paisaje relativamente conocido desde la perspectiva del soldado español, quizá más cercano culturalmente al espectador. Su alienación, mayor si cabe que la de los alemanes, debería ser un buen motor temático de lo que se presenta como un relato de investigación al uso. Pero esto no es Masacre, ni Herrero pretende ser Elem Klimov. Su visión del horror común de la guerra tiene un ojo puesto en el pasado más reciente, el de la Guerra Civil, y en las fricciones entre toda la miríada de bandos que la protagonizaron, pero no olvida su condición de entretenimiento. Aquí hay una historia que podría trasladarse perfectamente a un entorno urbano y contemporáneo, central y reconocible sea cual sea el marco histórico. El relato se mueve entre dos aguas, un presente inhóspito y los ecos de un pasado que, en mayor o menor medida, han derivado en las consecuencias del primero. El problema es que lograr un equilibrio entre la trama que mueve la acción y la voluntad de explicar su contexto no siempre es fácil, y el film se convierte en una buena prueba de ello. Así, a algunos momentos elaborados con garra, visualmente potentes (la obertura por ejemplo), se suman escenas funcionales, frías e incluso confusas, que desajustan un conjunto que daba para más. La definición de los personajes a menudo se pierde en la imprecisión, afectados por su papel de ejes que buscan explicar los acontecimientos. Todo el conjunto transmite una cierta sensación de desajuste, de falta de una última revisión que diera una vuelta definitiva y diferencial a buena parte del metraje, para ensamblarlo y alinearlo con aquellos picos que Silencio en la nieve muestra en algunos fragmentos.
Tras Malena es un nombre de tango, Herrero se destapó hace años como director con Territorio comanche, un notable retrato de las vicisitudes, físicas y psicológicas, de la intrigante figura del periodista de guerra. Pese a las similitudes de fondo entre ambos relatos, Herrero pierde parte del mordiente que demostró en aquella, y que podía traspasar al caso que nos ocupa, en su empeño (o necesidad) de alternar la exploración de un mundo al límite con su voluntad de rodar un thriller al uso. La desorientación se adueña de parte de la narración, hasta el punto de condicionar la desolación que lo impregna todo, la sensación de encontrarnos ante un ejército de animales heridos, de ideologías a veces contrapuestas, atrapados en un páramo tan palpable como mental. Es una lástima ver cojear unas premisas tan esperanzadoras, pero al mismo tiempo ocurre algo curioso: Si muchas de sus partes son irregulares, un poco imprecisas y carentes de toda la fuerza de que eran capaces, el conjunto se salva. Dispersos en todo el film existen elementos suficientemente valiosos como para tenerlo en cuenta. Lejos de ser redonda, la narración se lleva bien, logrando giros y puntos de inflexión que acompañan al espectador. No aburre, no insulta la inteligencia de nadie y respira una considerable voluntad de hacer las cosas bien. Al final, cuando se encienden las luces, puede que veamos los fallos y los errores, pero difícilmente hablaremos de un desastre, y en cambio quizá valoraremos la inquietud de hacer algo diferente sin salirse de la comercialidad. Es una pena que se haya quedado a medio gas, pero ante un punto de partida así, cuando el conjunto supera los altibajos de las partes, puede que sea un paso adelante. Pequeño y errático, pero adelante a fin de cuentas. Y eso ya es algo a tener en cuenta.
5’5/10
Por Manel Carrasco
Comentarios como el anterior no deben tenerse en cuenta por su carácter ofensivo e irrespetuoso. Puede que la película guste o no, pero de ahí a tildarla de tales adjetivos hay mucha diferencia.
A ver: No acostumbro a contestar los post si no tengo algo que decir que no quede claro en la crítica, y éste es quizás uno de esos casos. No estoy muy seguro de a qué te refieres con lo del carácter ofensivo e irrespetuoso y eso me preocupa, porque una máxima que me impongo y que intento seguir al pie de la letra es la de nunca (y digo NUNCA) entrar en el terreno de las descalificaciones personales ni los comentarios maleducados. No me parece que ninguna crítica se deba construir desde el menosprecio fácil ni la expresión soez. Se puede ser ligero, pero nunca gratuito. Respeto mucho el trabajo de Gerrado Herrero como el de uno de los mayores productores de este país y como el de un director de cine con una carrera más que apreciable (y de hecho, hago mención a ella), pero aunque fuera Uwe Böll no haría ningún comentario que no hubiera reflexionado previamente ni que considerara que traspasa la frontera del respeto. Sé que toda película es la suma de un trabajo de equipo en el que se presupone que todo el mundo pone lo mejor de sí, y por ello merece mi respeto, pero el resultado no siempre funciona y desde la perspectiva subjetiva de un crítico (profesional o amateur) también debemos reseñarlo. Me inquieta que se interprete que cualquier comentario que haga pueda sonar ofensivo, denigrante o irrespetuoso, porque nunca debe ser ése el objetivo de una crítica de cine. Me interesa saber cuáles son esos adjetivos. Si te refieres al punto en el que utilizo palabras malsonantes, la idea era ponerlas en boca de la dialéctica de los que gestionaron el retorno de la División Azul, pero no están allí para referirse ni a la película ni a su equipo. Si se trata de algún otro comentario, insisto, nunca jamás ha querido ser ofensivo. No pretendo justificarme, pero sí explicar el contenido de una crítica si no se ha entendido bien. Es muy fácil incurrir en una mala interpretación, y más con la cantidad de burradas que se dice de la gente por Internet, pero no es ése el objetivo de esta crítica ni de ninguna otra que haya hecho. Y no tendré ningún problema en aclarar cualquier punto si algo que escriba haga pensar en lo contrario.
Manel, disculpa si mi comentario da lugar a una malinterpretación. En ningún caso me refiero a tu reseña, que tiene todos mis respetos, sino al comentario que se lee más abajo y que está firmado por "Un anónimo dixit, en Crítica de Bunraku".
No hay problema, Arturo. Veo que ha sido una confusión. Mira, al final me ha venido bien para explicar sobre qué criterios me baso. ¡Un saludo, y gracias por pasarte por aquí!
Permítaseme intervenir. Precisamente, lo del Comentario del día, con su correspondiente enlace a la crítica en cuestión, está ahí colocado para incentivar al lector a contra-opinar lo que ahí pueda leer. Por lo tanto, Arturo, te invito a que accedas a la crítica de Bunraku, y sigas el debate desde ahí.
Saludos ;)