Crítica de Sin fin (2018)
Es curioso que coincidan en el tiempo los estrenos de la última película de Julio Médem, y Sin fin, que a un servidor le ha recordado a Los amantes del círculo polar, no tanto por sus formas, sino por las sensaciones. Las motivadas por emociones parejas durante el visionado, y las de estar ante una historia de amor generacional, y con mucho de circular para mayor inri, para un público quizá más selecto y menos masivo (no por nada, sino porque a estos no los mueves de Julia Roberts y Richard Gere o sucedáneos).
También es curioso que en lo que más se distancien ambas películas, en el componente fantacientífico de la que nos ocupa, sea en lo que ésta menos brille. Vamos, que de esta historia de amor, de erosión, de vida y de segundas oportunidades, lo que menos interesa es precisamente lo que la desencadena, y que no sé hasta que punto se puede desvelar pero, vaya, tira de fantástico en lugar de realidad.
Lo que importa es la sutileza con la que los hermanos Alenda atacan, durante buena parte del metraje, al corazón del espectador. De cómo construyen esta historia de amor a dos tiempos y en paralelo, entre Javier Rey y María León, y de cómo ésta se va tornando verosímil y sentida conforme avanza, y pese a los primeros momentos de incredulidad debidos al maquillaje y a algún que otro momento interpretativo chirriante. Juegan con cierta ventaja: este proyecto, debut en la dirección de largometrajes, continua la línea de un corto (Not the End) que, además, fue interpretado por los mismos actores en su día.
Supongo que ese extra de cariño se contagia en un espectador que poco a poco va adentrándose en esta trama sencilla pero ágil, narrada de forma amena y hábilmente entrelazada, contando con parte de intriga y parte de elipsis en la que nos toca reconstruir a nosotros. Pero sobre todo con mucho de credibilidad y empatía. Más aún: tratando un tema con el que más de uno nos podemos sentir identificados.
Y en todo esto, que es el grueso de Sin fin, apenas se puede detectar algún que otro pasaje con exceso de edulcorante, siendo el resto una propuesta sencilla y honesta, alejada de pretensiones como de discursos grandilocuentes. No por nada ella es la actriz que quizá mejor represente papeles terrenales (el díptico Carmina), y de las que mejor parecen entender las visicitudes de sus personajes cuando estos son llevados a extremos emocionales.
Ya digo, lástima de ese capricho del destino en forma de un elemento que funciona peor que el resto y es, justamente, el punto de mayor esmero. Pero claro que quizá seamos nosotros los exigentes, que cuando vemos lo mismo de siempre queremos innovación, y cuando esta aparece resulta que a lo mejor no hacía falta.
Con todo, pequeñita pero potente historia de amor.
Trailer de Sin fin
Valoración de La Casa
En pocas palabras
Una película de amor y segundas oportunidades creíble y emotiva, salvo por sus pequeños escarceos con una ciencia ficción con la que nunca acaba de sentirse cómoda.