Crítica de Sin tiempo para morir
Cuando la pantalla funde a negro y da pie a la canción que Billie Eilish ha preparado para la película, hay un detalle que me pareció de lo más premonitorio: conforme aparecen los títulos, ristras de balas conforman una figura que, al principio, creí que iba a ser el símbolo del infinito (en clara alusión a lo infinitamente larga que es la película, pensé). Pero luego, en verdad, lo que crean es un ADN. Y la clavan… en ambos casos. El involuntario aviso de que Sin tiempo para morir es más larga que un día sin pan, alerta del que a la postre es el mayor de sus males: no es, ni mucho menos, redonda porque se hace sumamente larga. Y por otro lado, quizá estemos ante la película del ciclo Daniel Craig que más, y mejor, respire 007; vamos, la que más impregnada lleva en su ADN la saga Bond. Así pues, en cierto modo el cierre de este arco no podía ser más satisfactorio. En cierto modo. En cambio, si se tiene en cuenta su valor como entretenimiento en general, como película en sí misma al margen de todo lo que la rodea… hubiera quedado mejor con, al menos, 45 minutos menos de metraje.
Ciertamente, el cambio en la dirección se nota. Tras dos acometidas, Sam Mendes cede su puesto a Cary Joji Fukunaga, quien tiene la difícil misión de desprenderse de la fortísima personalidad con la que su predecesor dejó marcada la saga. Y es que es posible que Skyfall y Spectre sean las mejores películas en la historia de 007, pero a su vez son las que más se alejan de los cánones, por ser las más autorales. Fukunaga (ojo, otro esteta como atestiguan True Detective o Jane Eyre) adopta un rol algo más secundario, en pos de una película que, visualmente, encaja a la perfección con la historia e iconografía Bond (incluyendo puntuales reminiscencias a Goldeneye… el videojuego). El ADN, insisto, más a la vista que nunca en esta última entrega que, a nivel argumental, se relaciona además con todo el ciclo Craig, mientras va desarrollando la trama en sí. Y un Daniel Craig que, por cierto, es posible que componga aquí la mejor versión de su alter ego.
En definitiva, Sin tiempo para morir es puro James Bond en personalidad y guion. Lo dicho: el cierre soñado desde este punto de vista. Pero queda por justificar la tremebunda duración de su metraje. Y aquí el tinglado se tambalea. Porque no hay justificación posible: no hay suficiente densidad dramática, ni subtramas, ni personajes demasiado complejos o bien definidos siquiera. El malo de la función, Rami Malek, y la cacareada nueva agente 007 (Lashana Lynch) son puramente anecdóticos; «la chica» (sic) Léa Seydoux, no alcanza niveles de empatía de, no sé, Izabella Scorupco (Goldeneye… película esta vez); por muy bien que lo haga ella, de todo lo que ocurre en relación a Ana de Armas, no creo que haya nada que no pudiera haberse cortado en la sala de montaje. Conforme progresa, en fin, la película va bajando revoluciones por mucho que busque mantenernos despiertos con diversas set pieces de acción por aquí y por allá. Escenas de acción muy bien hechas (atención al plano secuencia por las escaleras de un edificio a punto de volar por los aires), pero que no son más espectaculares que las de otros blockbusters recientes.
De manera que queda una propuesta entretenida pero desigual, de la que de hecho uno se va desconectado hasta que se retoma el vuelo en su tramo final. Claro, una traca que aumenta en intensidad emocional, a sabiendas de todo lo que significa echar el cierre. Pero aun ahí, las sensaciones son más tibias de lo que deberían. Quizá sí, Sin tiempo para morir lleve una carga emocional por encima del resto de la saga hasta la fecha. Pero está tan diluida a lo largo de sus dos horas y cuarenta y cinco minutos, que a la postre su impacto acaba siendo inferior al del drama que generaron los devenires de Eva Green o de Judi Dench. No quita que Sin tiempo para morir sea un entretenimiento dignísimo, una conclusión a la altura del ciclo Craig y que puede entrar sin problemas en un top10 de películas Bond. Pero… ¿no tenía que haber sido mejor? A ver su va a haber que plantearse muy seriamente el tema de la duración de los blockbusters…
Trailer de Sin tiempo para morir
Sin tiempo para morir: pues no será por lo que dura la película...
Por qué ver Sin tiempo para morir
Daniel Craig se despide de la saga 007 con una película de ADN Bond puro. Una cinta de acción épica y de gran carga emocional. Pero que acaba rayando en la apatía por una duración tan excesiva como, sobre todo, imposible de justificar.