Crítica de Sobran las palabras (Enough Said)

Sobran las palabras

Da igual lo que uno pueda pensar a priori, las reticencias previas que se puedan sentir hacia Sobran las palabras, el cinismo con el que se quiera acometer su visionado. Lo nuevo de Nicole Holofcener, que juega unas cartas conocidas pero las juega muy bien, tiene como principal baza una pareja protagonista de infinito carisma y probada sabiduría interpretativa; dos rostros conocidos, solventes y para siempre entrañables, dos personas que aseguran un rato agradable ocurra lo que ocurra, una ración de cine siempre digno, incondicionalmente agradable. Porque, sí, en un principio esto podría parecer otra vez la misma historia contada de manera parecida, pero la protagonista femenina, nuestro primer contacto con lo que se va a contar, es Julia Louis-Dreyfus. Torrente expresivo. Pero es que entonces aparece su partenaire masculino y entonces la emoción y la tristeza nos invaden: Sobran las palabras será la última vez de la historia que podamos ver a James Gandolfini en pantalla haciendo algo nuevo, la última intervención del viejo Tony. Y así es muy difícil no sentir casi todos los minutos de esta hermosa película

Pero seamos justos con ella. Porque a decir verdad no hay ninguna necesidad de condescendencia. Es cierto que Holofcener no cuenta nada especialmente nuevo. Estamos ante una historia de romance otoñal, la relación sentimental que se establece entre dos divorciados, con hijos, rozando la cincuentena, asentados en la más previsible estabilidad emocional. Dos personas a quien los años de locuras les quedan ya lejos, a quien la vida ya los ha pillado sentados y desempeñando trabajos que el resto de la sociedad catalogaría de aburridos o poco ambiciosos. Pero ellos están bien consigo mismos, se conocen la una al otro, se descubren mutuamente y establecen una relación amorosa que, puestos a no estar basada en lo fou, por lo menos se cimienta en la compenetración, en el entendimiento común y en un cierto sentido de la aventura muy doméstico. Un argumento sereno que pronto da un giro hacia terrenos más pantanosos, intentando conectar con un cierto aire de enredo de la comedia clásica de Hollywood. Una argucia de guión un tanto innecesaria, puesto que la propuesta de la directora se muestra muy capaz de mantener el interés con el simple juego de miradas, de bromas mutuas, de dudas sentimentales.

Porque si algo se gana una película en la que importa menos lo que ocurre que cómo ocurre, es el dibujo de su pareja protagonista. Louis-Dreyfus y Gandolfini hacen suyos los personajes y extienden hacia ellos su carisma interpretativo. Y construyen a partir de cero y también a partir de su propio bagaje y de las ideas que tiene el espectador de ellos, esta pareja de personajes imperfectos que sienten, piensan y se equivocan. Que aciertan y fallan, hablan bien y hablan mal, se quieren y dudan de si se quieren. Y puesto que la linea directriz argumental casi importa menos que las situaciones que se van generando paralelamente a partir de las dinámicas de los personajes, se va construyendo poco a poco el espacio donde desarrollar los temas con lucidez y cierta calma: ese amor después del divorcio, la relación con los hijos -o incluso con los amigos de los hijos-, el trabajo, las relaciones con las amistades propias, los distintos enfoques de vida, desde la humildad hasta el aburguesamiento. Así va contándose la película desde un tono de dramedia independiente alejada de los cánones, no especialmente interesada en forjarse una personalidad aplastante en lo visual.

Sobran las palabras

Ese es, no obstante, el gran problema de Sobran las palabras. Que su lenguaje cinematográfico quizá no reciba por parte de su directora la atención que debiera en una película con tanta tendencia al matiz y la sutileza emocional. Holofcen se muestra demasiado sujeta al contenido de la historia, descuida el potencial metafórico de sus herramientas narrativas y termina cayendo en una indefinición algo despersonalizada. En una claridad expositiva precisa y preciosa, pero poco nutritiva en lo visual. Claro, es esta una propuesta mínima, que saca partido a su propia humildad planteándose a si misma desde la sinceridad, lo cual está muy bien y es coherente, pero se echa de menos esa garra suplementaria, o ese enriquecido extra desde las labores propias de la realizadora.

Pero como sea, ello no resta valor a toda la parte más puramente guionística: los diálogos están cuidadísimos y son de alto nivel, cargados de subtexo y disparados desde el ingenio. Los secundarios están acertados sin llegar a recurrir a lo pintoresco para resultar atrayentes. La complicidad entre los protagonistas es total y, en fin, la conexión entre ellos y espectador es pura. Lo cual finalmente logra trascender cualquier reproche posible. Estamos ante una película muy indie enfocada a conquistar modestamente las pantallas más comerciales con su nada despreciable capacidad por la calidez, la ironía y la ternura. Y eso hay que reconocerlo y apreciarlo. Fuera suspicacias. Está muy bien.

7’5/10

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Xavi Roldan empezó la aventura casahorrorífica al poco de que el blog tuviera vida. Su primera crítica fue de una película de Almodóvar. Y de ahí, empezó a generar especiales (Series Geek, Fantaterror español, cine gruesome...), a reseñar películas en profundidad... en definitiva, a darle a La casa el toque de excelencia que un licenciado en materia, con mil y un proyectos profesionales y personales vinculados a la escritura de guiones, puede otorgar. Una película: Cuentos de Tokio Una serie: Seinfeld

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