Crítica de El solista
Si por lo menos puedes despacharte a gusto, pues eso que te llevas, y te pasas tu buen rato siendo destructivo y revolcándote en las ruinas. Pero es que hay veces que las películas son tan absolutamente anodinas, tan «del montón» que entonces la crítica se convierte en una cuesta arriba contra ti mismo y tu capacidad para poder sacar algo (bueno o malo, algo) de todo ello.
Supongo que se ve por dónde voy, y a qué tipo de películas pertenece esta «El solista». Correcto. Al de «otra más».
La historia, basada en el libro autobiográfico de Steve Lopez (Robert Downey jr. en la película), periodista del «Los Angeles Times», cuenta la historia vital de Nathaniel Ayers (Jamie Foxx), superdotado para todo tipo de instrumentos (con preferencia por las cuerdas de violín y chelo) cuyo desorden mental lo ha marginado al malvivir de la calle y los centros de acogida social. Y de cómo Lopez, periodista caritativo pero periodista al fin y al cabo, descubre el diamante en bruto y decide reinsertarlo en la sociedad para no desaprovechar sus extraordinarias capacidades.
Y es que parece que el director Joe Wright está dispuesto a no dejar escapar el Oscar que una vez rozó con los dedos y su «Expiación«, así que ahora se ha esforzado (en vano, visto lo visto; in your face, Joe Wright!) en construirse una película a gusto de todos, y usando todos los ingredientes de la receta del triunfo. A saber: historia real, genio musical esquizofrénico, periodista audaz y denuncia social -modalidad indigentes, locos, yonkis y desclasados.
Y de ahí es que no sale. Todo en esta película resulta previsible y prefabricado, calculado.
La estructura del argumento es absolutamente convencional y mezclando trama de investigación periodística (Lopez) con recursos propios del biopic (Ayers), e incluyendo ocasionales flashbacks explicativos para justificar la conducta de nuestro héroe maldito y de paso intentar darle más hondura a su tragedia.
Supongo que se ve por dónde voy, y a qué tipo de películas pertenece esta «El solista». Correcto. Al de «otra más».
La historia, basada en el libro autobiográfico de Steve Lopez (Robert Downey jr. en la película), periodista del «Los Angeles Times», cuenta la historia vital de Nathaniel Ayers (Jamie Foxx), superdotado para todo tipo de instrumentos (con preferencia por las cuerdas de violín y chelo) cuyo desorden mental lo ha marginado al malvivir de la calle y los centros de acogida social. Y de cómo Lopez, periodista caritativo pero periodista al fin y al cabo, descubre el diamante en bruto y decide reinsertarlo en la sociedad para no desaprovechar sus extraordinarias capacidades.
Y es que parece que el director Joe Wright está dispuesto a no dejar escapar el Oscar que una vez rozó con los dedos y su «Expiación«, así que ahora se ha esforzado (en vano, visto lo visto; in your face, Joe Wright!) en construirse una película a gusto de todos, y usando todos los ingredientes de la receta del triunfo. A saber: historia real, genio musical esquizofrénico, periodista audaz y denuncia social -modalidad indigentes, locos, yonkis y desclasados.
Y de ahí es que no sale. Todo en esta película resulta previsible y prefabricado, calculado.
La estructura del argumento es absolutamente convencional y mezclando trama de investigación periodística (Lopez) con recursos propios del biopic (Ayers), e incluyendo ocasionales flashbacks explicativos para justificar la conducta de nuestro héroe maldito y de paso intentar darle más hondura a su tragedia.
Pero la representación de la esquizofrenia resulta tópica, cae en los lugares comunes (voces, visiones, paranoia) y al final sirve como pretexto para contar otra vez la misma historia de genio en potencia: al final da igual si el sujeto en cuestión es autista, sordomudo, tetraplégico, esquizofrénico o del Madrid, siempre que tenga cerca una mano caritativa dispuesta a ayudarle.
Así que ahí debía despuntar Wright y su cámara, ofreciendo ese plus, pero donde en «Expiación» había delicadeza y buen ojo, en «El solista» sólo hay rutina. Una rutina tan jodidamente sosa que hasta echa por tierra alguna que otra pretensión «autoral» del realizador cuando intenta salirse un poco de su propio corsé. Ejemplo: el momento en que nos «metemos» en la cabeza de Ayers para visualizar a través de luces y colores la música, termina por rozar el ridículo por lo artificial de su planteamiento cuando podría resultar un concepto interesante (aunque no original: ahí está el Remy de «Ratatouille» y sus combinaciones de sabores) en un contexto más libre, menos rígido, menos ligado a lo convencional.
Por lo demás, Wright sabe qué teclas tocar en esto del drama urbano y se pone sobrio, dramático, seco o liviano justo -no antes ni después de- cuando le toca. Acentuando con su planificación, como manda el manual, la soledad de Lopez en el quijotismo de su aventura, la dureza de la vida en la calle y la «mala vida» de los drogodependientes o el estrés de las redacciones de prensa.
Y si Wright sabe qué botones pulsar, Jamie Foxx no se queda corto con el enfoque de su interpretación. Parece que el protagonista de «Ray» ha tomado buena nota de lo que su compañero de reparto aquí decía en «Tropic Thunder«, algo así como que «si quieres ganar un Oscar no puedes interpretar a un completo retrasado; sólo tienes que ser medio retrasado». De modo que construye su Nathaniel Ayers partiendo de los mismos preceptos interpretativos que llevaron a Forrest Gump a lo más alto, pero su estrabismo le delata en todo momento: con un ojo mira a cámara y con el otro a los académicos de Hollywood. El resultado, mucho gesto, mucha supuesta turbulencia interna, pero poca alma.
Downey jr., por su parte, se ha instalado definitivamente en el grupo de actores que encuentran un lugar interpretativo en el que se sienten cómodos y desde el que dignifican personajes con relativa comodidad y poco esfuerzo. El tipo se ha rendido al desparpajo y, aunque no brille especialmente en su Steve Lopez, su carisma y profesionalidad lo sitúan por encima de la calidad general de la película, convirtiéndose en una de las pocas cosas por las que vale la pena el esfuerzo. Junto con Catherine Keener, por supuesto (por ella siempre, cualquier cosa vale la pena).
Así que ahí debía despuntar Wright y su cámara, ofreciendo ese plus, pero donde en «Expiación» había delicadeza y buen ojo, en «El solista» sólo hay rutina. Una rutina tan jodidamente sosa que hasta echa por tierra alguna que otra pretensión «autoral» del realizador cuando intenta salirse un poco de su propio corsé. Ejemplo: el momento en que nos «metemos» en la cabeza de Ayers para visualizar a través de luces y colores la música, termina por rozar el ridículo por lo artificial de su planteamiento cuando podría resultar un concepto interesante (aunque no original: ahí está el Remy de «Ratatouille» y sus combinaciones de sabores) en un contexto más libre, menos rígido, menos ligado a lo convencional.
Por lo demás, Wright sabe qué teclas tocar en esto del drama urbano y se pone sobrio, dramático, seco o liviano justo -no antes ni después de- cuando le toca. Acentuando con su planificación, como manda el manual, la soledad de Lopez en el quijotismo de su aventura, la dureza de la vida en la calle y la «mala vida» de los drogodependientes o el estrés de las redacciones de prensa.
Y si Wright sabe qué botones pulsar, Jamie Foxx no se queda corto con el enfoque de su interpretación. Parece que el protagonista de «Ray» ha tomado buena nota de lo que su compañero de reparto aquí decía en «Tropic Thunder«, algo así como que «si quieres ganar un Oscar no puedes interpretar a un completo retrasado; sólo tienes que ser medio retrasado». De modo que construye su Nathaniel Ayers partiendo de los mismos preceptos interpretativos que llevaron a Forrest Gump a lo más alto, pero su estrabismo le delata en todo momento: con un ojo mira a cámara y con el otro a los académicos de Hollywood. El resultado, mucho gesto, mucha supuesta turbulencia interna, pero poca alma.
Downey jr., por su parte, se ha instalado definitivamente en el grupo de actores que encuentran un lugar interpretativo en el que se sienten cómodos y desde el que dignifican personajes con relativa comodidad y poco esfuerzo. El tipo se ha rendido al desparpajo y, aunque no brille especialmente en su Steve Lopez, su carisma y profesionalidad lo sitúan por encima de la calidad general de la película, convirtiéndose en una de las pocas cosas por las que vale la pena el esfuerzo. Junto con Catherine Keener, por supuesto (por ella siempre, cualquier cosa vale la pena).
«El solista», en fin, se encauza en un tipo muy concreto de cine y de ahí no sale… o peor, intenta salirse pero fracasa: véase el uso de una banda sonora «culta» (esto es, música clásica. Y ojo a las comillas de «culta») como intento por dignificar un producto que realmente no posee la pasión por la música que dice -o berrea- tener. Una TVmovie con pasta con una capacidad sorpresiva de aproximadamente cero, biografía típica y tópica (no faltan los rótulos finales para situar a los personajes en la actualidad) de escaso impacto emocional y para colmo tan irritantemente moralista en su buensamartianismo como la reciente «The Blind Side«.
Pues eso, mediocre.
4/10
Me he sentido identificado con el inicio de este comentario, porque en algunas ocasiones me ha pasado lo mismo: tener que escribir sobre tal o cual título y no saber que decir de él porque es que no te inspira nada.
Jeje, sí, eso es lo que comentaba… esos momentos en los que preferirías estar viendo una bazofia porque por lo menos podrías cagarte en ella…
Y la verdad es que no te das cuenta de la cantidad de medianías que pululan por ahí hasta que, en pos de la información y tal, no aparcas tus criterios selectivos y empiezas a tragar cine actual por un tubo.
En fin, supongo que es lo que nos toca… ¿no?
Saludos!