Crítica de Sólo ellos
No es el caso.
Lo nuevo del australiano Scott Hicks, director de «Shine», se basa en una experiencia personal del periodista deportivo Simon Carr para plantear la situación de Joe Warr, recién viudo y a cargo de un hijo pequeño. Mientras intenta sobreponerse a la muerte de su segunda esposa, Carr acoge además durante unos días a otro hijo, éste fruto de su primer matrimonio, mientras malabarea para combinárselo todo con un trabajo exigente como corresponsal de deportes.
Y un «algo más» que debería ser, nada, futesas: algo así como una mínima intensidad dramática. Bien, Hicks evita deliberadamente el lagrimón de telenovela, pero lleva al producto a un terreno más irritante si cabe: el de la amabilidad de los planteamientos empapados de una tristeza en voz baja pretendidamente sensible. Busca que el drama vaya calando en nosotros, pero no nos da nada a lo que agarrarnos para que eso ocurra: la sensación de aburrimiento, de falta de chicha dramática es constante, y la sensación de «todo esto me importa un carajo» demasiado presente.
Pero es que con una historia como la que se nos plantea, la cosa tampoco es fácil. Este cuento de hombres que tienen que aprender a valerse por sí mismos, patanes faltos de cualquier apoyo femenino, ha sido contada hasta la saciedad, y la mayoría de veces de la misma forma: las apariciones esporádicas de la madre muerta parecen ya un peaje obligatorio por el que pasar, y su manera de presentarlas ante el espectador es la utilizada una y mil veces en un recurso dramático que lleva ya varias películas seco. O sea, juguemos con los distintos puntos de vista para mostrar en sucesivos planos cómo el protagonista charla con la mujer cuando en realidad está hablando solo. No cuela ya.
Un desarrollo dramático en el nudo de la historia que no va a ningún lado (el cerdil estilo de vida de Warr e hijos) más una serie de eventos de transcurso tan azaroso como absurdo (el montaje en paralelo de la pelea en el bar y la invasión de la casa) y una conclusión en la que todo termina arreglándose casi por arte de magia terminan por redondear el conjunto.
Un conjunto del que se pueden extraer, eso sí, loables intenciones. El mensaje de todo ello es optimista, mirando hacia aquello de «no hay montaña suficientemente alta». Y que a veces del caos más absoluto puede terminar floreciendo una cierta harmonía y equilibrio. Bah, que ese equilibrio en realidad sea precario y fácilmente desmoronable no viene muy a cuento, la verdad.
La labor de Hicks, por otro lado, se concreta en una opción estética con los objetivos muy claros, que no son otros que seguir trabajando por la sensibilidad, construyendo ese clima emocional sin estridencias. Así que ale, a dirigir como si esto fuera un spot de All Bran (falta una voz cantando en susurros, pero todo lo demás está: luz suave incidiendo sobre la lente, puestas de sol, desenfoques premeditados, etcétera), y a escoger una banda sonora adecuada que pasa por ser una suerte de grandes éxitos de Sigur Rós. Así que los alérgicos al grupo islandés y a la sensibilidad para las masas tipo Carla Bruni van a tenerlo de lo más crudo.
Siguiente, por favor.
4/10
Como traductora, me veo obligada a defender a los colegas y tengo que decir que los títulos de las películas (y de los libros, y de… ) generalmente NO son traducciones, como es obvio, sino que son titulos "creados" por los editores para atraer a la mayor cantidad de público posible. A veces los traductores sugieren titulos en función del argumento, pero al final, siempre eligen los mandamás.
De todas formas, claro que hay traducciones malas, por supuesto. Suelen ser de filólogos xD
Sí, bueno, cuando hablaba de la "traducción" del título no me refería al sentido literal del término. En fin, según ese, la cosa se llamaría "Los chicos han vuelto".
Me refería a la nefasta traslación del título al español que, evidentemente, suele provenir de mercachifles probablemente con ínfulas creativas frustradas. O así.
Los traductores, tú das fe de ello, quedáis exculpados ;)
Pero eso de "atraer la mayor cantidad posible de público" lo pongo en duda. No a tu afirmación, sino a los hipotéticos buenos resultados de la estrategia: a estas alturas ¿quién va a tomar por una buena película algo que se llama "Una guerra muy perra"?
Eso y que todos hemos visto varias películas cuyo nombre somos incapaces de recordar, ya que sólo conseguimos decir que en su título aparecían las palabras "duda", "amenaza", "sombra", "letal" o "mortal"
En fin…
Saludos, Nita!
Me ha asustado lo mucho que se parece Clive Owen a Nicholas Cage en el afiche…
Eso no puede ser bueno -_-
JAJA, pues no me había fijado…
No sé, teniendo en cuenta que Owen se encuentra medio peldaño por debajo de Cage e tirón popular no descartes que el parecido se buscado hecho expresamente, para intentar confundir al respetable…
Pero el caso es que tampoco lo hace mal, Clive Owen… Desde luego, mucho mejor que lo que lo haría Cage…
Salud!