Crítica de Somewhere
Algunas cosas han cambiado desde entonces, y entre ellas la presencia de tan itálico apellido en las comidillas de Hollywood. Tras la desgraciada muerte del hijo mayor, el resto de la prole de Francis Ford Coppola ha hecho sus pinitos en la cosa esta del cine. Roman y Sofia, a golpe de heráldica pero también de talento, se han hecho un hueco en la división más cool del séptimo arte a menudo por la puerta del videoclip. El caso de ella es el más notorio: en 1999 se estrenó en el largometraje con Las vírgenes suicidas, que pasó relativamente desapercibida en nuestro país pero se ganó las alabanzas de la crítica. Sólo algunos mencionaban de pasada que, hasta ese momento, la directora novel era recordada por robarle el papel de Mary Corleone a Wynona Ryder en El Padrino parte III (dos Razzies, a la peor nueva actriz y a la peor intérprete secundaria) y por su breve aparición en Star Wars I: La amenaza fantasma (otra nominación al Razzie a la peor intérpete secundaria y, agárrense, a la peor nueva actriz de la década). De repente, los más modernos del barrio empezaron a adorar a Sofia. Cinco años más tarde, con el estreno de Lost in Translation llegó su consagración definitiva, en forma de premios, taquilla, y un oscar al mejor guión original. De repente, cuernos, todo el mundo empezó a adorar a Sofia. Así las cosas, más chula que un ocho, en 2006 estrenó María Antonieta, y llovieron chuzos de punta. Una parte de la crítica (y no estrictamente francesa) la vapuleó agitando el espantajo del rigor histórico. A otros, simplemente, les pareció vacua, esteticista sin más y profundamente aburrida. De repente, el mundo empezó a odiar a Sofia. Bueno, más que odio, se minimizaba su trabajo anterior (excesivamente hinchado quizá), se la tachaba de superficial, frívola y cuentista. Que si estaba acabada, que si se le veía el plumero, que si rechazo, chanzas, antipatía, miraditas por encima del hombro, defenestración… En fin.
Tras esta voluble tormenta de reacciones a una filmografía que, hasta la fecha, contaba simplemente con tres títulos, llega Somewhere, estrenada con un año de retraso y sin el bombo y las alharacas de las producciones anteriores. Y dejemos las cosa bien claras: A servidor de voacés siempre le ha gustado el cine de la hija de Francis Ford. Más allá del ruido informativo y crítico que han despertado sus trabajos, de la tontería pseudogrouppie que acompaña Las vírgenes suicidas o Lost in Translation, sus películas me han interesado siempre, por muy ancladas en el lado más facilón de la estética cool que estuvieran, a pesar de todos los pesares, siempre me han aportado algo donde otros compañeros de su generación han fallado, una panorámica del vacío existencial y de las relaciones humanas en pleno siglo XXI perfectamente traspasable a otras épocas. Su nuevo trabajo, esta Somewhere, insiste en algunas de las constantes temáticas de su filmografía. A través de la historia de un actor de éxito que languidece en el Chateau Marmont, en una aburrida vorágine de fiestas, bailarinas de peep show y peterpanismo atravesado, Coppola nos habla de nuevo del tedio como forma de vida, del paso de las horas en habitaciones de hotel de una clase acomodada que vive su privilegiada situación como una forma de prisión orgánica y, en ocasiones, totalmente inconsciente. Johnny Marco se encuentra en una especie de standby existencial, parado como un atontado en el pasillo de tránsito entre una época de su vida y la siguiente (el paso a la siguiente etapa de madurez, otra obsesión de Coppola), jugando con la Playstation, coqueteando con toda entrepierna femenina que se le ponga por delante, midiendo su calendario en función de las necesidades de promoción de la productora de turno. Su mundo de feliz complacencia y terrorífica apatía se ve sacudido sutilmente con la irrupción de su hija Cleo, a la que ve solo de vez en cuando y que se instala en sus habitaciones del Chateau cuando su exmujer la abandona presa de una crisis, quizá la misma que asaltaría al protagonista si se parase a pensar sólo por un momento. En un par de semanas, padre e hija viajan a Milán a publicitar la nueva película de Marco, comen helado, se bañan en piscinas, juegan con el Rock Star de la Play, hablan, se conocen, y al padre irresponsable le pasa por la cabeza que quizá el tedio ya no sea un buen compañero. Nada nuevo que no nos hayan contado hasta el aburrimiento y más allá en multitud de ocasiones. Pero Coppola huye de los grandes discursos y de las frases relamidas. Poco hay en los 97 minutos que dura la película que nos haga pensar en grandes giros de guión, de esos que de tan evidentes resultan rijosos. La entrada de Cleo en el mundo de Johnny se produce sin artificios y su relación fluye con notable naturalidad. Lo que vemos en pantalla es un padre y una hija que comparten pequeños momentos de una rutina tamizada por el entorno de gran estrella de Hollywood, pero que destila retazos que son fácilmente reconocibles en cualquier otra circunstancia. A través de ellos, Johnny se acerca a su hija, una deslumbrante chiquilla de 12 años que pone patas arriba su percepción del mundo con las armas de la naturalidad y el desparpajo, actuando como elemento distorsionador de la manera más elegante y soterrada posible. Cuando acaba la película, el efecto de su presencia en la vida del actor será imborrable, y todo ello sin grandes explosiones de afectado lloriqueo, ni gritos, ni profundas revelaciones basadas en elementos de guión que se han introducido 70 minutos antes solo para explotar al final y justificar la conclusión de la historia. El cambio que vertebra el filme, sólido y creíble, simplemente ocurre por la fuerza de sus personajes, por la química que desprenden y por la intensidad de una acumulación de escenas empeñadas en ilustrar el aburrimiento y el vacío existencial. Como la vida misma.
8/10
Muy buena la crítica. Y de acuerdo en todo lo relativo a Sofia Coppola (de "Las vírgenes suicidas" no me acuerdo -y la vi- pero de "Lost in Traslation" y de "Mº Antonieta" guardo buen recuerdo, me gustaron las dos). Total, que me he animado a verla (esta me daba pereza) porque les tengo simpatía a los dos protas y ya veo que la cría está que se sale.
Y qué raro que no escogiera un chateau precioso, con lo que le gusta el charme europeo… (sí, yo tb me meto con ella, mal karma el de esta pava y eso que yo soy de las que la defiende siempre y aquí estoy… poor Sofia).
yo también estoy de acuerdo con todo lo que dice la película,… pero hombre, el chateau tiene su encanto kistch… :P
SSR, está realmente bien esta película, pero ojo que es muy de ver crecer la hierba (bueh, como todas las suyas, a fin de cuentas)