Crítica de El sótano de Ma
Viviendo como vivimos un momento dulce de ese cine que tira de género a base de serie B, de exploitation, y sobre todo de ideas brillantes a realizar con dos duros y poco más, se daba por hecho que El sótano de Ma iba a ser otra diana. Otra exitosa muesca que sumar a No respires, Hereditary o Déjame salir. Dirección y guión a cargo de alguien con solera (Tate Taylor), Octavia Spencer en plan hijoputa, y gamberrada honesta al canto en forma de adolescentes que quieren beber, fumar y enrollarse, y para ello aceptan la oferta de una señora que tiene un sótano ideal para reventarse el hígado sin problemas. La premisa vale y no necesita de mayores alicientes para desembocar en un divertimento bien de suspense, bien de gore. Y cuando Taylor cae en la cuenta, aquí y allá, consigue justamente eso: entretener al respetable con desenfreno y cafre buenrollismo. El problema es que sólo ocurre a veces. Todo lo demás, el grueso del metraje en definitiva, parece una concatenación sin freno de decisiones desacertadas.
Empieza bien: contrariamente a lo habitual en las producciones de Blumhouse más de piloto automático, ésta apuesta por un ritmo pausado con el que ir encajando todas las piezas de su mecanismo: vamos conociendo al grupo de jóvenes (capitaneados por la nueva joya de la corona, Diana Silvers) y de sus respectivos padres (Juliette Lewis, Luke Evans), se nos mete tranquilamente en situación como si de una película de institutos se tratara, y se van dando pinceladas sobre esta tal Ma. Primera decisión desacertada, sin embargo: este proceso introductorio se alarga en demasía. Segunda: en lugar de dejarlo tal y como está, El sótano de ma empieza a buscar una enrevesada justificación a lo que va a ocurrir, y peor aún, lo hace en forma de torpes y previsibles flashbacks.
Conforme empieza a trastabillarse, la película va dando muestras de no saber dónde hallar el primer punto de apoyo, el que sea para estabilizar la nave y retomar el vuelo. Esos chispazos que comentaba al principio son rápidamente ignorados en pos de su obsesión por querer justificar lo que no requería de justificación alguna y, de hecho, hubiera sido condenadamente más terrorífico si hubiera carecido de ella. Con todo, Taylor sigue intentando apostar por la atmósfera, conteniendo el tono todo lo posible hasta no poder más y desmelenarse (¡al fin!) con lo que todo el mundo ha venido a ver.
Y sí, el humor negro del que tira funciona; la mezquindad con la que se elaboran (por decir algo) alguno de los actos hace que por momentos El sótano de Ma se acerque a una macabra pesadilla. Pero… no. De nuevo, una serie de decisiones desacertadas en su tramo final (llámese falta de riesgo, si se prefiere) evitan el colofón de la fiesta acabando en agua de borrajas toda esa preparación previa, atmosférica, a la que el espectador había sido sometido.
Queda un entretenimiento indudablemente impecable en su factura, con momentos para el jolgorio y algún que otro sobresalto. Pero en general, la sensación es la de haber asistido a una propuesta que, queriendo hacerse con una voz propia desde un reverencial guiño a las explotaciones de terror (como, insisto, No respires), ha acabado siendo vampirizada por ellas, cayendo en su mismo saco de olvidables subproductos para llenar los bolsillos de algún gerifalte y poco más. Lástima.
Trailer de El sótano de Ma
Valoración de La Casa
En pocas palabras
Un tiro por la culata en toda regla. El sótano de Ma es entretenida, pero cada una de las decisiones que toma va en la dirección equivocada, sucumbiendo en un emorme… Meh.