Crítica de Speak No Evil
Por qué poco. Por muy, muy poquito, el danés Christian Tafdrup se convierte en el nuevo Haneke. Y ese poquito está en una mala decisión de un personaje. Pero no por lo que suponga para dicho personaje y para el desarrollo de la trama; sino porque demuestra que ninguno de los firmantes del guion, el propio Tafdrup y su hermano Mads, ha sido capaz de dar con una idea mejor para justificar el acto final de Speak No Evil. Y es que lo que ocurre en su clímax viene precedido de un «venga va, al igual» tan grande, que condiciona no sólo la conclusión del film, sino la credibilidad que se estaba gastando hasta el momento, esta revisión del «no te fíes de los extraños» en general, y de los holandeses en particular. Si tan sólo se hubiera pensado en una decisión algo más coherente, a lo mejor estaríamos hablando, ya digo, del nuevo Funny Games.
La cosa va de una pareja danesa que, estando de vacaciones en Toscana con su hija, conoce a otra pareja con hijo, holandesa, con la que hace buenas migas. Tantas que, meses después, los daneses reciben una invitación para ir a casa de los otros, y descubrir así el sur de los Países Bajos, en lo que se antoja como un fin de semana de ensueño. Sin embargo, al poco de compartir algún tiempo juntos, ya se empiezan a notar ciertas divergencias. Nada excesivamente grave, pero sí raro, y confirmado por una banda sonora (sensacional, de Sune Kølster) que nos va activando el sistema nervioso.
Thriller psicológico de libro, Speak No Evil, en verdad, juega con los elementos más canónicos del cine de terror. O sea, que no resulta, argumentalmente, en absoluto original. Tampoco lo pretende. A lo que juega Tafdrup en su lugar, es a obsesionarse y obsesionarnos con la atmósfera y la tensión. Obliga al espectador a que se plantee qué haría él en la situación de los protagonistas, por medio de una película de corte tan realista y creíble como para parecer, por momentos, un drama costumbrista. Sabemos que algo no anda bien, pero no acabamos de ver qué, salvo por algún comportamiento más excéntrico de lo normal, si acaso. ¿Recogeríamos bártulos y nos iríamos? Son creepy, estos holandeses, pero, ¿lo suficiente como para no poder estar en su casa un par de noches?
Así, el mayor logro de la película es su control total: desde su planteamiento formal contenido, sobrio, elegante (que se torna desasosegante sin parecer pretenderlo), a la información que va entregando al espectador. Incluso al coquetear con algunas situaciones adscritas al puro cine de terror, como puede ser la aparición de un niño al otro lado de la ventana, en seguida les da la espalda: no, por ahí no van los tiros, querido espectador. No va a ser tan fácil. El jumpscare brilla por su ausencia y, en cambio, el miedo va brotando por dentro.
Terror, sí, porque a su manera y jugando todas sus cartas con maestría, Speak No Evil se convierte en sumamente terrorífica y claustrofóbica. Es desesperante que no ocurra nada durante buena parte del metraje, cuando al otro lado de la pantalla estamos todos rígidos y en un estado de alteración insoportable. Y es por eso que, cuando se nos da un poquito más, como cuando por ejemplo uno de sus personajes parece que va a dar con motivos irrefutables (ojo, ¿eh? «parece que va a dar»; nada más que eso) para salir de esa casa que hasta el momento parecía hogar del ángel exterminador, nuestra sugestión ya ha hecho todo el trabajo: estamos, absoluta e irremediablemente, acojonados hasta las trancas.
Y hete aquí que, sin embargo, cuando a los protagonistas les toca por fin tomar cartas en el asunto, cuando los niveles de histeria ya están desbordados en la platea… llega el momento más increíble (en el peor sentido) y forzado de la trama. Una gilipollez digna del peor slasher (en la línea de «no subas las escaleras») que nos saca de la pesadilla para recordarnos que estamos ante una película de ficción, rebaja tensiones y deja su arreón final unos decibelios por debajo de lo esperado. De hecho, convierte a este último en algo soportable… y casi que mejor: en el fondo, tenemos que agradecer ese patinazo del guion, puesto que hará que podamos superar antes el trauma de un Speak No Evil, por lo demás tremebundo, implacable, y muy difícil de digerir.
La pena es que estamos ante un thriller que no pasará a la historia, quizá. Pero sí se podrá convertir, fácilmente, en una de las mejores películas de terror del año. De hecho, me pregunto cuánta gente habrá que podrá aguantar hasta el final…
Trailer de Speak No Evil
Speak No Evil: No te fíes
Por qué ver Speak No Evil
Partiendo de su apariencia de thriller psicológico y ya, jugando con la sugestión y la contención, y ocultando sus cartas durante buena parte del metraje, Speak No Evil asesta un golpe de difícil cura al espectador, sólo manchado por un guion que a la hora de la verdad es incapaz de rematar la faena. Pero avisadas quedáis: cuidado con su apariencia de drama aséptico e inocente, que de eso no tiene un pelo. Tardaremos en olvidarla…